Las refinerías de Pemex operan muy por debajo de su capacidad, mientras su situación financiera empeora. ¿Está la empresa petrolera más grande de México al borde del colapso?
Petróleos Mexicanos (Pemex), otrora símbolo de orgullo nacional, enfrenta una tormenta perfecta: sus refinerías operan muy por debajo de su capacidad, sus finanzas están al borde del colapso y su modelo de negocio parece insostenible. Los números no mienten, y lo que revelan es alarmante.
Entre enero y abril de 2025, Pemex procesó un promedio de 933,432 barriles diarios, un 4.3% menos que en el mismo periodo del año pasado. La meta era ambiciosa: 1.48 millones de barriles diarios, pero la realidad los dejó 37% por debajo. Y en abril, la cifra cayó aún más, a 929,515 barriles, una señal clara de que algo no está funcionando.
La refinería Olmeca, proyectada como el gran orgullo de la autosuficiencia energética, es hoy el ejemplo más claro del fracaso. Prometía procesar 340,000 barriles diarios, pero en el primer cuatrimestre apenas alcanzó 48,454. En abril, una falla satelital la dejó en 84,000 barriles, una gota en el océano de lo que se necesitaba.
El problema no es solo operativo, sino económico. De 2019 a 2024, Pemex invirtió 75 mil millones de pesos en rehabilitar sus seis refinerías tradicionales. A eso se suman los más de 20 mil millones de dólares destinados a Dos Bocas, que terminó costando más del doble de lo presupuestado.
Pero el dinero no se tradujo en resultados. La producción de combustibles como gasolina, diésel y turbosina cayó un 6.3%, llegando a apenas 540,000 barriles diarios, casi la mitad de lo prometido. Mientras tanto, la producción de crudo sigue en picada: 8.8% menos que en 2024, con solo 17 pozos perforados en el primer trimestre, la cifra más baja en 30 años.
La nueva administración, encabezada por Víctor Rodríguez Padilla, ha bajado las expectativas: ahora se habla de un incremento del 30% en la producción de destilados para 2030, una meta modesta frente al consumo actual de 1.29 millones de barriles diarios.
Pero el verdadero problema es que Pemex no puede pagar a sus contratistas, lo que frena aún más su capacidad de exploración y mantenimiento. La estrategia de apostar todo a la refinación, mientras se descuida la producción de crudo, parece un juego perdido.
Expertos señalan que Pemex necesita una reestructuración profunda, con mayor inversión en tecnología, transparencia y, sobre todo, un plan realista que deje atrás los discursos políticos. Mientras tanto, México sigue dependiendo de importaciones de combustibles, algo que se suponía esta administración iba a evitar.
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