El país duplicó sus puntos de recarga pública en 2024 y, junto con Brasil, concentra el 86 % de la infraestructura de la región; el parque de autos eléctricos latinoamericano ya supera las 444 000 unidades.
En solo doce meses, México pasó de 1 340 a 3 212 cargadores públicos para vehículos eléctricos, un salto del 140 %que lo coloca como segundo lugar regional detrás de Brasil. Esta expansión llega en el momento justo: el parque latinoamericano de autos a batería y enchufables se triplicó durante 2024 hasta alcanzar 444 071 unidades, un 187 %más que el cierre de 2023.
Peso regional. Brasil y México concentran 86 % de toda la infraestructura de recarga de América Latina y el Caribe, lo que los convierte en la puerta de entrada de la electromovilidad continental.
Tendencia global. Aunque la región apenas roza el 0.7 % del parque eléctrico mundial, el ritmo latinoamericano duplica el promedio de mercados emergentes, según la Agencia Internacional de Energía (IEA).
Efecto China. Más del 60 % de los modelos importados proviene de fabricantes chinos, el país que domina 47.9 % de las ventas globales de autos nuevos eléctricos.
Detrás del crecimiento relámpago se combinan exención de aranceles para cargadores, planes estatales de incentivos fiscales y la ola de inversión privada en corredores carreteros. Empresas energéticas, retailers y hasta cadenas hoteleras aprovechan que instalar un cargador rápido hoy cuesta 40 % menos que hace dos años, gracias a componentes chinos de bajo costo y financiamiento verde.
La meta oficial —no escrita, pero comentada en la industria— es cerrar 2025 con al menos 5 000 cargadores públicos, priorizando rutas turísticas y nodos logísticos del T-MEC. De lograrse, México pasaría de ser “early adopter” a hub regional para el transporte eléctrico ligero y, pronto, de carga.
En el primer trimestre de este año, Colombia cuadruplicó sus ventas de autos de batería, mientras que Uruguay mantuvo un ritmo de dos dígitos; sin embargo, Brasil y México siguen dominando en unidades absolutas vendidas. El fenómeno responde a tres factores:
Precio a la baja. Modelos compactos chinos ya se ofrecen en México por debajo de los 400 000 pesos, recortando la brecha con los de combustión.
Política fiscal selectiva. Algunos estados otorgan tenencia cero y descuentos en verificación para EV.
Más enchufes, más confianza. Cada estación nueva reduce el “miedo a quedarse sin carga”, principal barrera de entrada.
No todo es color de rosa. Olade advierte tres desafíos inmediatos: costo inicial alto, cobertura de recarga desigual y autonomía limitada frente a recorridos interurbanos. Además, la red eléctrica mexicana requiere modernizar subestaciones y líneas de distribución para absorber la demanda simultánea de cargadores rápidos.
“Sin un plan nacional de infraestructura inteligente, podemos saturar los nodos urbanos en horas pico”, alerta Elisa Carrillo, investigadora del Instituto de Energías Renovables de la UNAM.
Nearshoring eléctrico. Armadoras chinas y europeas evalúan plantas de baterías en el Bajío, atraídas por el mercado norteamericano.
Regulación en puerta. La CRE trabaja en tarifas diferenciadas para recarga nocturna; la SHCP analiza estímulos temporales al IVA en puntos de carga domésticos.
E-trucks a la vista. Logísticos como Bimbo y Femsa ya prueban flotas de reparto eléctrico; su adopción masiva depende de corredores de alto voltaje en autopistas federales.
México está pisando el acelerador —y en silencio, porque los motores ya no rugen— hacia una movilidad más limpia. Si la infraestructura mantiene el ritmo de crecimiento y los incentivos se afinan, podríamos ver un millón de autos eléctricos rodando por nuestras calles antes de que termine la década.
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