El Gobierno y el sector gasolinero renovaron la estrategia para estabilizar el precio del combustible. Te explicamos qué se acordó, cómo opera el tope en la práctica y qué vigilar para que no derive en desabasto ni distorsiones.
La señal salió de Palacio: el gobierno renovará la estrategia para estabilizar el precio de la gasolina. No se reveló la cifra exacta del nuevo tope, pero la mesa con gasolineros, importadores, transportistas y Pemex quedó instalada para mantener el combustible por debajo de un máximo acordado y contener presiones inflacionarias. En febrero pasado el pacto fue 24 pesos por litro para la Magna de forma voluntaria y revisable; ahora, el reto es sostenerlo sin romper la cadena logística ni los márgenes de operación.
El acuerdo mantiene su naturaleza voluntaria y su vocación de coordinación con el mercado: Pemex opera un precio mayorista nacional en las TAR para que las estaciones vendan por debajo del tope, mientras el sector privado alineará comercialización y logística a ese objetivo. La vigencia será semestral, con evaluaciones periódicas para ajustar si cambian los fundamentos (crudo, tipo de cambio, inventarios, capacidad de refinación e importación).
El mecanismo descansa en tres piezas:
Mayorista: un precio de referencia en terminales que “aterriza” el tope a la realidad de costo.
Retail: las estaciones fijan precio final con un margen acotado, respetando el máximo pactado.
Monitoreo: seguimiento de precios, inventarios y flujos para evitar picos locales por logística (clima, mantenimiento, cierres carreteros) y conductas oportunistas.
El diseño busca estabilidad, no congelamiento: si los insumos bajan, el precio puede mejorar; si suben, el tope actúa como techo temporal mientras se recalibran estímulos y abasto.
Con un IEPS indexado y precios internacionales volátiles, el tope funciona como válvula anticíclica: modera traspasos a inflación y da certidumbre al consumidor. El reverso es operativo: márgenes comprimidos en plazas remotas, riesgo de traslados diferidos de costos y tentación de bajar calidad o servicio si no hay vigilancia. Para que el pacto no se convierta en racionamiento de facto, hacen falta inventarios oportunos, pagos al día a transportistas y una señal de TAR que permita a la estación cubrir costos.
Regla clara y pública. Difundir texto y parámetros del acuerdo renovado (fórmulas, bandas, causales de ajuste) para eliminar incertidumbre.
Inventarios y logística. Metas mínimas de días de cobertura por región y ventanas de mantenimiento coordinadas para no golpear puntas de demanda.
Márgenes sostenibles. Revisión técnica de costos por plaza (flete, seguridad, horarios) y márgenes mínimos que eviten cierres.
Vigilancia inteligente. Supervisión focalizada en zonas con historial de desvíos de calidad/cantidad y publicación semanal de indicadores de cumplimiento.
Plan de contingencia. Protocolos rápidos ante choques (huracanes, paros de ducto, carreteras) con rutas alternas y prioridad de suministro a ciudades críticas.
Si estas llaves se cierran bien, el tope sostiene la estabilidad sin distorsionar el mercado. Si fallan, la presión se notará primero en plazas lejanas y en filas los fines de semana.
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