México importa 70% de su gas natural desde EE.UU., alcanzando un récord histórico. ¿Qué implica para la seguridad energética y la transición?
En mayo, los envíos de gas natural desde Estados Unidos a México alcanzaron un máximo histórico: 7,500 millones de pies cúbicos diarios, consolidando al país como el principal destino del gas estadounidense. Este volumen cubre cerca del 70% del consumo nacional, una cifra que refleja la creciente dependencia de un insumo clave para la generación eléctrica y la industria.
El crecimiento de la demanda mexicana está impulsado por la expansión de centrales de ciclo combinado, que hoy generan más del 60% de la electricidad del país. La Comisión Federal de Electricidad (CFE) apuesta por estas plantas para garantizar suministro estable y tarifas competitivas, mientras la producción nacional de gas sigue en declive. La interconexión con Texas, origen del 91% de los flujos, ha permitido sostener esta estrategia, pero también ha profundizado la exposición a riesgos externos.
Aunque la infraestructura de gasoductos se ha fortalecido, persisten cuellos de botella: retrasos en permisos, limitaciones en la capacidad de almacenamiento —apenas 2.4 días de consumo— y vulnerabilidad ante eventos climáticos o decisiones políticas en Washington. Un incremento abrupto en los precios del gas estadounidense o restricciones a las exportaciones impactaría de inmediato en los costos de generación eléctrica y, por ende, en las finanzas públicas.
Expertos coinciden en que el gas natural seguirá siendo un combustible de transición, pero advierten que el país necesita acelerar la diversificación con renovables y almacenamiento estratégico. Sin una estrategia integral, la interdependencia energética podría convertirse en un factor de riesgo para la competitividad y la seguridad nacional.
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