Perforadora México (Pemsa), filial de Grupo México, suspendió cuatro plataformas petroleras por impagos de Pemex. La decisión expone la fragilidad del modelo financiero de la paraestatal y su impacto directo en la cadena energética nacional.
Las alarmas ya no suenan dentro de Pemex. Las plataformas, literalmente, se apagan. Lo que parecía una crisis administrativa se convirtió en un colapso operativo para sus contratistas: Perforadora México (Pemsa), filial de Grupo México, confirmó la suspensión de cuatro plataformas petroleras por falta de pagos de la empresa productiva del Estado.
Las plataformas Chihuahua, Zacatecas, Campeche y Tabasco, todas tipo Jack Up, fueron detenidas por decisión estratégica. La empresa decidió que era más rentable mantenerlas fuera de operación que seguir produciendo sin garantías de pago. En su reporte ante la Bolsa Mexicana de Valores, Grupo México fue tajante: la crisis de pagos de Pemex ha imposibilitado seguir operando en condiciones normales.
Los efectos no tardaron en aparecer en los números. Las ventas de Pemsa se desplomaron a 42 millones de dólares al cierre del segundo trimestre de 2025, y su Ebitda cayó un 89.3%, quedando apenas en 7 millones de dólares. Para una empresa con operaciones de alto capital y contratos a largo plazo, este colapso financiero no es menor: es la evidencia de que Pemex no solo está quebrando internamente, sino también hacia afuera.
Este caso no es aislado. Múltiples contratistas del sector han comenzado a mostrar tensiones operativas por el mismo motivo. Pero Pemsa es la primera en detener plataformas enteras por falta de pagos, una señal clara de que la crisis energética ya no se mide solo en barriles, sino en confianza contractual.
A pesar del panorama, las plataformas modulares Veracruz y Tamaulipas de Pemsa mantuvieron eficiencia operativa del 99.95% durante el primer semestre. Esto demuestra que la empresa no carece de capacidad técnica ni de productividad, sino de flujo financiero y certeza.
Esta paradoja —operaciones impecables y finanzas rotas— expone una de las grietas más graves del modelo actual de Pemex: una empresa que depende del capital privado, pero que no puede cumplir sus obligaciones básicas con sus socios.
A diferencia de la división de perforación, la rama energética de Grupo México mostró crecimiento. Con ventas por 157 millones de dólares y un Ebitda de 81 millones, el negocio eléctrico se ha convertido en el contrapeso estratégico ante la incertidumbre petrolera.
El desempeño de la planta de ciclo combinado “La Caridad” y del parque eólico “Fenicias”, que produjo 389.1 GWh en el trimestre, confirma que el futuro del grupo está migrando hacia energías limpias con control directo. De hecho, desde agosto de 2024, Fenicias abastece las operaciones mineras de International Metals de México, asegurando independencia energética y costos estables.
Grupo México no lo dice abiertamente, pero lo deja claro en sus reportes: apostar solo a Pemex es una estrategia suicida. Ante la caída libre de los pagos, su salida es clara: diversificar hacia energía limpia, construir capacidades propias y reducir la exposición a clientes morosos.
Este giro estratégico no solo protege a la empresa, sino que envía un mensaje al sector: la era de las grandes perforadoras al servicio exclusivo de Pemex está llegando a su límite. Y si el Estado no soluciona su crisis de liquidez, la red de contratistas y proveedores que sostiene al petróleo mexicano podría comenzar a colapsar por goteo.
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