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PEF 2026: 0.67% a limpias vs 98.6% a hidrocarburos — impactos en interconexión, PPAs y centros de datos

El presupuesto 2026 privilegia hidrocarburos y deja a las limpias con 0.67%. Qué cambia en transmisión, tiempos de interconexión, PPAs híbridos y seguridad de carga para industria y data centers.

PEF 2026: 0.67% a limpias vs 98.6% a hidrocarburos — impactos en interconexión, PPAs y centros de datos

El Proyecto de Presupuesto de Egresos 2026 dejó un mensaje inequívoco: casi todo el gasto energético se enfocará en hidrocarburos, mientras que las energías limpias apenas reciben una fracción. Traducido al terreno operativo, la pregunta ya no es si habrá dinero “suficiente” para la transición —no lo habrá en 2026—, sino dónde se resentirá primero: en tiempos de interconexión, en la disponibilidad de transmisión para nueva capacidad renovable y en la seguridad de carga de industrias intensivas —desde parques de manufactura hasta los campus de centros de datos que hoy empujan demanda en el Bajío y el norte.

La foto fiscal obliga a priorizar. Con un presupuesto dominado por hidrocarburos, CFE Transmisión y Distribución tendrán que hacer más con menos: ejecutar obras críticas, secuenciar mantenimientos y blindar corredores con congestión crónica. En renovables, la ventana realista para 2026 no es la de megadespliegues sino la de proyectos que ya superaron umbrales (derecho de vía, ingeniería avanzada, acceso a sitios y acuerdos con CENACE) y que pueden conectarse con riesgo político bajo. Para bancos y offtakers, eso desplaza el énfasis del “MW instalado” al riesgo de interconexión y a la calidad de respaldo del nodo.

Las decisiones empresariales deberán abrazar la economía total de la energía, no sólo la tarifa. Un PPA solar o eólico que luce barato en papel pierde atractivo si la interconexión se difiere por congestión, si el nodo presenta recorte en horas punta o si el perfil de carga de un data center no encuentra redundancia N-1/N-2. En la práctica, veremos mayor demanda por PPAs híbridos (renovable + respaldo térmico o baterías) y por contratos con cláusulas de disponibilidad que penalicen recortes. La coexistencia con gas seguirá siendo inevitable en 2026: asegura carga firme y estabiliza costos variables, especialmente en regiones ancladas a West Texas.

En lo eléctrico, la transmisión es la mitad silenciosa del problema. El plan federal 2025–2030 marca la ruta, pero su ejecución real depende de priorizar anillos metropolitanos y troncales que desbloqueen nodos industriales y polos logísticos. La evidencia es clara: un kilómetro de línea que reduce horas de congestión puede habilitar más inversión que varios MW renovables aislados. Para el desarrollador, esto redefine la diligencia: además de irradiación o factor de planta, ahora cuenta la elasticidad de red (qué tan rápido se satura el nodo) y la vecindad de refuerzos programados.

Las industrias electrointensivas —acero, automotriz, alimentos y, en 2026, los data centers— tendrán que gestionar su riesgo con una combinación de capacidad contratada, flexibilidad horaria y redundancias físicas. Un contrato de suministro no basta si la ruta de transmisión carece de respaldo. Para los campus de TI, la conversación pasará de “precio por kWh” a “horas sin restricción garantizadas, arquitectura de doble acometida y ventanas de mantenimiento coordinadas con CFE”. En un entorno de presupuesto sesgado, estos atributos valen más que un descuento marginal.

En hidrocarburos, el sesgo presupuestal sostiene la operación: logística, refinación y proyectos de confiabilidad seguirán llevándose el grueso de los pesos. Esa cobertura reduce el riesgo de interrupciones y ayuda a contener costos energéticos, pero no resuelve la trazabilidad ni el cumplimiento ambiental que los mercados —y los reguladores— exigen. 2026 será un año para ordenar la casa: calidad de combustibles, combate al robo fiscal y controles de transporte (balizado, QR, GPS) que den certidumbre a la cadena.

Si hay una síntesis útil para 2026 es la siguiente: transición a paso corto, confiabilidad a paso firme. El empresariado que se tome en serio ese marco no esperará a que el presupuesto cambie; diseñará alrededor de él: PPAs con respaldo, participación en convocatorias de transmisión, gestión activa del perfil de carga y una agenda de eficiencia que capture cada punto porcentual de pérdidas evitadas y cada hora de congestión mitigada. La política marcará el ritmo; la ingeniería y las finanzas decidirán si la música suena.

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