La Ciudad de México impone un límite del 50% de noches al año para rentas en Airbnb. ¿Restaura el equilibrio en colonias turísticas o solo calienta el debate? Expertos, activistas y la plataforma misma chocan sobre el impacto real. Aquí descubrimos si este tope es el primer paso para una política urbana integral.
Ciudad de México, 18 de diciembre de 2024. – La Ciudad de México no quiere que las rentas vacacionales se salgan con la suya. Desde este año, la capital limita el número de noches que un anfitrión puede rentar su depa o casa a través de plataformas como Airbnb, dejando el tope en el 50% de las noches del año. Así, mientras las colonias más turísticas –Roma, Condesa, Polanco– siguen llenándose de maletas con rueditas, el gobierno intenta que sus calles no se vuelvan “territorio Airbnb” y que la gente del barrio no termine pagando la fiesta.
La empresa de hospedaje digital afirma que esta restricción no es el remedio que muchos pintan. Según su portavoz, Sebastián Colín, lo que pasa en otras ciudades como Barcelona o Nueva York prueba que el problema del alza en los precios de renta no depende solo de Airbnb. En Nueva York, por ejemplo, a un año de una regulación estricta, las rentas y tarifas hoteleras siguieron subiendo. Y en Barcelona, pese a casi una década de trabas, los precios siguen por las nubes.
Pero activistas como Carla Escoffié, de la organización Habitat International Coalition, dicen que no se trata de que Airbnb sea el único villano, sino de una parte del rompecabezas urbano: “No podemos quedarnos cruzados de brazos porque no sea el factor principal. Si las rentas suben 30% en colonias codiciadas, mientras el resto de la ciudad lo hace al 10% o 15%, algo pasa”. En palabras llanas, no es lo mismo comparar todo el mar de alquileres de la CDMX con un vasito de agua en zonas específicas: el impacto local importa, y mucho.
Para Rosalba Loyde, consultora en Desarrollo Urbano, el truco de Airbnb es jalar la lupa hasta que se pierde el zoom en las colonias más afectadas. Al contrastar sus números con la inmensidad de viviendas en renta en la ciudad, hacen ver su impacto como una gota en el océano. Pero esa gota es un tsunami en algunas esquinas. Y no se trata de dinamitar el derecho de los propietarios a usar su inmueble, sino de colocar candados para que el “turismo digital” no se coma la vivienda de largo plazo.
La regulación no solo busca tranquilizar precios; también busca que todos paguen lo que toca. Al formalizar el negocio, Airbnb ha entregado más de 2,200 millones de pesos en Impuesto sobre Hospedaje entre 2017 y 2023, aparte de contribuir con 5,500 millones en impuestos federales. Pero la plataforma alega que limitar las noches podría fomentar la informalidad, empujando a algunos a esquivar las normas y a brincarse la cuerda fiscal.
En el otro extremo, empresarios como Chema González, CEO de Alterhome, una plataforma de rentas vacacionales española, creen que las reglas claras no hacen daño: una regulación sensata, bien pensada, establece un campo de juego parejo, puede impulsar la innovación y la profesionalización, aunque si la burocracia se vuelve un laberinto, las pequeñas empresas podrían quedarse al margen.
¿Y qué falta todavía? Para las especialistas, transparencia y datos concretos. Si la ciudad quiere atinarle a la regulación, necesita buena información, participación ciudadana, una zonificación que delimite dónde se pueden multiplicar estas rentas y dónde mejor controlar su proliferación. También se requiere distinguir entre el tío que renta su depa extra y la inmobiliaria con cientos de unidades, así como integrar a los hoteles en la plática.
En Europa, estas discusiones ya tienen rato cocinándose. En Barcelona hicieron mapas y zonificaciones; en Nueva York, la organización de inquilinos y las verificaciones constantes moldearon la política. En la CDMX se ha avanzado, pero todavía hay camino por recorrer. La idea es no copiar-pegar regulaciones de otras ciudades, sino ajustarlas a la realidad chilanguita, más informal y diversa.
En resumen, la regulación a Airbnb en la CDMX ni es una varita mágica ni el demonio encarnado. Es más bien un intento por equilibrar la balanza, defender a los vecinos sin aplastar a los emprendedores, y hacer que, cuando busques dónde quedarte en esta ciudad, no tengas que hipotecar un riñón ni ver cómo la colonia se vacía de vecinos de siempre.
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