Reforma energética: ¿avance patriótico o retroceso?

Transforma tu visión sobre la nueva legislación energética en México: descubre cómo esta reforma podría cambiar el futuro de la luz, el petróleo y la inversión privada, y por qué todos están hablando de ella.

Reforma energética: ¿avance patriótico o retroceso?

La nueva tanda de leyes energéticas está levantando tanto revuelo que pareciera que el Senado está a punto de encender una mecha en un polvorín. Dicen que el decreto, impulsado por la presidenta Claudia Sheinbaum —aunque muchos alzan la ceja ante ese título—, busca retomar la batuta del sector energético, con el firme propósito de que México recupere el control sobre su luz y sus hidrocarburos. Suena muy patriótico, pero no faltan quienes juran que esto podría ahuyentar la inversión privada y empantanar la competitividad del país, sobre todo si se aprueban todas esas leyes en bloque, como planean los grupos mayoritarios.

La votación en comisiones ya pasó como un tren sin frenos: 22 votos a favor, uno en contra y ocho abstenciones. ¿El resultado? Un aval al paquete completito, sin permitir que se discutiera cada ley por separado. Esto ha tenido a los del PAN, PRI y Movimiento Ciudadano levantando la voz, pues acusan que están queriendo meter gato por liebre al despacharse un montón de normas de un solo tirón. Dicen que no todo pinta mal, pero que eso de “estás conmigo o contra mí” no es la forma de hacer leyes en un país que se jacta de ser democrático.

Entre las iniciativas más jugosas están la Ley de la Empresa Pública del Estado de la Comisión Federal de Electricidad, la de Petróleos Mexicanos, la del Sector Eléctrico, la de Hidrocarburos, y algunas cuantas más con nombres pomposos, que en teoría le dan mayor solidez a la CFE y Pemex. El objetivo declarado es no sólo asegurar la soberanía energética, sino también facilitar la transición hacia energías limpias. Incluso metieron en la canasta ajustes a leyes sobre biocombustibles, geotermia y planeación energética, dándole a la autoridad mayor peso al momento de vigilar y castigar.

Ahora, el pleno del Senado es el que tiene la papa caliente. Se espera que el miércoles se arme la discusión grande, y más de uno ya va sacando las palomitas porque pinta para un debate de campeonato. Por un lado, los aliados del gobierno celebran que la reforma “fortalecerá las empresas del Estado y defenderá la soberanía nacional”. Por el otro, la oposición no se anda con rodeos y advierte que esta jugada huele a retroceso, un regreso a los tiempos en que las energías limpias eran una quimera y la inversión privada estaba de adorno.

Para muchos expertos independientes, la reforma es un rompeolas de opiniones: mientras unos aplauden la idea de concentrar en la CFE y Pemex el desarrollo energético para retomar el control del país y garantizar tarifas más justas, otros aseguran que el monopolio gubernamental podría matar la competencia y encarecer los costos a mediano plazo. Dicen que el diablo está en los detalles y, con tantas piezas legislativas juntas, corre uno el riesgo de perderse en la maleza de artículos y párrafos.

En Internet, la polémica hierve: algunos señalan que este manojo de leyes puede atraer a quienes creen en la rectoría del Estado como palanca de desarrollo, pero otros están convencidos de que nos estamos dando un balazo en el pie y que la confianza de inversionistas extranjeros se tambaleará. Nadie sabe todavía hasta qué punto llegará el cambio, pero lo que sí queda claro es que en los próximos días, cuando el Senado se siente a votar, el país entero estará en vilo. Como dicen en mi pueblo: el que tenga miedo a morir, que no nazca.

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