Descubre cómo Marcelo Ebrard planea frenar el impuesto del 25% al acero y aluminio mexicano, reuniéndose con los secretarios clave de Trump para exponer por qué, según datos oficiales, esas tarifas no tienen ni pies ni cabeza.
El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, se ha convertido en la voz más firme de México contra la amenaza de aranceles que Donald Trump pretende imponer al acero y aluminio mexicanos. A ojos de Ebrard, no existe justificación para el gravamen de 25%, pues, de acuerdo con cifras oficiales, nuestro país importa más de estos materiales desde Estados Unidos de lo que envía al otro lado de la frontera. De aplicarse, la tarifa golpearía sin piedad a los principales exportadores nacionales, y de rebote, también encarecería la materia prima que las propias industrias estadounidenses necesitan para varios de sus procesos.
El argumento clave es que, según la Canacero y la Oficina del Censo de EU, Estados Unidos mantiene un superávit con México en este sector. En otras palabras, ellos nos venden más acero y aluminio de lo que nosotros les mandamos. Ebrard incluso presentó una gráfica que muestra que las exportaciones de México al mercado norteamericano están a niveles similares a los de 2015, mientras que las ventas de EU han alcanzado picos históricos. En su versión, es un sinsentido que se les acuse de saturar el mercado estadounidense.
Ebrard explica que la presidenta Claudia Sheinbaum le instruyó a iniciar consultas con la administración de Trump, a fin de dejar claro que el supuesto exceso de exportaciones de acero desde México es solo un mito. Lo que se busca es desmontar la narrativa de la Casa Blanca según la cual México se ha aprovechado del tratado comercial para inundar el mercado de metal barato. Aun así, el tiempo corre en contra: Trump dijo que el impuesto de 25% entraría en vigor el 12 de marzo si no se alcanza algún acuerdo.
Para hacer frente a la tormenta arancelaria, Ebrard prepara un viaje para reunirse con Jamieson Greer, candidato a representante comercial de Estados Unidos, y Howard Lutnick, nominado a secretario de Comercio. Lutnick, de hecho, adelantó que está considerando aplicar nuevos aranceles a México y Canadá en abril, luego de una revisión a la política comercial estadounidense. Con este panorama, las negociaciones suenan a última oportunidad antes de que se desate una guerra comercial que enrede aún más las relaciones bilaterales.
Hay que recordar que esta misma semana, Trump amagó con imponer un 25% a todas las importaciones de México y Canadá, presionando porque ambos países contengan la migración indocumentada y el tráfico de fentanilo. Ebrard insiste en que ese tipo de amenazas paralelas solo revuelven asuntos que deberían atenderse por separado. Para la parte mexicana, mezclar migración y acero en un mismo costal carece de fundamento económico y perjudica el espíritu de cooperación que subyace en el T-MEC.
Ebrard no se limitó a defender la postura mexicana. También advirtió que gravar el acero perjudicaría a las propias compañías de EU, ya que gran parte de los productos metálicos cruzan la frontera hasta ocho veces en el proceso de producción. Sin ese libre flujo, se entorpecen las cadenas de suministro, se disparan los precios y la industria estadounidense sufre. Aunque suene paradójico, imponer tasas a los socios podría convertirse en un tiro por la culata para la economía de Trump.
En definitiva, la jugada de Trump podría minar la credibilidad del pacto comercial recién negociado y complicar el escenario binacional a varios frentes: migración, fentanilo, exportaciones de agro... Ebrard, por su parte, se aferra a la diplomacia y a las cifras contundentes para evitar una escalada que, si no se detiene, dañará fuertemente tanto a México como a Estados Unidos.
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