El gobierno federal inyectó 253 mil 800 millones de pesos a Pemex hasta septiembre. La petrolera sigue en números rojos, pero mejora frente a 2024.
Petróleos Mexicanos (Pemex) cerró el tercer trimestre de 2025 con una pérdida neta de 61 mil 242 millones de pesos. Aunque la cifra sigue en rojo, representa una mejora sustancial frente al mismo periodo del año anterior, cuando la empresa estatal reportó un quebranto de más de 161 mil millones. La diferencia no es menor: detrás de esta reducción está la mayor transferencia de recursos públicos en lo que va del sexenio.
La Secretaría de Hacienda y Crédito Público confirmó que, hasta septiembre, el gobierno federal ha inyectado 253 mil 800 millones de pesos a Pemex. Sin ese respaldo, los ingresos de la petrolera habrían caído más de 30% respecto al año pasado. Con él, la empresa logró mantener su operación, pagar parte de su deuda y evitar un colapso financiero que habría tenido efectos sistémicos en la economía nacional.
Pero el alivio es temporal. La deuda total de Pemex supera los 100 mil millones de dólares, y sus pasivos con proveedores rebasan los 500 mil millones de pesos. La producción de crudo sigue en declive, afectada por la maduración de campos estratégicos y retrasos en infraestructura marina. La empresa ha reducido su inversión en exploración y perforación, y su margen operativo continúa presionado por los precios internacionales del petróleo.
A pesar de ello, Pemex mantiene su papel como columna vertebral del sistema energético mexicano. Su producción de hidrocarburos líquidos promedió 1.65 millones de barriles diarios en el trimestre, y el Sistema Nacional de Refinación procesó más de un millón de barriles por día, impulsado por la operación de la refinería Olmeca. La empresa también reportó avances en eficiencia energética y seguridad industrial.
El gobierno federal insiste en que Pemex es una empresa estratégica que debe ser rescatada. El Plan Estratégico 2025–2035 plantea que, a partir de 2027, la petrolera será autosuficiente. Pero los analistas son escépticos: advierten que, sin un cambio profundo en su modelo de negocio, la empresa seguirá dependiendo del erario.
La paradoja es evidente. Pemex no es rentable, pero es indispensable. No genera utilidades, pero sostiene parte del presupuesto nacional. No puede competir en igualdad de condiciones, pero tampoco puede desaparecer. Es una empresa atrapada entre la urgencia de transformarse y la necesidad de sobrevivir.
La pregunta ya no es si Pemex debe ser rescatada, sino cómo y hasta cuándo. Porque cada peso que se le transfiere es un peso que no se invierte en salud, educación o seguridad. Y porque, en el fondo, lo que está en juego no es solo una empresa, sino el modelo energético de todo un país.
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