Entre 2016 y 2024, Pemex ha enfrentado robos sistemáticos en sus plataformas marítimas. Conoce cómo operan los 'piratas modernos', el impacto económico y los riesgos para la seguridad energética.
El robo sistemático de equipo y materiales en plataformas marítimas de Pemex se ha convertido en una amenaza persistente para la seguridad energética del país. Entre 2016 y 2024, la petrolera estatal ha enfrentado una serie de saqueos perpetrados por “piratas modernos”, quienes sustraen desde bombas hidráulicas hasta sistemas completos de vigilancia, provocando pérdidas millonarias y dejando al descubierto graves fallas en los protocolos de protección de activos estratégicos.
Lo que comenzó como incursiones nocturnas aisladas ha evolucionado hacia robos a plena luz del día, incluso en presencia de trabajadores. Testimonios de personal en más de 150 plataformas y documentos internos de Pemex Logística revelan que los responsables suelen ser habitantes de comunidades cercanas, quienes acceden ilegalmente a las instalaciones para extraer materiales que luego se comercializan en tianguis, redes sociales o centros de reciclaje.
Aunque algunos hurtos parecen menores —como puertas, pedazos de metal o cables de cobre—, Pemex ha registrado incidentes con impactos financieros significativos. En septiembre de 2024, el robo de cables eléctricos en la plataforma Balam-TD Satélite, ubicada en el área Ek-Balam de Campeche, generó pérdidas por 9.48 millones de pesos. Además del daño económico, estos robos comprometen la continuidad operativa y la seguridad del personal.
La comercialización de los equipos robados sugiere la existencia de una red de criminalidad organizada de baja escala, pero con consecuencias graves. Algunos artículos sustraídos tienen usos domésticos o comerciales, lo que facilita su colocación en el mercado informal sin levantar sospechas. Esta dinámica convierte el saqueo en un problema estructural que requiere atención urgente.
Más allá de las pérdidas materiales, el saqueo de plataformas representa una vulneración directa a la infraestructura energética nacional. En un contexto donde Pemex enfrenta presiones financieras y operativas, este tipo de delitos suma una carga adicional que pone en riesgo la estabilidad de sus operaciones en altamar.
La protección de las plataformas marítimas no puede seguir siendo una tarea secundaria. Se requiere una revisión profunda de los protocolos de seguridad, inversión en tecnología de vigilancia y coordinación con autoridades locales para frenar esta amenaza. El saqueo silencioso de Pemex no solo afecta a la empresa, sino a todo el sistema energético del país.
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