El Plan Estratégico 2025–2035 coloca a PEMEX frente a un dilema histórico: ¿ser líder en transición energética o quedar rezagado frente a un sector global en transformación? Este análisis explica las apuestas en hidrógeno, litio, bioturbosina y renovables, así como los riesgos de depender del petróleo en un mundo que acelera la descarbonización.
La transición energética es, hoy por hoy, la gran encrucijada para todas las empresas petroleras del mundo. Mientras gigantes como Saudi Aramco, Petrobras, BP o Shell diseñan estrategias para diversificar su portafolio hacia energías limpias, PEMEX enfrenta un dilema histórico: ¿puede convertirse en protagonista de este cambio o quedará limitado a observar desde la orilla mientras otros definen el futuro energético?
El Plan Estratégico 2025–2035 reconoce explícitamente la necesidad de apostar por innovaciones como hidrógeno, litio, bioturbosina y renovables. Sin embargo, la pregunta es si esas iniciativas son lo suficientemente robustas para transformar a la empresa en un verdadero actor de la transición o si solo serán proyectos aislados frente a una estructura que sigue centrada en el petróleo.
El documento plantea una agenda ambiciosa:
Energía renovable y residual: identificación de 39 campos con potencial solar, eólico y geotérmico capaces de generar alrededor de 7 MW. Aunque la cifra parece modesta frente a la capacidad instalada nacional, abre la puerta a una nueva línea de negocios.
Estas apuestas representan un cambio narrativo: PEMEX ya no se limita a extraer, refinar y vender hidrocarburos. Se posiciona, al menos en el discurso, como un jugador que explora nuevas tecnologías.
No obstante, la transición energética de PEMEX enfrenta un problema estructural: el peso abrumador del petróleo en su modelo de negocio. El mismo Plan 2025–2035 confirma que entre 92% y 95% de la producción nacional de hidrocarburos líquidos seguirá dependiendo de la empresa.
El dilema es claro: ¿cómo equilibrar un portafolio dominado por crudo con proyectos aún incipientes en renovables? Mientras PEMEX invierte miles de millones de dólares en campos como Trion o Zama, los recursos asignados a hidrógeno, bioturbosina o solar parecen, en comparación, apenas semillas.
Dependencia de hidrocarburos: una transición lenta podría dejar a PEMEX vulnerable ante regulaciones internacionales de descarbonización y financiamiento verde.
Competencia global: otras petroleras ya lideran proyectos de hidrógeno verde y biocombustibles a gran escala, lo que amenaza con rezagar a México en la carrera tecnológica.
Finanzas limitadas: con pasivos que rondan los 98 mil millones de dólares, destinar inversión significativa a renovables será un reto si no se atraen socios estratégicos.
Integración con política energética nacional: la transición de PEMEX puede alinearse con programas federales para electrificación, transporte limpio y reducción de emisiones.
Mercados emergentes: la bioturbosina y el hidrógeno ofrecen un nicho en crecimiento, sobre todo en aviación y transporte marítimo.
Reaprovechamiento de activos existentes: desde campos con potencial geotérmico hasta salmueras con litio, PEMEX puede reconvertir parte de su infraestructura para proyectos innovadores.
Responder a esta pregunta implica reconocer que PEMEX se encuentra en un punto medio. No es todavía un líder de la transición energética, pero tampoco un actor pasivo. Sus proyectos piloto reflejan intención, aunque aún carecen de la escala necesaria para competir globalmente.
La clave estará en la ejecución y financiamiento. Si PEMEX logra asociarse con universidades, centros de investigación y capital privado, podría escalar sus iniciativas de hidrógeno y litio a proyectos estratégicos nacionales. De lo contrario, seguirá siendo principalmente una petrolera con algunos gestos hacia la transición, sin convertirse en un verdadero referente de innovación energética.
Este artículo es el quinto de una serie que desmenuzará cada componente del plan. Aquí los títulos que iremos publicando:
El Plan PEMEX 2025–2035 abre la puerta a la transición energética, pero todavía no garantiza que la empresa se convierta en actor central del cambio. Mientras el mundo avanza con metas de neutralidad de carbono, PEMEX debe decidir si aprovechará la coyuntura para liderar desde México o si se limitará a ser un espectador más de un proceso que ya está en marcha.
El dilema está planteado: o PEMEX se reinventa en la era de la energía limpia, o arriesga quedar atrapado en un modelo cada vez más presionado por la urgencia climática y la transformación global.
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