Pemex lanza recompra de bonos por USD 10,000 millones con fondos del gobierno para despresurizar 2026 y aplanar su curva de vencimientos.
Petróleos Mexicanos (Pemex) puso sobre la mesa su jugada más agresiva del año: recomprar alrededor de 10 mil millones de dólares en bonos globales con efectivo que proveerá el Gobierno de México. La operación, dirigida a 11 series con vencimientos entre 2026 y 2029, persigue un objetivo inmediato y estratégico: aplanar el muro de pagos de 2026 y devolver aire al balance en el corto plazo.
La señal es inequívoca. Hacienda obtendrá el financiamiento antes de que cierre la ventana de la oferta y transferirá los recursos a Pemex para ejecutar la recompra. En la práctica, el soberano vuelve a colocarse como colchón de liquidez y de confianza para la petrolera, en un contexto donde la empresa sigue cargando con una deuda cercana a los 100 mil millones de dólares y con vencimientos concentrados en los próximos dos años.
El mensaje operativo llega sin ambages: la prioridad son los bonos con vencimiento en 2026. Golpear primero ese tramo reduce el riesgo de refinanciamiento y, por extensión, los costos de transacción asociados a un mercado que, si bien ha mostrado apetito tras las últimas medidas de apoyo, sigue valorando a Pemex como emisor de alto rendimiento. La administración reconoce que una recompra exitosa permitiría bajar el tope de vencimientos del próximo año, estimado en cerca de 19 mil millones de dólares, alineando la curva a un perfil más sostenible.
El mercado tomó nota, aunque sin euforia: los bonos en dólares con vencimiento 2050 avanzaron un centavo, hasta 86 centavos por dólar a media mañana en Nueva York. Es una reacción prudente que sugiere a los inversionistas en modo “esperar y ver”: celebran el respaldo soberano y la señal de gestión activa del pasivo, pero exigen ejecución antes de revalorar masivamente el riesgo.
Esta oferta no es un hecho aislado. Llega después de la colocación de 12 mil millones de dólares en valores precapitalizados realizada en julio, diseñada para fortalecer la liquidez de Pemex y acelerar pagos a vencimientos y proveedores. Ese movimiento ya había generado mejoras en la percepción de riesgo y un ajuste al alza en la calificación de la petrolera por parte de una agencia internacional, al reconocer la relación más estrecha y explícita con el gobierno.
El libreto, por tanto, está claro: apoyos focalizados del soberano para pasar la zona de turbulencia 2025–2026 y, en paralelo, un manejo proactivo del pasivo que reduzca picos, extienda plazos y baje el costo financiero. La recompra se convierte así en el siguiente capítulo de una estrategia que busca evitar el “roll-over” a tasas prohibitivas y blindar el flujo para operación e inversión.
Para ejecutar la operación, Pemex contrató como bookrunners a BofA Securities, Citigroup Global Markets y J.P. Morgan, con HSBC, MUFG y Scotiabank como co‑gestores. La fecha de vencimiento de la oferta está definida: 30 de septiembre, 5:00 p. m., hora de Nueva York. A partir de ahí, el éxito se medirá en tres dimensiones: monto efectivamente recomprado, costo implícito pagado para inducir a los tenedores, y alivio real en el calendario 2026–2029.
Primero, porque reordena el tiempo: cada dólar que se retire del tramo 2026 reduce el riesgo de evento y compra margen para mejorar operación, refinación y proyectos de corto payback.
Segundo, porque ancla expectativas: el mercado quiere consistencia entre el discurso de “Pemex autosuficiente en 2027” y decisiones financieras que bajen la volatilidad.
Tercero, porque gestiona costos: si la recompra logra precios eficientes y atracción razonable de tenedores, el ahorro en intereses y la suavización de amortizaciones pueden reflejarse en mejores métricas de cobertura y apalancamiento.
Una recompra no sustituye la ejecución operativa. El plan necesita que la plataforma de producción se estabilice y que refinación mantenga mayores tasas de utilización sin sacrificar márgenes. Además, la dependencia del apoyo soberano sigue en el centro del análisis: el mercado leerá esta operación como positivo si la intervención pública acelera el saneamiento; será neutral o negativa si se percibe solo como diferimiento.
Hay, además, un reto de gobernanza y transparencia: el proceso de recompras debe comunicarse con detalle, incluyendo resultados por serie, niveles de aceptación y criterios de asignación, para evitar sombras y construir confianza en nuevos instrumentos que el emisor utilice a futuro.
En el cortísimo plazo, los ojos estarán en dos tableros:
En la foto grande, la historia que Pemex quiere contar es consistencia: un 2026 sin sobresaltos, menor presión sobre caja, y más espacio para inversión de rápida maduración. Si la recompras encadenan curvas más suaves y el “gap” de liquidez se acota, el mercado estará más dispuesto a financiar a mejores tasas y a extender duration.
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