Un análisis crítico revela que Pemex podría enfrentar una crisis operativa en el tercer trimestre por falta de fondos, pese a los ajustes contables y pagos parciales a proveedores.
Pemex atraviesa una tormenta perfecta: mientras el gobierno celebra reducciones marginales en su deuda con proveedores, la empresa se queda sin oxígeno financiero para sostener operaciones básicas en el corto plazo. Los números no mienten: sin una inyección urgente de capital o esquemas de asociación con privados, la petrolera mexicana podría colapsar antes de fin de año.
El gobierno presume que la deuda con proveedores bajó de 506,000 a 404,000 millones de pesos, pero omite dos detalles clave:
El pago se hizo recortando inversión crítica en exploración y mantenimiento.
La nueva fórmula del Derecho del Petróleo del Bienestar le extrajo 25,000 millones adicionales a Pemex, ahogando su flujo de efectivo.
Esto no es resolver el problema: es maquillarlo con tijeretazos suicidas.
Solo el 8% de los pozos programados se han perforado (17 de 225), por falta de fondos.
La producción de crudo cayó 205,000 barriles diarios frente a 2024.
Pemex pierde $1.50 por litro en combustibles por el esquema de precios políticos.
En 2025 y 2026 vencen $25,100 millones de dólares en deuda, que terminarán pagando los contribuyentes.
La estrategia actual parece un acto de fe: recortar gastos vitales para pagar deudas inmediatas, mientras la producción —su única fuente real de ingresos— se desploma.
La única salida viable son los contratos con privados, pero el gobierno insiste en un modelo estatista que ya demostró su fracaso. Mientras países como Brasil y Noruega aprovechan alianzas para modernizar sus petroleras, México sigue enterrando dinero en pozos ineficientes.
¿Hasta cuándo? Si no hay un cambio radical, el tercer trimestre podría marcar el inicio de un desastre operativo: paros técnicos, impagos masivos y más rescates con dinero público.
Para entender cómo esto afecta la economía nacional y las posibles soluciones, suscríbete al boletín de AI Regula Solutions. El tiempo se agota, y Pemex —y México— no pueden darse el lujo de seguir equivocándose.
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