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Interconexión 2.0: priorización, FIP y requisitos para no reprocesar estudios

Interconexión 2.0: priorización, FIP y requisitos para no reprocesar estudios

Cómo lograr Anexo Técnico sin reprocesos: planeación vinculante, FIP bien hecha, control de calidad de energía y BESS donde agrega valor.

La publicación del PDSE 2025–2039 convirtió la planeación en el nuevo idioma de la interconexión. Desde ahora, los proyectos no compiten por ser los más veloces en entregar papeles, sino por ser los mejor alineados con el crecimiento real de la demanda, las obras de transmisión/transformación programadas y las necesidades de confiabilidad del Sistema Eléctrico Nacional. La diferencia se nota en el resultado: expedientes que llegan “redondos”, con riesgos identificados, medidas de control propuestas y una narrativa técnica que encaja con la hoja de ruta del sistema.

El corazón del proceso es la Ficha de Información de Proyecto (FIP). Bien hecha, la FIP deja de ser un formulario y se vuelve el guion técnico del proyecto: explica el punto de interconexión propuesto y sus alternativas, justifica la potencia/energía con curvas de carga, anticipa el comportamiento dinámico, y demuestra que el proyecto “cabe” sin degradar tensiones, pérdidas o márgenes de estabilidad. Cuando la FIP se limita a copiar especificaciones del fabricante, el resultado es previsible: reproceso. Cuando, en cambio, integra modelación seria y propuestas de solución (compensación reactiva, control de factor de potencia, o incluso BESS para suavizar rampas), el trámite toma tracción.

La priorización ya no depende de narrativas comerciales sino de señales del propio PDSE: corredores con refuerzo en 115/230/400 kV, subestaciones con ampliaciones de MVA y bancos de compensación planificados, y regiones con demanda industrial firme. Entrar en una ventana con infraestructura próxima a liberarse reduce en meses la incertidumbre del Anexo Técnico; forzar un nodo saturado dispara ajustes, rondas de aclaraciones y, con frecuencia, la exigencia de equipamiento adicional que cambia la economía del proyecto. De allí la consigna de 2026: sincronía entre proyecto y calendario de red.

Un expediente “a prueba de reprocesos” se reconoce por su consistencia interna. El estudio electrotécnico no contradice al económico; el perfil horario realista respalda la elección tecnológica; la propuesta de control y calidad de energía es proporcional al riesgo detectado en el nodo; y el cronograma de obra está sincronizado con las ventanas de construcción/energización del sistema. Cuando esa coherencia existe, CENACE y CFE tienen menos razones técnicas para pedir nuevas iteraciones. Cuando falta, la interconexión se convierte en un laberinto.

El papel del almacenamiento crece como herramienta quirúrgica: no sustituye obras de red, pero puede evitar curtailment en horas críticas, absorber rampas agresivas de fotovoltaica y liberar capacidad efectiva sin sobredimensionar líneas. En sitios con limitaciones de corto plazo, un BESS bien dimensionado y correctamente modelado en la FIP puede convertir un “todavía no” en un “sí, con condicionantes”. De nuevo, la clave es el ajuste fino: potencia/energía, ciclos esperados, estrategias de control y coordinación con el sistema de protección.

En esta etapa, el promotor con mayor probabilidad de éxito no es el que promete más megawatts, sino el que dialoga con la planeación: entiende el porqué del nodo, trae alternativas, cuantifica impactos y llega con propuestas para compartir responsabilidades técnicas. La planeación vinculante no es un obstáculo; es el mapa que indica dónde la nueva capacidad aporta valor sistémico y se integra con menor fricción.

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