Un análisis incisivo sobre el estado financiero de Pemex, bajo el nuevo plan estratégico, que da contexto, datos y perspectiva para entender si su viabilidad es un plan o una ilusión.
Pasó la conferencia mañanera, y cuando el ruido del estrado se disipó, en la oficina de finanzas de Pemex todavía se percibe el eco de un reto monumental: ¿cómo limpiar una deuda de casi 99 mil millones de dólares mientras se encamina a la autosuficiencia? Nadie habla de flores. Aquí hay números, presiones y decisiones urgentes. Bienvenido al corazón del Eje Financiero del Plan 2025‑2035.
Al filo del escritorio, el director de finanzas mira con el ceño fruncido una gráfica que muestra un muro de vencimientos en 2026: 18.7 mil millones de dólares. A su lado, la nueva subsecretaria de Hacienda, María del Carmen Bonilla—una mujer acostumbrada a lidiar con cifras macizas—le repite: “Tenemos que cerrar esa brecha, no podemos quedar mal con los mercados.” Esa voz firme no es un susurro, es un mandato.
Bajo el plan anunciado, el Gobierno colocó 12 mil millones de dólares en notas pre‑capitalizadas, instrumentos financieros fuera del balance de Pemex, para cubrir vencimientos inmediatos y evitar un colapso en la liquidez. La demanda fue tan alta que tuvieron que subir el monto inicialmente planeado en 10 mil millones.
Con eso en el bolsillo, Fitch mejoró la calificación de Pemex de B+ a BB, un golpe de confianza en tiempos turbulentos. Pero aún lejos del grado de inversión.
La deuda financiera de Pemex alcanza aproximadamente 98.8 mil millones de dólares al cierre del primer semestre de 2025. De ellos, más de un cuarto vence en el año siguiente. Esa cifra también incluye pasivos comerciales: casi 23 mil millones de dólares con proveedores.
Y aunque Hacienda promete apoyo hasta 2026, el mensaje es claro: a partir de 2027, Pemex debe caminar con sus propias piernas.
Ah, los contratistas: mientras Pemex abre nuevas líneas de financiamiento, muchos de ellos frenan maquinaria, advierten que no hay plan claro para saldar impuestos por obra ya entregada, que suman 65 mil millones de pesos (unos 3.5 mil millones de dólares). “Si no pagan, paramos producción”, alertan con voz cortante.
El plan va más allá: incluye un fideicomiso de 250 mil millones de pesos en Banobras para inversión estratégica, capitalización y limpieza de pasivos. En paralelo, hay reformas internas para simplificar la estructura de gobernanza, eliminar subsidiarias y fortalecer controles financieros.
En la junta directiva, después de la presentación técnica, uno de los consejeros respira profundo y dice: “Si los proyectos mixtos —como Trion o Zama— fructifican y los márgenes mejoran, hay ruta. Si no, esto solo alivia, pero no sana”. En el fondo, todos saben que la viabilidad financiera está íntimamente ligada al éxito operativo y a que la austeridad fiscal no sea solo letra, sino músculo diario.
El Eje Financiero del Plan Pemex 2025-2035 es ambicioso: dar aire con notas pre-capitalizadas, mejorar calificación crediticia, respaldar con fideicomiso y simplificación interna. Pero la meta real es clara: que en 2027, Pemex sea autosuficiente.
El terreno es inestable, los plazos acucian y la credibilidad se gana trimestre a trimestre. Si los números flaquean, la empresa seguirá dependiendo del respaldo público. Si se digieren bien, será el primer paso hacia una Pemex renovada… o al menos más respirable.
Este artículo es el tercero de una serie que desmenuzará cada componente del plan. Aquí los títulos que iremos publicando:
Todos los campos son obligatorios *