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Renovables al mando: por qué solar y eólica serán la columna vertebral de la energía mundial hacia 2035 (y México no puede quedarse fuera)

Los últimos escenarios de la Agencia Internacional de la Energía confirman que las renovables —en especial solar fotovoltaica y eólica— crecen más rápido que cualquier otra fuente energética hasta 2030–2035, en todos los escenarios posibles. Este análisis explica por qué ya superan a los fósiles en nuevos proyectos y costos, qué países están capitalizando esta ventaja y qué decisiones estratégicas debería tomar MX para no quedar relegado

Renovables al mando: por qué solar y eólica serán la columna vertebral de la energía mundial hacia 2035 (y México no puede quedarse fuera)

En la discusión pública todavía se habla del petróleo, el gas o el carbón como si siguieran siendo el eje incuestionable del sistema energético mundial. Sin embargo, los escenarios más recientes de la Agencia Internacional de la Energía apuntan a una conclusión incómoda para los combustibles fósiles: en todos los caminos posibles hacia 2030–2035 (desde los más conservadores hasta los más ambiciosos) las tecnologías que más crecen son la solar fotovoltaica y la eólica.

No se trata solo de una aspiración climática, sino de una realidad económica. La combinación de manufactura masiva, cadenas de suministro globalizadas y aprendizaje tecnológico ha llevado a que, en la mayoría de los mercados, el costo nivelado de la electricidad (LCOE) de nuevos proyectos solares y eólicos sea ya más bajo que el de nuevas plantas de gas o carbón, incluso sin subsidios. En muchos casos, la electricidad de un parque solar o eólico nuevo es más barata que seguir operando plantas fósiles antiguas.

Esta dinámica se refleja en los números de capacidad añadida: año tras año, la mayor parte de los nuevos megawatts conectados a la red provienen de renovables, con la solar fotovoltaica como protagonista y la eólica como segundo pilar. Lo relevante es que esto ocurre en todos los escenarios de la AIE, incluidos aquellos donde la transición avanza de forma lenta: aun cuando la demanda de petróleo y gas se mantiene robusta, la palanca de crecimiento incremental la ponen las renovables.

Dicho de otro modo: los fósiles seguirán presentes en la matriz energética por varios años, pero el “negocio nuevo” (nuevas plantas, nueva infraestructura, nuevas cadenas de valor) se está construyendo alrededor del sol, el viento y, cada vez más, el almacenamiento y las redes inteligentes.

Para los tomadores de decisión, el mensaje es simple y duro: no invertir en renovables hoy no es una postura neutral, es apostar en contra de la tendencia dominante de los próximos 10–15 años.

Quién está aprovechando la ola renovable (y por qué)

El mapa de ganadores tempranos no es casual. Hay patrones claros en los países que están capitalizando mejor este giro estructural:

  • China convirtió la transición energética en una estrategia industrial. No solo instaló centenares de gigawatts solares y eólicos, también domina la manufactura de paneles, turbinas, baterías y componentes claves. Su apuesta no es únicamente ambiental, sino geopolítica: exportar hardware de la transición a todo el mundo.

  • La Unión Europea se movió impulsada por la seguridad energética. La crisis de suministros de gas aceleró inversiones masivas en renovables y eficiencia. Hoy, para muchos países europeos, cada megawatt hora renovable es también un megawatt hora menos de dependencia externa.

  • Estados Unidos decidió usar política industrial explícita. A través de incentivos fiscales y créditos a largo plazo, convirtió a las renovables —y al almacenamiento— en un frente prioritario de competitividad tecnológica, con relocalización de cadenas de valor y empleo calificado.

  • India y otros grandes emergentes están usando renovables como herramienta de acceso y desarrollo. Para estas economías, la pregunta no es solo cómo descarbonizar, sino cómo electrificar a millones de personas sin atarse a importaciones caras de combustibles fósiles.

En todos los casos hay un denominador común:

  1. Marcos regulatorios que dan certidumbre a 15–20 años, ya sea a través de subastas, contratos de compraventa de energía (PPAs) o esquemas híbridos.

  2. Redes de transmisión y distribución robustas, capaces de integrar grandes volúmenes de generación variable.

  3. Política industrial alineada, que busca capturar empleo, tecnología y valor agregado local alrededor de proyectos renovables y almacenamiento.

No se trata de países que “aman” las renovables desde lo ideológico, sino de gobiernos que leyeron correctamente dónde estará el crecimiento, el capital y la tecnología en la próxima década.

México frente al nuevo mapa: del rezago regulatorio a las decisiones estructurales

En este contexto, México aparece como una paradoja: es uno de los países del mundo con mejor recurso solar y eólico, con una base industrial importante y con una posición geográfica privilegiada frente a los grandes mercados de Norteamérica… pero su ritmo de adopción de renovables se ha desacelerado justo cuando el mundo pisa el acelerador.

Las señales que ha enviado la política energética reciente —cancelación de subastas, cambios constantes en reglas del juego, conflictos en torno al despacho y los certificados de energía limpia, así como un reordenamiento institucional que genera incertidumbre— han tenido un efecto concreto: menor flujo de inversión privada, proyectos diferidos y portafolios corporativos que, ante la duda, asignan capital a otros países de la región.

Mientras tanto, los vecinos de México hacen exactamente lo contrario:

  • En Norteamérica, Estados Unidos y Canadá están utilizando la transición energética como palanca de relocalización industrial, atrayendo fábricas de baterías, vehículos eléctricos, paneles solares y componentes de redes inteligentes.

  • En Latinoamérica, países como Brasil, Chile, Colombia o incluso algunos de Centroamérica avanzan con marcos más previsibles para PPAs, mercados mayoristas y proyectos de hidrógeno verde.

Para México, el riesgo no es solo ambiental o reputacional: es perder competitividad estructural frente a socios comerciales con los que comparte tratados, cadenas de suministro y mercados. Un país que se presenta como plataforma manufacturera de Norteamérica no puede permitirse tener una matriz eléctrica más cara, más sucia y menos confiable que sus competidores directos.

¿Qué decisiones estructurales debería tomar México si quiere dejar de estar en la orilla del mapa? Entre las más urgentes:

  • Restablecer certidumbre regulatoria de largo plazo, con reglas claras para permisos, interconexión y despacho que no cambien sexenio a sexenio.

  • Reabrir o rediseñar mecanismos competitivos de asignación de proyectos, ya sea mediante subastas, PPAs bilaterales robustos o modelos mixtos donde empresas públicas y privadas coexistan en condiciones transparentes.

  • Invertir de manera prioritaria en redes de transmisión y transformación, especialmente en zonas de alto potencial como el norte, el Bajío y el Istmo, donde la demanda industrial puede absorber generación renovable de forma masiva.

  • Aprovechar la transición como política industrial, vinculando proyectos renovables con cadenas de valor locales: manufactura de componentes, servicios especializados, software y soluciones de digitalización de redes.

México no parte de cero: ya tiene experiencia en subastas, un sector privado que se ha sofisticado en PPAs, y una comunidad técnica capaz de diseñar proyectos complejos, desde geotermia hasta almacenamiento. Lo que falta no es know-how, sino la decisión política de alinear regulación, planeación y política industrial con la dirección en la que se mueve el mundo.


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