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Piden regulación para reciclar paneles solares y evitar crisis ambiental en México

Legisladores, academia e industria piden una norma federal para reciclar y reaprovechar paneles solares. Urgencia: responsabilidad del productor, metas de recolección y economía circular.

Piden regulación para reciclar paneles solares y evitar crisis ambiental en México

La Comisión de Energía en San Lázaro encendió una alerta: México avanza en generación fotovoltaica, pero no tiene reglas claras para el fin de vida de los paneles. En un foro con industria, academia y gobierno, se planteó que sin una norma federal de reciclaje y reaprovechamiento, el país podría enfrentar un problema de residuos y riesgos ambientales en los próximos años. El llamado: economía circular real y responsabilidades definidas para fabricantes, importadores, instaladores y propietarios.

En el encuentro “La vida de los paneles solares más allá de la generación eléctrica”, legisladores y especialistas coincidieron en que el marco actual de residuos es insuficiente para atender la complejidad de los módulos fotovoltaicos, que combinan vidrio, aluminio, polímeros y componentes electrónicos. El debate giró en torno a tres urgencias: crear una norma federal específica, establecer esquemas de responsabilidad extendida del productor (con programas de “take-back”) y profesionalizar redes de recolección, diagnóstico y segundo uso.

La preocupación no es teórica. Estimaciones presentadas en el foro proyectan un volumen acelerado de módulos fuera de especificación o al final de su vida útil en los próximos ciclos, con una parte significativa proveniente de reemplazos anticipados por fallas, eventos climáticos o repotenciaciones. Sin reglas, una fracción de esos equipos podría terminar en tiraderos no regulados, con pérdida de materiales valiosos y riesgos por liberación de compuestos peligrosos en condiciones inadecuadas.

Desde la industria se subrayó que reciclar y reusar sí es viable técnicamente: el vidrio y el aluminio se recuperan con eficiencias altas; las láminas poliméricas y las celdas requieren procesos específicos, pero ya existen tecnologías comerciales para separar y valorizar materiales. El reto es hacerlo a escala y con trazabilidad: inventarios, pruebas eléctricas para el segundo uso donde aplique (baja demanda o aplicaciones off-grid), y rutas certificadas para el desensamble y reciclaje cuando no haya viabilidad de reuso.

El sector energético advirtió sobre una paradoja: México es potencia solar por recurso, pero la transición solo será sostenible si organiza el cierre de ciclo. Eso implica definir quién paga por la recolección y tratamiento, cómo se registra la entrada de módulos al país y su “pasaporte de materiales”, y qué metas de valorización serán obligatorias por periodo. También se puso sobre la mesa la necesidad de alinear estándares con mejores prácticas internacionales para evitar que el país se convierta en destino de equipos obsoletos.

Para los actores operativos —fabricantes, importadores, EPCs, distribuidoras y grandes usuarios— la señal es práctica: preparar hoy planes de manejo, contratos de devolución y respaldos de información (fechas de importación, número de serie, composición, hoja técnica, garantías, historial de fallas), además de acuerdos con gestores autorizados para recolección y tratamiento. Los instaladores pueden diferenciarse con ofertas de mantenimiento y fin de vida: diagnóstico, “health checks” de potencia y degradación, y kits de seguridad para manejo y transporte.

En el terreno regulatorio, la hoja de ruta planteada en el foro sugiere tres hitos: (1) Definición legal del residuo fotovoltaico y su clasificación dentro del universo de residuos eléctricos y electrónicos; (2) Metas progresivas de recolección y valorización con reportes públicos; y (3) Responsabilidad extendida del productor con esquemas de financiamiento y garantías, de modo que el costo del fin de vida no recaiga desordenadamente en municipios o usuarios finales. La ventana para ordenar el mercado es ahora, antes de que el pasivo se dispare.

El mensaje editorial es claro: la transición energética no termina en el inversor. Termina cuando un panel deja de producir y regresa a la cadena de valor como materiales o como equipo de segunda vida debidamente probado. Sin esa última milla, lo renovable pierde su promesa.

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