La reforma 2025 reconoce usos diversos de la geotermia más allá de la electricidad: calor estable para invernaderos, secado y frío por absorción, con contratos medibles y bancables que revalorizan suelos ociosos.
La reforma de marzo de 2025 puso por escrito algo que el campo mexicano llevaba años necesitando: usar la geotermia más allá del kilowatt. No sólo turbinas. Calor para cultivar en invierno, secar sin diésel, enfriar con absorción y devolverle vida a suelos que hoy están ociosos. La ley ya reconoce esos “usos diversos” y les da ruta. El resto depende de nuestra capacidad para ordenar permisos, demostrar ahorro y hablarle al inversionista en su idioma.
Por primera vez, la ley distingue —con nombre y apellido— Permisos para Usos Diversos y Aprovechamientos Geotérmicos Exentos. Eso abre un carril para proyectos térmicos que no pasan por un PPA eléctrico ni por una central de gran escala. En castellano: si tienes demanda de calor (invernadero, secado, cuartos fríos por absorción) y un recurso térmico a distancia razonable, puedes estructurar un proyecto bancable con contratos de suministro de calor, medido, auditado y pagado por desempeño.
Detrás del cambio normativo hay una idea poderosa: el valor del calor estable en un país donde el GLP y el diésel marcan la volatilidad de la agroindustria. Quien cambia combustible por MWt confiables no sólo reduce costos: recupera previsibilidad. Y con previsibilidad nace el crédito.
Un proyecto térmico sólido no se cuenta con mapas bonitos; se sostiene con tres verdades: que hay calor útil, que existe quien lo compre y que el riesgo regulatorio está bajo control. La ley de 2025 acorta ese tercer tramo. El primero y el segundo se trabajan en campo.
Recurso. México no parte de cero. Cerro Prieto ancló Baja California; Los Azufres y Los Humeros han probado que el subsuelo mexicano responde; Tres Vírgenes y Domo San Pedro demostraron que también el sector privado puede operar geotermia. La pregunta ya no es “si hay calor”, sino dónde está a distancias que hagan sentido para moverlo. A veces el mejor proyecto está a 15–30 km de una planta, donde el gradiente y la logística permiten entregar calor a invernaderos o a cámaras de frío compartidas.
Demanda. La agroindustria mexicana ya paga por calor —lo llama GLP, lo llama diésel— y pierde dinero cuando el precio salta. La geotermia entra justo ahí: mismo servicio térmico, menos incertidumbre. Si un empaque firma por el frío que necesita, si una cooperativa aseguran su temporada de secado, si un productor estabiliza la temperatura del invernadero, el flujo existe. El banco escucha cuando el flujo existe.
Regulación. Con la reforma, la tramitación para usos no eléctricos dejó de ser un anexo. Tiene figura propia. Y lo que tiene figura propia puede planearse: expediente técnico del recurso, trazos de servidumbre para tuberías, intercambiadores dimensionados, medición de calor entregado, monitoreo ambiental e hídrico, y una narrativa de impacto local que se sostiene con datos.
Quien ha caminado una hectárea que ya nadie siembra conoce ese silencio: no es el del descanso, es el del abandono. La geotermia no “rescata” por sí sola; ordena. Ordena la temperatura donde la noche quema la planta, ordena la humedad donde el secado falla, ordena el frío donde la post-cosecha se desangra. Y en ese orden cabe una promesa concreta: empleo local con cadenas cortas, menor consumo de combustibles y márgenes que no dependen del humor del mercado internacional.
La historia se repite en voz baja: un invernadero mediano que amplía temporada, un secador que homologa calidad, un cuarto frío que evita merma. No son titulares de portada; son negocios que duran. Y cuando duran, atraen capital paciente.
La banca y los fondos no financian esperanzas; financian contratos y mediciones. La geotermia térmica se hace financiable cuando el costo nivelado del calor (LCOH) es competitivo frente al combustible desplazado, cuando el contrato paga por kWh térmico entregado con disponibilidad mínima, y cuando el riesgo de recurso se reduce por fases: prueba de pozo, piloto con offtaker real, escalamiento. Nada místico: contadores de energía térmica, garantías de rendimiento, índices ligados al GLP/diésel y seguros donde haga falta.
Quien busca “subsidio” suele llegar tarde; quien demuestra ahorro neto llega con ventaja. La ley ya reconoce el uso; ahora hay que hablarle al balance general.
Cerro Prieto enseñó que se puede anclar una región con geotermia. Los Azufres confirmó que climas complejos también se ordenan con calor. Los Humeros demostró que la ingeniería mexicana no se arruga ante proyectos largos. Domo San Pedro probó que el privado también puede jugar. El mapa no es un dibujo: son décadas de aprendizaje. La reforma de 2025 tomó ese aprendizaje y lo convirtió en política pública.
No habrá una “fiebre del vapor”; habrá proyectos discretos que se encadenan. Un ejido que rehabilita hectáreas con clima controlado; un corredor que integra secado geotérmico y frío por absorción; una ciudad intermedia que organiza su agroparque térmico y deja de depender del precio spot del GLP. El país no necesita promesas nuevas; necesita cumplir estas pocas bien.
Cuando un lector entiende eso —que la ley ya abrió la puerta y que el modelo de negocio está al alcance— suele pasar lo inevitable: quiere que lo acompañen en el proceso. Y ese acompañamiento empieza por información que no busca likes, busca decisiones.
¿La reforma de 2025 sirve para proyectos pequeños o sólo para industriales?
Sirve para ambos, siempre que exista demanda térmica identificable, un recurso medible y un contrato que pague por desempeño. La figura de Usos Diversos permite estructurar desde un invernadero hasta un agro-parque.
¿Necesito generar electricidad para usar geotermia?
No. La ley reconoce aprovechamientos distintos a la generación eléctrica. Si tu negocio es calor —proceso, secado, frío por absorción—, no estás obligado a montar un ciclo eléctrico.
¿Cómo se mide y se factura el calor?
Con contadores térmicos en el punto de entrega y parámetros de disponibilidad. Los contratos suelen indexar el precio al GLP/diésel desplazado y fijar penalizaciones por incumplimiento.
¿Dónde tiene más sentido empezar?
En radios logísticos alrededor de campos probados (Cerro Prieto, Los Azufres, Los Humeros, Tres Vírgenes, Domo San Pedro) o en zonas con gradiente suficiente y offtakers ya identificados.
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