Pemex confirma que no habrá gasolina a 10 pesos y anuncia planes para biorefinerías y combustibles sostenibles en México.
La promesa de vender gasolina a 10 pesos por litro quedó enterrada. Petróleos Mexicanos (Pemex) confirmó que el precio de los combustibles en México seguirá vinculado al mercado internacional, una realidad que se consolidó desde la liberalización de 2017. Hoy, el litro de gasolina regular se mantiene bajo un pacto voluntario en 24 pesos, una medida temporal para amortiguar la volatilidad global y proteger la economía familiar.
El director general de Pemex, Víctor Rodríguez Padilla, explicó que el precio no depende de decisiones políticas, sino de la referencia en Mont Belvieu, Texas, que marca el costo base para la gasolina regular y premium. “No podemos fijar precios artificiales; el mercado es abierto y competitivo”, señaló durante su comparecencia ante legisladores.
Pero mientras el debate por los precios persiste, Pemex enfrenta un desafío mayor: redefinir su identidad. La empresa más emblemática del país busca dejar de ser solo petrolera para convertirse en una compañía energética integral. El plan incluye reconvertir la refinería de Cadereyta, en Nuevo León, en una biorefinería parcial para reducir emisiones y producir combustibles más limpios. Además, se proyecta construir una planta en Veracruz para fabricar SAF (combustible sostenible de aviación) a partir de caña de azúcar, en línea con la estrategia global de descarbonización.
Este giro responde a una pregunta que ya no puede posponerse: ¿seguirá México anclado al petróleo o avanzará hacia la transición energética? La presidenta Claudia Sheinbaum ha instruido a Pemex a mantener una plataforma de producción de 1.8 millones de barriles diarios, pero también a diversificar hacia energías renovables y biocombustibles. Hoy, la producción ronda los 1.64 millones de barriles, en medio de una declinación que exige nuevos hallazgos y tecnología.
La transición no será sencilla. Pemex arrastra una deuda superior a 98 mil millones de dólares y enfrenta presiones para cumplir con metas ambientales sin comprometer la soberanía energética. Sin embargo, la apuesta está clara: más refinación limpia, menos combustóleo, y un futuro donde la gasolina conviva con combustibles alternativos. El reto es monumental, pero también inevitable.
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