Pemex enfrenta su mayor desafío financiero en el negocio de refinación. Con pérdidas por 585 mil millones en 2024, expertos advierten que refinar en México es más costoso que exportar crudo. Conoce los datos y el impacto.
En 2024, Pemex Transformación Industrial (TRI) —la división encargada del refinado de petróleo— acumuló pérdidas por más de 585 mil millones de pesos, convirtiéndose en el principal foco de deterioro financiero de la empresa productiva del Estado. Esta cifra, que representa casi el 40% de las pérdidas totales reportadas por Pemex en el año, evidencia que el problema estructural no está en la extracción de crudo, sino en su procesamiento. La situación ha encendido alertas entre analistas, reguladores y organismos financieros, que advierten sobre la sostenibilidad del modelo energético mexicano.
De acuerdo con el análisis de Energía a Debate, el costo directo de los productos refinados ha sido sistemáticamente mayor que los ingresos obtenidos por su venta. En los últimos dos años, Pemex TRI ha perdido más de 42 dólares por cada barril procesado, lo que significa que el país pierde dinero cada vez que transforma crudo en gasolina o diésel.
Este fenómeno no es nuevo, pero se ha agravado. En 2024, la pérdida neta por cada barril extraído y refinado fue de 19 dólares, lo que refleja una ineficiencia estructural del Sistema Nacional de Refinación (SNR). A pesar de las inversiones multimillonarias en infraestructura, el rendimiento operativo sigue siendo negativo.
La refinería Olmeca, en Dos Bocas, es el ejemplo más visible de esta paradoja. Inaugurada en 2022 y oficialmente operativa desde mediados de 2024, procesó en mayo de 2025 apenas 114,900 barriles diarios, lo que representa solo el 33.8% de su capacidad instalada. A pesar de haber costado más de 16 mil millones de dólares, su operación parcial y limitada pone en duda la rentabilidad del proyecto.
La producción de hidrocarburos líquidos por parte de Pemex en 2024 fue de 1.759 millones de barriles diarios, una caída del 6.2% respecto al año anterior. Esta disminución limita la capacidad de alimentar las refinerías y reduce los ingresos por exportaciones. Además, la producción de gas natural también cayó un 6.1%, afectada por el cierre de pozos y la declinación natural de campos.
Mientras tanto, la deuda financiera de Pemex cerró el año en 97,600 millones de dólares, y aunque se ha reducido ligeramente, sigue siendo una carga estructural que limita la capacidad de inversión en áreas estratégicas.
Expertos como Óscar Ocampo, del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), advierten que la insistencia en refinar internamente responde más a una lógica política que económica. “La autosuficiencia energética no puede construirse sobre una base financiera insostenible. Exportar crudo es más rentable que refinarlo en México bajo el esquema actual”, señala.
La estrategia energética nacional ha priorizado símbolos de soberanía —como la construcción de refinerías— sin resolver los problemas de eficiencia, mantenimiento y logística que afectan al sistema de refinación. Mientras el mundo avanza hacia modelos híbridos, con biocombustibles y captura de carbono, México sigue apostando por un esquema tradicional que consume más recursos de los que genera.
Las pérdidas acumuladas por Pemex TRI en los últimos seis años superan los 1.5 billones de pesos, equivalentes al 166% del presupuesto ejercido por la Secretaría de Salud en ese mismo periodo. Esta cifra no solo compromete la viabilidad de Pemex como empresa, sino que también presiona las finanzas públicas y limita la capacidad del Estado para invertir en salud, educación o transición energética.
La pregunta ya no es si refinar es caro, sino si el país puede seguir sosteniendo un modelo que pierde dinero por diseño. Replantear la estrategia de refinación no es una opción ideológica, sino una necesidad fiscal y operativa.
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