Descubre cómo Claudia Sheinbaum frenó, al menos temporalmente, los aranceles del 25% de Donald Trump, y qué implica el compromiso de reforzar la frontera contra el fentanilo y el tráfico de armas.
La tensión comercial entre México y Estados Unidos tuvo un nuevo giro en los últimos días. Donald Trump sacó del cajón su vieja amenaza de aranceles del 25% y los impuso, de un plumazo, a los productos mexicanos y canadienses, pero tras intensas pláticas, la presidenta Claudia Sheinbaum logró un acuerdo para poner en pausa estas tarifas por un mes. ¿Cómo se consiguió ese ‘tiempo extra’? De acuerdo con la mandataria, fue una “labor de gabinete” que involucró al secretario de Economía, Marcelo Ebrard, y al equipo de seguridad, quienes, entre otras cosas, ofrecieron reforzar la frontera con 10 mil efectivos de la Guardia Nacional para frenar el tráfico de fentanilo. A cambio, la Casa Blanca prometió arrimar el hombro para impedir que entren armas de alto poder a territorio mexicano.
Aun así, la respuesta de Sheinbaum no se detiene en colocar uniformados a la frontera norte. También dejó claro que “la soberanía no es negociable”, sobre todo ante especulaciones de que las fuerzas armadas estadounidenses podrían intervenir en suelo mexicano, tema que cobró relevancia después de que Elon Musk se aventurara a decir que solo el Ejército de EU podría ‘derrotar’ a los cárteles. La presidenta sentenció: “Eso nunca”.
Mientras tanto, Marcelo Ebrard se alista para un encuentro con el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, en cuanto éste sea ratificado, y subraya que la colaboración es de interés estratégico para ambos países, pues no conviene dañar las cadenas de suministro ni la dinámica comercial que se ha ido construyendo por décadas. Eso sí, Trump dejó abierta la posibilidad de subir los aranceles todavía más si México da ‘un paso en falso’ —por ejemplo, si responde con sus propias tarifas. El republicano se escuda en que su país está en crisis por el fentanilo y la inmigración, y que presionar a sus vecinos es la manera más directa de forzar la colaboración.
El sector empresarial, especialmente del lado estadounidense, ve con preocupación este juego de tira y afloja, pues teme un efecto dominó: inflación, reducción de empleos y, en el peor escenario, un golpe a la competitividad en la región. A pesar de todo, Sheinbaum mantiene la actitud de “hablar con todos”, prueba de ello son sus recientes comunicaciones con Justin Trudeau de Canadá. Por ahora, el reloj corre y, en un mes, se sabrá si estas negociaciones pintan para un alivio permanente o si el fantasma de los aranceles regresa con más fuerza.
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