México figura entre los países con peores indicadores petroleros en América Latina, junto a Chile. El deterioro estructural de su sistema de refinación y la caída en la producción de crudo contrastan con el avance de países como Brasil, Argentina y Perú.
Durante la inauguración del Foro Latinoamericano de Refinación, Petroquímica y Energías de la Transición (LARPET), se encendieron las alertas: México y Chile fueron señalados como los países con peores indicadores petroleros en América Latina. Sin embargo, las causas detrás de este rezago son profundamente distintas.
Mientras que Chile ha optado por reducir deliberadamente el índice ocupacional de sus refinerías para maximizar márgenes económicos mediante importaciones estratégicas, México enfrenta un deterioro estructural de su sistema energético: caída en la producción, rezago tecnológico y baja eficiencia en refinación.
México ha reducido su producción de petróleo en un 52% en las últimas dos décadas, pasando de más de 3 millones de barriles diarios a apenas 1.6 millones. Esta caída ha impactado directamente al Sistema Nacional de Refinación (SNR), cuyo índice de ocupación ha llegado a estar por debajo del 50%, muy lejos del estándar regional del 80%.
Aunque la construcción de la refinería de Dos Bocas —con capacidad proyectada de 340,000 barriles diarios— representa un esfuerzo por revertir esta tendencia, el país aún opera refinerías de baja complejidad, muchas de ellas incapaces de procesar eficientemente el crudo pesado nacional.
“La asignatura pendiente de Pemex es alcanzar la autosuficiencia energética, mejorar el aprovechamiento del crudo nacional y elevar el índice ocupacional de las refinerías”, señaló Fermín Narváez Camacho, exgerente de Pemex.
Este diagnóstico contrasta con el discurso oficial sobre soberanía energética. Como se analizó en nuestro artículo “SENER y la OPEP: contradicción energética”, México ha defendido su derecho a limitar la producción petrolera en foros internacionales, mientras internamente enfrenta una crisis de eficiencia y dependencia de combustibles importados.
Además, la discusión sobre contratos mixtos y soberanía energética sigue sin resolverse, lo que limita la atracción de inversión privada en exploración y producción, especialmente en yacimientos no convencionales.
Mientras México retrocede, otros países avanzan:
México enfrenta una paradoja energética: posee recursos, infraestructura y experiencia, pero carece de una estrategia coherente que articule inversión, tecnología y eficiencia operativa. La soberanía energética no se construye con discursos, sino con decisiones técnicas, inversión sostenida y visión de largo plazo.
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