La transición energética alcanzó USD 2.4 billones en 2024, pero la concentración en economías avanzadas amenaza la meta global.
La transición energética alcanzó un nuevo hito: 2.4 billones de dólares invertidos en 2024, un aumento del 20% respecto al promedio de los últimos dos años. Sin embargo, detrás de esta cifra histórica se esconde una realidad preocupante: el crecimiento anual de renovables se desaceleró drásticamente, pasando de 32% en 2023 a solo 7.3% en 2024. El reto no es la falta de capital, sino su distribución: 90% de los recursos se concentran en economías avanzadas y China, dejando atrás a países emergentes que enfrentan costos altos, mercados financieros débiles y vulnerabilidad fiscal.
La dependencia de deuda a tasas de mercado (casi 50% del financiamiento) y la escasez de capital concesional agravan la brecha. Sin mecanismos de mitigación de riesgo y cooperación multilateral, los países en desarrollo seguirán rezagados, comprometiendo la meta global de triplicar capacidad renovable para 2030. La concentración no solo es injusta: es ineficiente, porque limita la diversificación de cadenas de suministro y la seguridad energética global.
La región enfrenta una oportunidad estratégica: atraer inversión mediante políticas claras, garantías públicas y alianzas tecnológicas. México, con su potencial solar y eólico, debe acelerar la creación de marcos regulatorios que reduzcan incertidumbre y habiliten financiamiento mixto. Sin ello, la transición será parcial y la competitividad energética quedará comprometida.
El futuro pasa por joint ventures, transferencia tecnológica y cadenas de valor regionales. La transición no puede depender solo de economías avanzadas; requiere un diseño inclusivo que combine inversión, innovación y sostenibilidad social.
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