Las importaciones de gasolina de Pemex alcanzan su pico anual mientras sus refinerías operan a media máquina. Descubre cómo esta dependencia está drenando las arcas nacionales.
Mientras el gobierno presume la "soberanía energética", Pemex acaba de marcar un récord vergonzoso: 351,000 barriles diarios de gasolina importada en mayo, la cifra más alta del año. Esto significa que por cada barril que producen sus refinerías, compran otro en el extranjero. Un círculo vicioso donde México paga dos veces: primero por no refinar, luego por importar.
$937 millones mensuales gastados en gasolina extranjera (suficientes para construir 2 hospitales de alta especialidad).
Solo 327,500 barriles producidos diariamente, 5% menos que el mes anterior.
Dos Bocas, la refinería insignia, opera a menos del 40% de su capacidad prometida.
Andrés Manuel López Obrador prometió en 2018 que México dejaría de importar gasolina. Siete años después:
Valero y Exxon controlan 33% del mercado de importaciones.
Las refinerías de Pemex envejecen sin mantenimiento adecuado.
Tula y Salina Cruz, claves para producir combustibles limpios, siguen en obras eternas.
La presidenta Claudia Sheinbaum heredó este desastre y ahora anuncia un "plan de transformación" que, hasta ahora, solo incluye cambiar el estatus legal de Pemex a "servicio público"... mientras sigue quemando dólares en importaciones.
Cada barril importado profundiza la crisis:
La deuda de Pemex ($101 mil millones) crece con cada compra al extranjero.
La producción crudo (1.6 millones de barriles/día) no alcanza ni para cubrir las necesidades internas.
El círculo vicioso: Vendemos crudo barato a EE.UU. y compramos gasolina cara.
"Estamos financiando empleos en Texas mientras despedimos trabajadores en Minatitlán", denuncia un líder sindical petrolero.
Sheinbaum promete un "nuevo modelo", pero expertos señalan lo obvio:
Invertir en mantenimiento urgente de refinerías (no en mega-proyectos políticos).
Actualizar las plantas coquizadoras para procesar crudo pesado.
Parar la sangría de dólares en importaciones con metas realistas.
Mientras tanto, México sigue siendo rehén de los buques tanqueros... y de sus propios errores.
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