Conoce qué son las energías limpias, sus tipos, ejemplos reales en México y cómo están ganando terreno en la matriz eléctrica nacional. Descubre datos frescos, tendencias 2025 y por qué tu empresa o tu hogar deberían subirse a la ola renovable.
En México ya no basta con hablar de “energías del futuro”; hoy son parte del presente. De acuerdo con el Reporte de Avance de Energías Limpias 2024, casi 27 % de la electricidad nacional provino de fuentes limpias en el primer semestre de 2023, un salto de 31 % respecto a 2019. Ese dato confirma lo que muchos veíamos venir: la transición energética se mueve, aunque a veces a paso de tortuga, y está mudando nuestras facturas de luz y el aire que respiramos.
Las energías limpias son aquellas que, durante su ciclo de vida, emiten poco o nada de gases de efecto invernadero. Aquí entra un matiz clave: todas las energías renovables son limpias, pero no toda fuente limpia es necesariamente renovable. La energía nuclear, por ejemplo, genera escasas emisiones pero no es renovable; por el contrario, la solar o la eólica son ambas: limpias y renovables.
Solar fotovoltaica – La reina del desierto de Sonora y los techos urbanos.
Eólica – El “ventilador” gigante de La Rumorosa y el Istmo.
Hidroeléctrica de baja escala – Pequeñas presas que equilibran la red sin grandes impactos.
Geotérmica – Agua supercaliente de Volcán Cerro Prieto convertida en electrones.
Biomasa y biogás – Del bagazo de caña en Veracruz al gas del relleno sanitario en León.
Cada una aporta a la canasta energética con ventajas distintas: desde la caída brutal de precios de los paneles solares hasta la firmeza que brinda la geotermia cuando el sol se esconde o el viento se calma.
El mapa de proyectos se pinta rápido de verde. El parque solar Villanueva en Coahuila (772 MW) y el complejo eólico Delaro–Guzmán en Zacatecas reportan factores de planta superiores al 35 %. En conjunto, solar y eólica generaron 41.7 TWh en 2024, cubriendo 11.8 % de la demanda eléctrica nacional, revela un estudio de Ember publicado en mayo de 2025.
Bajas emisiones: su huella de carbono es microscópica frente a termoeléctricas a combustóleo.
Costos a la baja: la solar utility-scale firmó contratos en México por debajo de 30 USD/MWh; hace diez años era ciencia ficción.
Modularidad: desde un techo residencial de 5 kW hasta un parque de 300 MW, la escala se adapta.
Intermitencia: el talón de Aquiles de la eólica y la solar; aquí brillan el almacenamiento con baterías y la hidroeléctrica flexible.
Marco regulatorio cambiante: la nueva Ley de Planeación y Transición Energética 2025 busca acelerar permisos para instalaciones de autoconsumo de hasta 20 MW y exentar trámites menores a 700 kW.
Imagina tu recibo de luz como un vaso de agua: entre más renovables consumas, menos “humo” le sirves al planeta y más predecible es el costo a largo plazo. Para la industria, adoptar contratos de suministro limpio es un escudo contra la volatilidad de combustibles fósiles y, de paso, un plus de marketing verde que cada vez piden más cadenas globales.
No todo son kilowatts y gigawatts. Cada torre eólica instalada en Oaxaca deja regalías comunitarias; cada panel vendido genera empleo local en instalación y mantenimiento. Y sí, aún hay resistencia: desde mitos sobre “radiación solar” hasta el clásico “los aerogeneradores matan pájaros”. La mejor vacuna es la información clara y cercana.
Con la llegada de la Comisión Nacional de Energía (CNE) —recién creada para sustituir a la CRE—, se abre la puerta a un rediseño del mercado eléctrico que favorezca la penetración renovable sin tirar la red al piso. Las metas oficiales apuntan a 35 % de generación limpia para 2027, objetivo ambicioso pero alcanzable si las subastas regresan y la inversión privada mantiene el pulso.
Las energías limpias dejaron de ser un “nice to have”. Hoy representan oportunidad de negocio, de ahorro y, sobre todo, de respirarle aire más limpio a nuestras ciudades. En pocas palabras: pasar del discurso a los kilowatts verdes es la mejor inversión colectiva que podemos hacer.
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