La petrolera estatal enfrenta pérdidas, caída en exportaciones y menor producción, lo que obliga al Estado a sostenerla con deuda y subsidios.
Petróleos Mexicanos (Pemex) atraviesa una etapa crítica. La producción de crudo continúa en descenso, las exportaciones han tocado mínimos históricos y la refinación, aunque en expansión, no logra compensar la pérdida de ingresos. El resultado: una presión fiscal sin precedentes que obliga al Gobierno Federal a destinar más recursos para sostener a la empresa que alguna vez fue el motor económico del país.
En el tercer trimestre de 2025, Pemex reportó una pérdida neta de 61 mil millones de pesos, mientras su producción cayó a 1.65 millones de barriles diarios, un nivel 50% inferior al registrado hace dos décadas. Las exportaciones de crudo se redujeron a 556 mil barriles diarios, el volumen más bajo en 25 años, y los ingresos por ventas externas apenas alcanzaron 3,184 millones de dólares, una caída del 31% anual.
La estrategia de refinación nacional, impulsada por la refinería Olmeca en Dos Bocas, ha permitido reducir importaciones de combustibles, pero no ha generado rentabilidad. El negocio de refinar sigue siendo deficitario, y el aumento en el procesamiento interno ha desplazado exportaciones más lucrativas. En términos fiscales, esto significa menos divisas y más subsidios.
Según estimaciones de HR Ratings, los ingresos petroleros podrían representar apenas 2% del PIB en 2027, frente al 3.2% proyectado en 2025. Esto implica que el Estado deberá destinar recursos adicionales para cubrir el déficit operativo de Pemex, lo que se traduce en mayor deuda pública y menor margen para inversión social.
El Plan Estratégico 2025–2035 contempla una producción de 1.8 millones de barriles diarios y la eliminación de aportaciones federales a partir de 2027. Sin embargo, el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP) advierte que, sin apoyo gubernamental, Pemex registraría déficits anuales superiores a 230 mil millones de pesos, lo que pone en duda la viabilidad del modelo.
Ante la falta de recursos propios, Pemex ha comenzado a abrirse al capital privado. Más de 40 empresas han manifestado interés en participar en contratos mixtos para explorar y extraer hidrocarburos en campos maduros y zonas de alto riesgo. Estos esquemas permitirían compartir riesgos, atraer tecnología y aumentar la eficiencia, sin ceder la propiedad de los recursos.
Pero el reto va más allá de la producción. Pemex necesita redefinir su papel en la economía nacional. Ya no es suficiente con sostener la plataforma operativa: se requiere una transformación estructural que incluya transparencia, eficiencia, sostenibilidad y colaboración estratégica.
México enfrenta una disyuntiva histórica. ¿Debe seguir apostando por una empresa que consume más de lo que aporta? ¿O es momento de replantear el modelo energético, con Pemex como socio, no como salvavidas?
La respuesta definirá el rumbo fiscal, energético y político del país en la próxima década.
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