Halliburton advierte que la caída en la producción de Pemex y los retrasos en pagos están paralizando la actividad petrolera en México. Conoce el impacto en proveedores y la respuesta del gobierno.
La petrolera estatal mexicana enfrenta una tormenta perfecta. La caída del 8.4% en la producción de crudo y condensados de Pemex durante mayo —que la llevó a un nivel de apenas 1.64 millones de barriles diarios— ha encendido las alarmas en la cadena de suministro energética. Pero no es solo un problema de producción: la falta de pagos a proveedores está paralizando la actividad de empresas clave como Halliburton, que esta semana advirtió que la situación en México está presionando su operación global y comprometiendo la viabilidad de nuevos proyectos.
Durante la presentación de sus resultados del segundo trimestre, Halliburton —uno de los mayores proveedores de servicios petroleros del mundo— reconoció que la reducción de actividad en México y Arabia Saudita provocará una caída de ingresos internacionales de entre 5% y 7% anual. En América Latina, la empresa ya reporta una disminución del 19% interanual, con México como el principal factor de contracción.
La razón es clara: Pemex no está pagando a tiempo. Según cifras de Energy Magazine, 9% de las cuentas por cobrar globales de Halliburton —equivalentes a más de 5,200 millones de dólares— corresponden a clientes mexicanos, principalmente Pemex.
La situación no es exclusiva de Halliburton. Empresas como SLB (antes Schlumberger) y Baker Hughes también han reportado caídas de hasta 11% en ingresos internacionales, directamente relacionadas con la suspensión de contrataciones y pagos por parte de Pemex. El número de plataformas activas en México cayó un 52% en el último trimestre, y un 72% respecto a su pico en 2023.
La Asociación Mexicana de Empresas de Servicios Petroleros (AMESPAC) advirtió que varias compañías podrían cesar operaciones en julio si no se regularizan los pagos. Algunas ya han comenzado a retirar personal técnico y suspender contratos de mantenimiento, perforación y logística.
La caída en la producción no es un fenómeno aislado. Pemex cerró 2024 con pérdidas auditadas por 768 mil millones de pesos, y mantiene más de 506 mil millones en cuentas por pagar a corto plazo. Su deuda financiera supera los 97 mil millones de dólares, lo que la convierte en la petrolera más endeudada del mundo.
Este entorno ha generado un efecto dominó: sin pagos, los proveedores detienen operaciones; sin operaciones, la producción cae; y sin producción, los ingresos fiscales y exportaciones se desploman.
La administración de Claudia Sheinbaum ha reconocido el problema y ha comenzado a liberar pagos parciales a proveedores. En junio, se anunció un primer abono de 147 mil millones de pesos, pero los montos siguen siendo insuficientes para reactivar completamente la cadena de valor.
Además, se evalúa una reestructura operativa de Pemex Exploración y Producción (PEP), con el objetivo de priorizar campos de alta rentabilidad y reducir la dependencia de servicios externos. Sin embargo, los analistas advierten que sin una solución estructural al problema de liquidez, la crisis podría escalar.
La advertencia de Halliburton no es solo una señal de alarma para Pemex, sino para todo el ecosistema energético mexicano. Si las empresas de servicios abandonan el país, la capacidad de exploración y producción se verá comprometida por años. Además, la pérdida de confianza de proveedores internacionales podría dificultar futuras alianzas estratégicas, justo cuando México necesita inversión para sostener su producción y transitar hacia una matriz energética más diversificada.
La reactivación del sector no depende solo de voluntad política, sino de liquidez, certidumbre contractual y eficiencia operativa. Sin estos elementos, la industria petrolera mexicana corre el riesgo de entrar en una fase de contracción prolongada.
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