Aranceles de Trump: ¿bomba de tiempo para México y Canadá?

Conoce por qué el ultimátum de Donald Trump sobre aranceles del 25% podría sacudir el T-MEC y poner a México y Canadá contra la pared, mientras negocian a contrarreloj para evitar un impacto masivo en la economía y el comercio.

Aranceles de Trump: ¿bomba de tiempo para México y Canadá?

Las tensiones en Washington y los sobresaltos en la Ciudad de México van en crescendo tras las últimas declaraciones de Donald Trump acerca de los aranceles del 25% que prometió aplicar a México y Canadá. Mientras el mandatario estadounidense alega que estos impuestos tienen el fin de frenar el tráfico de fentanilo y la migración irregular, el calendario avanza hacia el 4 de marzo, fecha límite para que sus vecinos del norte y del sur le presenten soluciones concretas. Por lo pronto, Trump se planta en que todo va “según lo programado” y no muestra demasiada disposición a ceder terreno.

En una rueda de prensa conjunta con el presidente francés, Emmanuel Macron, el inquilino de la Casa Blanca fue tajante al decir que “los aranceles siguen adelante”, sin exhibir pizca de duda en sus palabras. Mientras tanto, en territorio mexicano, la presidenta Claudia Sheinbaum se apresura a demostrar buena voluntad. Anunció que, de ser necesario, tomará el teléfono para conversar con Trump antes de que el reloj marque el fin del plazo. Y es que la amenaza de tarifas descomunales podría dar al traste con la relación comercial que México y Canadá sostienen con Estados Unidos, bajo los principios del T-MEC.

La cosa no es sólo política: los nervios se encienden también en las plantas automotrices y en miles de empresas que dependen de las exportaciones a Estados Unidos. Si el 25% se hace realidad, la estructura de costos y la cadena de suministro podrían tambalearse. Por eso, tanto México como Canadá han corrido a tender puentes y a calmar las aguas. El gobierno mexicano, en un intento de quitarle la espina a Trump, desplegó 10 mil elementos de la Guardia Nacional en la frontera norte para frenar el tráfico de drogas; y no falta quien sospeche que, de no llegar a un acuerdo, podrían venirse represalias más grandes de parte del magnate republicano.

La retórica de Trump subió de tono en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), cuando dijo a micrófono abierto que “no está contento con México, ni con Canadá”, tras defender los aranceles dirigidos contra China por supuestamente facilitar la entrada de fentanilo a Estados Unidos. Este regaño público recordó de nuevo que el presidente estadounidense no tiene empacho en amenazar a quien sea, así se trate de sus principales socios de libre comercio.

Entre tanto, Macron, intentando apagar el fuego, habló de una “competencia justa” e intercambios equitativos. Son bonitas palabras, pero los aranceles de Trump no han hecho más que tensar las cuerdas. Y por si no bastara con el 25% a los productos mexicanos y canadienses, el magnate advirtió que puede imponer más impuestos a países que se atrevan a contestar con sus propias tarifas a las importaciones gringas. Es decir, la clásica historia de ojo por ojo.

La posición de Trump, que insiste en “reciprocidad”, hace recordar a algunos analistas el viejo debate sobre si no será un simple juego de presión para arrancar más concesiones a México y Canadá. Sin embargo, esta vez parece algo distinto: la amenaza está por escrito, hay una fecha límite y varios sectores —del automotriz al agroindustrial— podrían pagar los platos rotos si no se logra un acuerdo inmediato.

Falta ver si el inminente jalón de orejas se convertirá en una sacudida monumental para el T-MEC o si, tras bambalinas, el gobierno mexicano y el canadiense podrán endulzarle el oído a Trump con nuevas medidas de control fronterizo y combate al tráfico de opiáceos. El tiempo corre, y el tablero se ve más incierto que nunca.

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