La salida de la directora jurídica Rosa Bello evidencia la pérdida de influencia de Víctor Rodríguez y el avance del grupo de Luz Elena González en Pemex.
La salida inminente de Rosa Bello, directora jurídica de Pemex, marca un punto de quiebre en la estructura de poder de la empresa más grande del país. Bello, considerada una pieza clave en negociaciones estratégicas, deja el cargo en medio de tensiones internas y cuestionamientos sobre su papel en contratos sensibles. Su retiro se suma a la defenestración de Claudia Guerrero, exjefa de oficina del director general, ocurrida hace dos meses, y confirma la pérdida de influencia de Víctor Rodríguez, quien asumió la dirección con la promesa de modernizar la petrolera y atraer inversión privada.
Con la salida de Bello, se abre una disputa por una oficina estratégica que define el rumbo legal y contractual de Pemex. En los pasillos de la Torre de Anzures se comenta que el vacío será aprovechado por el grupo encabezado por Luz Elena González, secretaria de Energía, que ha ganado terreno en la toma de decisiones. González, arquitecta del Plan Estratégico 2025-2035, busca consolidar un Pemex integrado, menos dependiente de Hacienda y alineado con estándares internacionales. Su influencia se extiende a áreas críticas como administración, abastecimiento y planeación, desplazando al círculo cercano de Rodríguez.
A más de un año de gestión, Rodríguez enfrenta un escenario adverso: sin acuerdos relevantes con el sector privado —salvo el pacto con Carlos Slim— y con una empresa que requiere rescates permanentes para operar. La falta de avances en eficiencia y transparencia ha debilitado su posición frente a los grupos que controlan la agenda energética desde Palacio Nacional y la Secretaría de Energía. Mientras tanto, la petrolera arrastra una deuda superior a 97 mil millones de dólares, presiones por pagos a contratistas y la urgencia de cumplir metas de producción en un mercado cada vez más competitivo.
La reconfiguración del poder en Pemex no es solo un asunto interno: impacta la relación con inversionistas, la ejecución de proyectos estratégicos y la credibilidad del gobierno en su apuesta por la soberanía energética. El desenlace de esta pugna definirá si la empresa logra avanzar hacia un modelo más eficiente y transparente o si se profundiza la fragmentación que ha frenado su recuperación. En el corto plazo, la designación de la nueva titular jurídica será la señal más clara de quién controla realmente el timón de Pemex.
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