México quema el 70% del gas asociado a su petróleo, contaminando comunidades. Te explicamos los impactos del flaring y por qué organizaciones exigen su fin.
En las comunidades cercanas a los campos petroleros de México, el cielo nocturno brilla con un resplandor inquietante. No son estrellas, sino mecheros que queman gas las 24 horas del día, un espectáculo tóxico que organizaciones ambientales exigen detener.
El flaring -esa práctica de quemar gas sobrante en la extracción de petróleo- se ha convertido en un problema crónico. Lo que comenzó como una medida de seguridad para evitar explosiones, hoy es una rutina que envenena el aire y desperdicia recursos. Según el Cemda, México está entre los 10 países que más gas queman a nivel global, un récord vergonzoso.
Para los habitantes de zonas como Poza Rica o Tabasco, el flaring no es un concepto técnico: es el humo que quema los ojos, el olor a huevo podrido que se cuela en las casas, las noches en vela por el resplandor constante. Lo peor son las partículas invisibles de benceno y óxidos de azufre que, según médicos locales, han aumentado los casos de enfermedades respiratorias y cáncer.
"Mis hijos despiertan tosiendo", relata doña Lupe, vecina de un campo en Veracruz. "Los doctores dicen que es por el aire, pero ¿a dónde podemos ir?". Su historia se repite en decenas de comunidades que viven a la sombra de los mecheros de Pemex.
La respuesta es tan simple como alarmante: dinero. Procesar y transportar el gas excedente requiere infraestructura costosa, mientras que quemarlo es "gratis" -al menos en el corto plazo. La Alianza Contra el Fracking lo denuncia claro: "No es un problema técnico, sino de voluntad política".
El dato es contundente: México quema el 70% del gas asociado a sus pozos petroleros. Ese metano desperdiciado podría iluminar millones de hogares, pero en cambio está acelerando el cambio climático (su impacto es 80 veces peor que el CO₂) y enfermando a comunidades vulnerables.
Tecnologías para capturar y aprovechar este gas existen desde hace años. Países como Noruega han reducido su flaring a casi cero. En México, sin embargo, los avances son lentos:
Pemex sigue sin cumplir plenamente con compromisos internacionales
La ASEA carece de recursos para monitorear efectivamente todos los sitios
Las comunidades afectadas no tienen acceso a estudios epidemiológicos completos
Organizaciones piden medidas concretas: desde una prohibición progresiva del flaring en zonas pobladas hasta compensaciones reales para las comunidades afectadas. Mientras, las llamas siguen ardiendo, consumiendo no solo gas valioso, sino la salud de miles de mexicanos.
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