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Cenagas se fija la meta de 10 días de gas: el salto que México no puede permitirse fallar

El Centro Nacional de Control de Gas Natural (Cenagas) traza en su próximo Plan Quinquenal una meta inédita: elevar el almacenamiento estratégico de gas a más de 10 días de consumo nacional mediante cavernas salinas y yacimientos agotados en el norte, centro y sur del país. La apuesta llega en un contexto de alta dependencia del gas de Texas, presiones sobre la seguridad eléctrica y nuevas inversiones de Pemex en producción. Este análisis explica

Cenagas se fija la meta de 10 días de gas: el salto que México no puede permitirse fallar

En la Expo de un congreso energético suele haber discursos optimistas que se disuelven al terminar el evento. Esta vez, en Tamaulipas, el anuncio no sonó a frase de pasillo: el director general de Cenagas, Cuitláhuac García Jiménez, adelantó que el nuevo Plan Quinquenal propone elevar el almacenamiento estratégico de gas natural a más de 10 días de consumo nacional, con proyectos en cavernas salinas y yacimientos agotados distribuidos en el norte, centro y sur del país.

La declaración, hecha en plena recta final de 2025, rompe con una realidad incómoda: México opera hoy con inventarios que rondan apenas unos cuantos días, muy por debajo de los estándares de países que usan el gas como columna vertebral de su sistema eléctrico. Con una dependencia que se acerca al 70% del gas importado desde Estados Unidos, principalmente de Texas, cada frente frío, disputa comercial o falla en infraestructura se convierte en un recordatorio de que el suministro nacional reposa sobre un colchón demasiado delgado.

El mensaje de Cenagas es ambicioso y deliberadamente prudente a la vez. La “tirada”, en palabras del propio García, es superar la barrera de los 10 días, e incluso ir más allá si las alternativas tecnológicas y los proyectos privados se alinean. Pero no hay fecha exacta: el horizonte puede ser de cinco, siete o diez años, según el tipo de infraestructura que finalmente se concrete.

Por primera vez en años, el organismo que opera el Sistrangas pone sobre la mesa un objetivo de almacenamiento que, si se cumple, cambiaría la conversación sobre seguridad de suministro en México. La pregunta es si el país está dispuesto a invertir, regular y coordinarse al nivel que exige pasar de una realidad de 2 o 3 días de inventarios a un sistema que aspire a 10 o más.

De los días contados al mapa de tres zonas

La Política Pública de Almacenamiento de Gas Natural, publicada hace más de un sexenio, fijaba un mínimo de cinco días de inventario estratégico para 2026. La meta se quedó corta de realidad: los proyectos de almacenamiento se retrasaron, las prioridades cambiaron y la dependencia del gas texano siguió creciendo. El resultado es un país donde el gas alimenta alrededor de dos tercios de la generación eléctrica, pero la reserva estratégica no acompaña ese protagonismo.

El nuevo Plan Quinquenal que perfila Cenagas intenta corregir esa omisión con un enfoque territorial:

  • Una zona norte, pensada para amortiguar choques en los puntos donde el gas de Texas entra al país y alimentar los corredores industriales del noreste.

  • Una zona centro, donde se concentra buena parte de la demanda eléctrica e industrial, y donde un corte en el flujo se traduce de inmediato en riesgo para sistemas urbanos complejos.

  • Una zona sur, asociada tanto a la producción nacional de gas como al abastecimiento de centrales eléctricas estratégicas y polos industriales emergentes.

En este mapa encaja el proyecto del campo Brasil, en Tamaulipas, como una de las opciones más avanzadas para almacenamiento en cavernas salinas. Las formaciones salinas permiten crear cavidades de alta integridad donde inyectar y extraer gas con relativa rapidez, ideales para responder a contingencias de corto plazo. Complementariamente, el uso de yacimientos agotados en el sur del país plantea una solución de mayor volumen, más cercana a los centros de producción y a la infraestructura ya existente de Pemex.

La apuesta de Cenagas va más allá de “llenar tanques”. Se trata de construir capacidad de respuesta ante eventos que ya no son hipotéticos: ondas gélidas en Texas, restricciones de flujo por mantenimiento o emergencia, saturación de gasoductos críticos, aumento súbito de demanda por olas de calor o por ciclos industriales. Con un sistema que hoy tiene apenas días de margen, cada evento de este tipo obliga a usar al límite la red de transporte, redistribuir volúmenes en tiempo real y exponer al país a la posibilidad de cortes o ajustes forzosos.

En paralelo, el propio director de Cenagas subraya otro cambio de fondo: la aportación de gas natural de Pemex al sistema habría pasado de 34% a 40% en los últimos meses, impulsada por inversiones recientemente activadas, particularmente en Veracruz. Ese incremento, si se sostiene, no elimina la dependencia de importaciones, pero sí abre margen para usar el almacenamiento como herramienta de equilibrio entre gas nacional y gas importado, con mayor flexibilidad para enfrentar picos de demanda o restricciones de oferta externa.

El reto, sin embargo, no está solo en la ingeniería. Requiere decisiones presupuestales de largo plazo, marcos regulatorios que definan quién paga, quién opera y cómo se remunera el almacenamiento estratégico, así como una coordinación fina entre Cenagas, Sener, CFE, Pemex y los privados interesados en participar.

Para el sistema eléctrico, la señal es clara: un México con 10 días o más de gas almacenado sería un país menos vulnerable a eventos externos y con más margen para integrar renovables variables sin el temor permanente a que un problema en Texas se convierta en un apagón interno. Para la industria, significaría contratos de suministro con menos letra pequeña asociada a “fuerza mayor” y más capacidad de planear producción en horizontes que hoy se ven con desconfi anza.

Y para la política pública, representaría la oportunidad de alinear por fin discurso y operación: pasar de la retórica de “seguridad energética” a un andamiaje físico medible en días de inventario, capacidad de respuesta y robustez de la red. Alcanzar los 10 días no será barato ni rápido, pero seguir con dos o tres en un país que depende cada vez más del gas sería, simplemente, una apuesta de alto riesgo.

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