El conflicto en Ormuz dispara el precio del crudo. México gana por exportaciones pero sufre con gasolinas caras. Análisis completo del impacto económico.
El mundo vuelve a mirar con preocupación al Estrecho de Ormuz, donde las recientes tensiones entre Irán y Occidente amenazan con disparar los precios del petróleo a niveles no vistos desde la pandemia. Para México, este escenario presenta una ecuación compleja: por un lado, mayores ingresos por sus exportaciones de crudo; por otro, el fantasma de un nuevo repunte inflacionario impulsado por combustibles más caros.
La subida del Brent por encima de los 92 dólares representa una inyección de recursos para las finanzas públicas mexicanas, calculada en aproximadamente 13 mil millones de pesos anuales por cada dólar de incremento. Sin embargo, esta aparente buena noticia viene acompañada de riesgos significativos para una economía que sigue dependiendo en gran medida de las importaciones de gasolina y diésel.
La paraestatal se encuentra en una encrucijada: mientras podría beneficiarse de mejores precios para sus mezclas de exportación, enfrenta el desafío de costos más elevados en sus operaciones de refinación y logística. Expertos consultados señalan que este escenario podría acelerar los planes de modernización de las refinerías, aunque advierten sobre los riesgos de una implementación apresurada.
Ante este panorama, analistas sugieren tres medidas urgentes:
Fortalecer las reservas estratégicas de combustibles
Acelerar la diversificación de proveedores internacionales
Revisar el esquema de subsidios para proteger a los consumidores sin desequilibrar las finanzas públicas
La crisis en Ormuz sirve como recordatorio de la vulnerabilidad energética de México y la urgente necesidad de avanzar en su transición energética. Mientras el gobierno evalúa sus opciones, empresarios y consumidores deben prepararse para posibles ajustes en los precios de los combustibles durante los próximos meses.
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