El sismo en Rusia y la alerta de tsunami en México reavivan preocupaciones sobre la vulnerabilidad estructural de estaciones de servicio en zonas con hundimientos del subsuelo.
La madrugada del 30 de julio, México activó una alerta de tsunami tras el sismo de magnitud 8.8 registrado frente a la península de Kamchatka, Rusia. Aunque el oleaje registrado en costas mexicanas no superó el metro de altura, el evento volvió a poner sobre la mesa una preocupación latente: la fragilidad estructural de las estaciones de servicio en zonas con suelos inestables.
De acuerdo con Isaias Romero, director de Consorcio DCP Ingeniería, el verdadero riesgo no está en la superficie, sino bajo tierra. La combinación de hundimientos por sobreexplotación de acuíferos, urbanización en suelos blandos y errores de diseño estructural ha dejado a muchas gasolineras expuestas a fallas críticas. En zonas donde el terreno se ha desplazado hasta 60 centímetros, las tuberías rígidas y tanques de almacenamiento presentan fracturas, colapsos y riesgo de derrames.
El impacto ambiental de una fuga puede ser devastador. Una sola gota de gasolina oxigenada con MTBE puede contaminar hasta un millón de litros de agua potable, advirtió Romero. Y si un evento sísmico o un tsunami provoca una falla estructural, el daño podría ser irreversible.
Desde los años noventa, Pemex implementó sistemas de doble contención en tanques y tuberías. Sin embargo, en 1997 se impuso un tercer contenedor de concreto con arena, una medida que, según Romero, aumenta el peso sobre suelos ya debilitados, elevando el riesgo de colapso.
La alerta de tsunami, que afectó a estados como Baja California, Colima, Guerrero y Oaxaca, evidenció la necesidad de revisar urgentemente la red de distribución y almacenamiento de combustibles en zonas costeras. Romero concluyó que el Estado debe corregir políticas pasadas, invertir en reforzamiento estructural y actualizar los protocolos de monitoreo sísmico, especialmente en regiones críticas como la falla de San Andrés y el Valle de México.
La seguridad energética no solo depende del suministro, sino también de la resiliencia de su infraestructura. Y en un país sísmicamente activo, esa resiliencia empieza desde el subsuelo.
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