La trazabilidad se convierte en la prueba definitiva de legalidad para gasolinas y diésel en México. ¿Qué implica para el sector?
El sector gasolinero enfrenta un cambio estructural que redefine la forma en que opera: la trazabilidad ya no es solo una obligación documental, sino la prueba tangible de legalidad en cada etapa de la cadena de suministro. Con la entrada en vigor del Reglamento de la Ley del Sector Hidrocarburos (LSH), todas las empresas y personas físicas que comercialicen gasolinas, diésel y otros combustibles deberán hacerlo bajo una marca registrada ante la autoridad, eliminando la figura de la “bandera blanca”.
Este ajuste normativo busca cerrar la puerta al mercado ilícito, que genera pérdidas millonarias por robo e importaciones ilegales. La marca deja de ser un elemento comercial para convertirse en un instrumento de control regulatorio, asignando responsabilidad directa sobre la custodia del producto y facilitando el rastreo desde la terminal de almacenamiento hasta el expendio al consumidor final.
La trazabilidad exige demostrar la licitud del producto en cada punto de la cadena. Esto implica integrar sistemas digitales que registren movimientos, volúmenes y responsables, así como protocolos que permitan auditar la operación en tiempo real. Para los expendedores, el reto no es solo cumplir, sino definir con precisión el punto de quiebre de la responsabilidad: ¿dónde termina la obligación del transportista y comienza la del comercializador?
La regulación obliga a repensar procesos logísticos y comerciales. Las estaciones deberán garantizar que cada litro vendido pueda ser rastreado hasta su origen, lo que implica inversiones en tecnología, capacitación y controles internos. Las empresas que adopten soluciones de IA para monitoreo predictivo, plataformas de blockchain para trazabilidad y sistemas de alertas regulatorias tendrán ventaja competitiva en un mercado donde la transparencia será el nuevo estándar.
Este cambio no solo busca reducir ilícitos, sino elevar la confianza del consumidor y la estabilidad del mercado. La trazabilidad se convierte en un activo reputacional: quien demuestre cumplimiento no solo evita sanciones, sino que gana credibilidad en un entorno donde la regulación será cada vez más estricta.
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