46 años de petróleo y deuda: el otro rostro de Salina Cruz

La refinería más productiva de Pemex cumple 46 años entre avances técnicos, conflictos ambientales y reclamos de proveedores en Oaxaca.

46 años de petróleo y deuda: el otro rostro de Salina Cruz

La refinería “Antonio Dovalí Jaime” no celebró sus 46 años con aplausos, sino con reclamos. Mientras Petróleos Mexicanos (Pemex) presume su capacidad operativa y el avance de sus nuevos proyectos, pescadores y prestadores de servicios denuncian una historia paralela de contaminación, impagos y deterioro ambiental en el corazón del Istmo de Tehuantepec.

Inaugurada el 4 de agosto de 1979 sobre tierras del ejido Boca del Río, la planta fue construida en 770 hectáreas como parte del plan de autosuficiencia energética del Estado mexicano. En sus primeros años, procesaba 130 mil barriles diarios (BxD) de crudo; hoy su capacidad instalada ronda los 240 mil BxD, aunque algunos reportes técnicos indican fluctuaciones por mantenimiento y daños acumulados.

La refinería de Salina Cruz se mantiene como una pieza clave en el rompecabezas energético nacional. Surtidor de gasolina Magna y Premium, diésel UBA, turbosina, asfalto, azufre, gas licuado y combustóleo, su influencia logística abarca casi todo el litoral del Pacífico mexicano: desde Sonora y Sinaloa hasta Chiapas y Quintana Roo.

Pero el legado de esta planta va más allá de su producción. Vecinos y pescadores han denunciado durante años derrames de hidrocarburos en esteros y zonas de pesca ribereña. En más de una ocasión, manchas de petróleo crudo y gasolina han alcanzado cuerpos de agua cercanos, afectando manglares, fauna marina y la economía pesquera local.

La situación ambiental no es nueva. Entre los incidentes más notorios figura el incendio de junio de 2017 en el área de tanques, seguido de un paro técnico en septiembre tras el sismo de magnitud 8.2. En ambos casos, las pérdidas económicas fueron considerables, y los reportes de daño ambiental aún generan debate.

Además de los impactos ecológicos, la refinería enfrenta señalamientos por adeudos a contratistas y prestadores de servicios locales. Empresarios de la región han denunciado retrasos en pagos desde 2023, lo que ha afectado cadenas de suministro, empleos regionales y proyectos asociados al mantenimiento y modernización de las instalaciones.

A pesar del desgaste acumulado, Pemex avanza con el Proyecto de Aprovechamientos Residuales en Salina Cruz. Este incluye cinco nuevas plantas industriales, entre ellas una coquizadora que permitirá transformar combustóleo en productos de mayor valor como diésel y gasolinas. Se espera que esta obra modernice el perfil productivo de la refinería y aumente su rentabilidad en el mediano plazo.

La paradoja es evidente: mientras la refinería de Salina Cruz es, según datos oficiales, la de mayor volumen de producción de Pemex en 2025, el contexto local refleja una deuda pendiente con el medio ambiente y la población que convive día a día con sus efectos.

En medio de discursos oficiales sobre soberanía energética y autosuficiencia, se abre la pregunta: ¿es posible una refinería moderna que conviva de forma justa con su entorno? La historia de Salina Cruz, con sus luces y sombras, apenas empieza a responderla.

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