Descubre cómo el gobierno mexicano levantó la restricción al maíz genéticamente modificado tras perder una disputa comercial con Estados Unidos, y qué implica esto para la soberanía alimentaria, las leyes nacionales y el acuerdo T-MEC.
México puso fin a la restricción que impedía la importación de maíz transgénico para consumo humano, luego de perder un litigio comercial con Estados Unidos a finales del año pasado. Para algunos, esta decisión era inminente desde que la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el T-MEC entraron en juego. Para otros, simboliza un retroceso en la defensa de las variedades nativas y la salud de los mexicanos. Sea como sea, la Secretaría de Economía publicó en el Diario Oficial de la Federación un acuerdo que elimina las limitaciones sobre el uso de glifosato y de maíz genéticamente modificado, medidas que antes eran defendidas con uñas y dientes por el gobierno mexicano.
La historia detrás de este viraje empezó con la administración de Andrés Manuel López Obrador, quien vetó la importación de maíz transgénico por creer que podría poner en jaque la gastronomía y la biodiversidad del país. Washington, sin embargo, consideró que esa restricción violaba el T-MEC y pidió un panel de solución de controversias. El 20 de diciembre pasado, los expertos dieron la razón a Estados Unidos, argumentando que la prohibición no estaba sustentada en estudios científicos sólidos. México, hoy comandado por la presidenta Claudia Sheinbaum, acató el fallo, a pesar de que en su momento se aseguraba que la soberanía alimentaria no estaba en discusión. Coincide esta noticia con la reciente tregua de aranceles pactada entre Donald Trump y Sheinbaum, que detuvo la imposición de tarifas del 25% a las exportaciones mexicanas. Analistas apuntan a que esta rectificación sobre el maíz transgénico es parte de la misma estrategia para enfriar las tensiones comerciales con Estados Unidos.
Más allá de la política, el maíz amarillo importado, en su mayoría transgénico, ha sido el sustento de la industria ganadera nacional, pues México no produce suficiente grano forrajero para alimentar a su enorme población de vacas, cerdos y pollos. ¿Significa esto un final definitivo para la defensa de las variedades nativas? El gobierno asegura que seguirá impulsando leyes para frenar la siembra de transgénicos y proteger el mosaico genético de los maíces criollos. Pero, por ahora, las fronteras se abren de par en par para el maíz modificado. Habrá que ver cómo reacciona la cadena productiva y si la población se acostumbra a la idea de que una parte del maíz que consume viene, oficialmente, del otro lado del río Bravo.
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