La caída de precios del petróleo y la inestabilidad geopolítica han llevado a Exxon, Shell, BP y otras gigantes energéticas a sus menores ganancias desde 2020. Descubre las causas, cifras y ajustes corporativos que marcarán el futuro del sector.
Pozo petrolero en el desierto de Arabia Saudita. La volatilidad y el abaratamiento del crudo durante 2024–2025 han mermado las utilidades de las grandes compañías petroleras.
Las principales petroleras internacionales han experimentado un marcado descenso en sus ganancias a raíz de la volatilidad y caída de los precios del petróleo en 2024 y lo que va de 2025. En conjunto, ocho de las mayores empresas (entre ellas ExxonMobil, Shell, BP, Chevron, TotalEnergies, Eni, Equinor y la saudí Aramco) obtuvieron aproximadamente 217,650 millones de dólares de utilidad neta en 2024, lo que representa una caída del 16% respecto al año anterior. Este giro rompe la racha de resultados excepcionales de 2022, año en que se beneficiaron de precios históricamente altos tras la invasión rusa a Ucrania. La tendencia a la baja continuó a inicios de 2025: en el primer trimestre de 2025 las utilidades combinadas de estas petroleras cayeron 21.3% interanual, sumando cerca de 31 mil millones de dólares, frente a ~39.4 mil millones del mismo trimestre del año previo.
Los reportes financieros de 2024 muestran caídas generalizadas en las ganancias de las compañías petroleras líderes. Saudi Aramco, la mayor petrolera del mundo, ganó $106,200 millones de dólares ese año, pero incluso esa cifra supuso una disminución de 12.4% con respecto a 2023. Las estadounidenses ExxonMobil y Chevron registraron utilidades de $33,680 millones y $17,660 millones respectivamente, lo que se traduce en descensos del 6.5% para Exxon y 17.4% para Chevron. La británica BP y la francesa TotalEnergies sufrieron caídas más pronunciadas: BP vio desplomarse sus ganancias un 35.6% interanual (obteniendo $8,910 millones) y TotalEnergies un 26.3% (quedando en $15,760 millones). Entre las europeas, Eni (Italia) fue la más afectada con una caída de 44.5%, obteniendo apenas $2,890 millones de beneficio neto. Por su parte, Shell redujo su utilidad un 16%, hasta $23,720 millones. En muchos casos, estas empresas venían de ganancias extraordinarias en 2022 y una moderación en 2023, por lo que los resultados de 2024 representan un retorno a niveles más normales o incluso bajos en términos históricos.
En el primer trimestre de 2025, la ralentización de ganancias se hizo aún más evidente. ExxonMobil ganó $7.71 mil millones entre enero y marzo, 6.2% menos que en el mismo periodo del año anterior. Shell obtuvo $5.58 mil millones (-27.8% interanual), la china CNOOC $5.01 mil millones (-7.9%), TotalEnergies $3.85 mil millones (-32.7%), Chevron $3.50 mil millones (-36.4%), Equinor $2.63 mil millones (-1.5%), BP $1.38 mil millones (-49.3%) y Eni $1.34 mil millones (-2.9%). En conjunto, los gigantes petroleros ganaron un 21% menos en el 1T-2025 que un año atrás, evidenciando que la contracción de utilidades se mantiene conforme los precios del crudo continúan relativamente débiles.
Detrás de la caída de ganancias está principalmente la baja de los precios del petróleo en comparación con 2022 y 2023. El crudo Brent promedió $83 dólares por barril en 2023, pero en 2024 se deslizó por debajo de $80 en promedio, con una tendencia a la baja particularmente marcada en la segunda mitad del año. Este abaratamiento erosionó directamente los ingresos por venta de crudo de las empresas. Al inicio de 2025, los precios continuaron bajo presión: a finales de abril e inicios de mayo, el Brent cayó hasta rondar los $59 por barril, su nivel más bajo desde febrero de 2021. De hecho, desde la toma de posesión del presidente Donald Trump (enero de 2025) hasta mayo, el Brent acumuló una caída de aproximadamente 25% (unos $20 dólares menos), en medio de turbulencias por amenazas arancelarias y guerras comerciales.
A la par, se comprimieron los márgenes de refinación. En 2022 y parte de 2023, la fuerte recuperación de la demanda de combustibles post-pandemia y ciertas disrupciones energéticas elevaron los márgenes de refinería a niveles inusuales, lo que engrosó las ganancias por ventas de gasolina, diésel y otros derivados. Sin embargo, en 2024 esos márgenes volvieron a la normalidad o incluso se debilitaron, pues la oferta de combustibles se normalizó y el crecimiento de la demanda energética fue más lento por la desaceleración económica global. Este retroceso en las utilidades downstream contribuyó a que las ganancias totales de las petroleras fuesen más modestas. Como señala Ajay Parmar, analista de ICIS, con el crudo por debajo de $70 dólares es difícil para estas empresas lograr los retornos que tenían en años recientes. Además, añade que los “informes de ganancias extraordinarias de los últimos años se han terminado verdaderamente, y podemos esperar niveles de lucro más bajos en los próximos años”.
