Hoy, 2 de septiembre de 2025, el DOF publicó la NOM-019-ASEA-2024. Te explico cómo clasificar el nivel de peligro, cómo elaborar el Estudio de Distanciamientos y cómo justificar reducciones con análisis de riesgo, sin enredos.
El 2 de septiembre de 2025, se publicó en el DOF la NOM-019-ASEA-2024. A partir de su entrada en vigor, el diseño de nuevas instalaciones y las modificaciones relevantes en plantas existentes requieren un Estudio de Distanciamientos formal, ligado a la clasificación de peligro de la instalación y a la justificación técnica de salvaguardas. En la práctica, el layout deja de ser un dibujo “bonito” y se convierte en un documento de riesgo que se evalúa, se inspecciona y se acredita por etapas dentro del PEC.
Antes de medir metros, la norma te pide responder una pregunta: ¿qué nivel de peligro tiene tu instalación? La clasificación —típicamente moderado, intermedio o alto— se determina por inventario de sustancias, condiciones de operación, energía acumulada y potencial de liberación. Esta etiqueta inicial no es un formalismo: condiciona distancias mínimas, define salvaguardas esperadas y orienta la profundidad del análisis. Un error común es “bajar” artificialmente el nivel para flexibilidad en el trazo; además de ser riesgoso, te complica el dictamen más adelante, porque las evidencias no cuadrarán con la realidad operativa.
El estudio exige tres entregables que se alimentan entre sí. Primero, el Plan de Levantamiento General (PLG): un plano limpio, a escala y acotado, que identifique equipos, líneas, accesos, hidrantes, diques, drenajes, racks, subestaciones y límite de propiedad. Segundo, las Tablas de Distanciamientos que la NOM organiza por relaciones: equipo-equipo, equipo-infraestructura y equipo-perímetro. Tercero, la traza de seguridad: rutas de evacuación, zonas de reunión, radios de exclusión y segregación de áreas por criticidad. Con esos elementos armonizados, el layout deja de ser decorativo y se convierte en un mapa de decisión para operación, mantenimiento y respuesta a emergencias.
La norma permite reducciones justificadas cuando demuestras, con Análisis de Riesgo, que el riesgo residual se mantiene dentro de tolerancias aceptables. Aquí entra LoPA (Layers of Protection Analysis): una metodología que cuantifica escenarios de causa-evento y acredita que existen capas independientes de protección —detección, alarma, paro, alivio, contención, combate de incendios— capaces de compensar una distancia menor. La clave es la independencia de las salvaguardas y la trazabilidad de cálculos y supuestos. Un LoPA “de papel” que no hable el mismo idioma que tus P&IDs, tu matriz de causas-efectos y tu SIS, terminará en hallazgos durante el dictamen.
En las visitas y dictámenes por etapa, lo primero es la coherencia: que el PLG, los P&IDs, el plan contra incendio y la clasificación de áreas cuenten la misma historia. Después viene la evidencia física: guarniciones, barreras, señalización, anclajes, separación de bandejas eléctricas, protección pasiva y accesibilidad a hidrantes. Si planteaste una reducción, te pedirán la ruta lógica: escenario, frecuencia, capas independientes, cálculos de consecuencias y cómo se aseguró la disponibilidad de la salvaguarda (por ejemplo, pruebas funcionales del SIS y mantenibilidad). Cuando esa cadena está completa, el inspector avanza rápido. Cuando no, detiene el proceso.
Las no conformidades más frecuentes aparecen en interferencias entre equipos calientes y recipientes presurizados, en racks con múltiples servicios sin segregación y en perímetros donde el límite de propiedad quedó comprometido por crecimiento no planificado. Otra fuente de hallazgos son las interconexiones nuevas: al sumar un tren de deshidratación o recuperación de azufre, cambian los escenarios de incendio y explosión, y con ellos la distancia razonable al equipo existente. Si el control de cambios no “arrastró” al estudio, el PEC lo va a evidenciar.
Piensa en un expediente vivo. El capítulo de diseño debe incluir: memoria justificativa de clasificación de peligro, estudio de distanciamientos con croquis y tablas, criterios de incendio y capa de protección propuesta. Integra los supuestos de cálculo y referencia cruzada a P&IDs, lista de líneas, hoja de datos de equipos y plan de emergencia. Cierra con un resumen ejecutivo de decisiones: por qué elegiste esos radios, qué salvaguardas los sostienen y cuáles son las limitaciones operativas asociadas. Ese “minuto uno” de claridad se paga solo cuando toque inspección o revisión de cambios.
Si ya operas, diseño y construcción no aplican de forma retroactiva. Sin embargo, sí se activan cuando realizas modificaciones relevantes al diseño original: ampliaciones de capacidad, nuevas unidades, reubicación de equipos críticos o cambios que afecten rutas de evacuación, drenajes o redes contra incendio. Cada modificación debe traer su mini-estudio de distancias y su análisis de riesgo asociado; lo contrario te deja con “piezas sueltas” difíciles de dictaminar.
Funciona muy bien partir de un modelo 3D con capas de seguridad visibles: zonas clasificadas, isométricos clave y rutas de acceso. Conviene un walkdown con operación y mantenimiento antes del cierre de diseño; muchas interferencias reales se descubren a ras de planta, no en el escritorio. Y es vital etiquetar en campo las referencias que usa el estudio: hidrantes, gabinetes, válvulas de bloqueo, equipos de alivio. Cuando el papel y el concreto coinciden, el dictamen se vuelve predecible.
La distancia correcta no es un número aislado: es la consecuencia técnica de cómo entiendes tu riesgo y cómo lo controlas. Si quieres un checklist editable para tu Estudio de Distanciamientos y una plantilla LoPA lista para llenar, habilítalo en EnergiA y súmate a la comunidad que está implementando la NOM-019 con disciplina y sin sobresaltos.
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