La volatilidad de los mercados petroleros también jugó su parte. Eventos geopolíticos y decisiones de política energética generaron oscilaciones bruscas en 2024. La administración Trump en EE.UU. adoptó políticas proteccionistas (amenazando con aranceles) que minaron la confianza comercial mundial y enfriaron las perspectivas de demanda de crudo. Al mismo tiempo, algunos países de la alianza OPEP+ sorprendieron aumentando su producción para recuperar cuota de mercado, pese a la demanda tibia. Este incremento de oferta inesperado contribuyó a un excedente en ciertos meses y presionó los precios a la baja. Así, las petroleras no solo lidiaron con precios promedios más bajos, sino con cotizaciones inestables que dificultan la planificación. Sus divisiones de trading (comercio de crudo y derivados) —que a veces compensan la caída de ingresos operativos— tampoco escaparon al impacto: las bruscas oscilaciones redujeron oportunidades de arbitraje y golpearon resultados de trading que en el pasado aportaron ganancias importantes.
Ante este panorama, las grandes petroleras han respondido enfocándose en la disciplina de capital y reducción de costos. Varias compañías recortaron gastos operativos y aplazaron inversiones marginales para proteger su flujo de caja. Asimismo, muchas mantuvieron —e incluso incrementaron en 2023— los dividendos y recompras de acciones para sus accionistas aprovechando las utilidades récord previas; pero en 2024 algunas comenzaron a moderar esas distribuciones ante la merma de ganancias. Por ejemplo, Shell redujo el ritmo de recompra de acciones a medida que sus ganancias se redujeron, priorizando la fortaleza de su balance. Otras, como BP, se vieron obligadas a rebajar objetivos de descarbonización (ralentizando su transición energética) tras reportar menores utilidades, para asegurar suficiente rentabilidad y apoyo de los inversores en un entorno más desafiante.
En el frente de la producción, empresas como Exxon y Chevron han intentado optimizar sus carteras de proyectos. Algunas están priorizando proyectos con menores costos de extracción (por ejemplo, en cuencas de shale en EE.UU. o en Medio Oriente) y posponiendo inversiones en proyectos de alto costo unitario, como ciertas exploraciones en aguas ultraprofundas. De igual modo, se observa una apuesta continua por tecnología para mejorar la eficiencia: digitalización de campos, sistemas de gestión de energía más eficientes en refinerías, etc., a fin de recortar gastos y mejorar márgenes aun con precios bajos.
En cuanto a perspectivas de mercado, los analistas anticipan que 2025 seguirá siendo un año retador. Rystad Energy proyecta que el precio promedio del Brent en 2025 será inferior al de 2024, posiblemente alrededor de $75 por barril. De confirmarse, esto implicaría que los ingresos de los gigantes petroleros podrían disminuir aún más este año respecto al anterior. Las razones incluyen una oferta mundial bien abastecida y una demanda que crece lentamente. Si bien la OPEP+ ha retomado recortes de producción en busca de estabilizar el mercado en algunos momentos, el crecimiento robusto de la oferta de países no-OPEP (Estados Unidos, Brasil, Canadá, Guyana, entre otros) mantiene un mercado holgado en términos de suministro. Por el lado de la demanda, la débil recuperación económica de China y las persistentes incertidumbres (como posibles nuevas tensiones comerciales globales o subidas de tasas de interés que frenan la actividad) limitan el crecimiento del consumo de petróleo. Con estos fundamentos, es probable que los precios se mantengan “tepes” (techados) en torno a los niveles actuales. Algunos expertos ven difícil que el Brent supere consistentemente los $80 en el corto plazo, a menos que ocurra un shock geopolítico inesperado.
Para las grandes petroleras, esto significa que las “vacaciones de utilidades” de 2021-2022 han quedado atrás. Se encaminan a un periodo de margen estrecho, donde el enfoque estará en la eficiencia operativa y la selección cuidadosa de inversiones. Las empresas financieramente más sólidas —como ExxonMobil, que pese a todo obtuvo $33.7 mil millones en 2024— podrán capear mejor el entorno, continuando con sus planes estratégicos (como invertir en proyectos de baja emisión de carbono o adquirir activos avaluados a la baja de competidores más débiles). En cambio, firmas con balances más apalancados o de países con altas necesidades fiscales (por ejemplo, algunas petroleras estatales) podrían enfrentar más presiones para recortar gastos o buscar asistencia gubernamental.
En conclusión, el sector petrolero global ha entrado en una fase de vacas flacas en términos de ganancias. Tras los extraordinarios beneficios de hace un par de años, las compañías ahora navegan un mercado con petróleo más barato y volátil, que prueba la resiliencia de sus modelos de negocio. El consenso de la industria apunta a que las empresas deberán mantener la cautela financiera en 2025, sin perder de vista la transición energética en marcha. Paradójicamente, precios más bajos también significan alivio para los consumidores e industrias dependientes de la energía, pero suponen un desafío financiero para las petroleras que durante años fueron sinónimo de rentabilidad abultada. La adaptación y la eficiencia serán las claves para que estas gigantes energéticas sostengan su desempeño mientras dure el ciclo de precios bajos
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