El gobierno federal inaugurará tres nuevas centrales de ciclo combinado en Querétaro, Colima y Yucatán. Aunque hay retrasos, la estrategia busca reforzar la generación eléctrica con gas natural y evitar apagones en zonas críticas.
La presidenta Claudia Sheinbaum confirmó en la mañanera que tres nuevas centrales de ciclo combinado (CCC) entrarán en operación durante 2025: El Sauz II en Querétaro, Manzanillo III en Colima y una planta en Mérida, Yucatán. Aunque dos de ellas debieron inaugurarse en junio, el gobierno asegura que estarán listas “en algún punto de este año”.
La mandataria defendió la estrategia energética de su administración, asegurando que el país cuenta con recursos, capacidad técnica y un margen de reserva del 10%, gracias a una mejor planeación entre la CFE y el CENACE.
“No va a faltar la energía, ni falta ni va a faltar”, reiteró Sheinbaum en su conferencia matutina.
Las tres centrales representan una capacidad conjunta de más de 900 MW, y están ubicadas en regiones clave para la estabilidad del sistema eléctrico nacional:
Estas plantas forman parte del Plan de Fortalecimiento y Expansión del Sistema Eléctrico Nacional 2025–2030, que contempla 51 proyectos energéticos, incluyendo generación, transmisión y distribución.
La planta de Mérida es especialmente relevante. Como se analizó en esta nota, la península de Yucatán ha enfrentado históricamente déficits de generación y problemas de interconexión, lo que ha limitado su desarrollo industrial y turístico.
La nueva central busca reducir la dependencia de combustibles caros y contaminantes, y estabilizar el suministro en una región que ha sido vulnerable a apagones y picos de demanda.
En paralelo, la CFE lanzó una convocatoria para la construcción de una nueva CCC en Altamira, Tamaulipas, con una capacidad proyectada de 1,020 MW. Este proyecto refuerza el corredor energético del noreste, donde se concentran industrias de alto consumo eléctrico.
El ciclo combinado —que utiliza gas natural y vapor para generar electricidad— es hoy la tecnología dominante en la expansión de la CFE. Su eficiencia, menor huella de carbono frente al combustóleo y capacidad de respaldo la convierten en una opción estratégica para evitar apagones, especialmente en un país donde el 60% de la electricidad se genera con gas.
Sin embargo, como se ha advertido en análisis previos, esta dependencia también implica riesgos: México es un importador neto de gas natural, y su infraestructura de almacenamiento sigue siendo limitada.
La generación no es el único frente. La directora de la CFE, Emilia Calleja, informó que se están ejecutando 64 proyectos de transmisión, de los cuales 45 ya están en construcción. Además, se han invertido más de 1,400 millones de pesos en distribución, incluyendo 14 nuevas subestaciones que han incrementado la capacidad en 480 MVA.
La inauguración de nuevas plantas es una buena noticia, pero no es garantía de estabilidad. El sistema eléctrico mexicano enfrenta desafíos estructurales: dependencia del gas importado, rezagos en transmisión, crecimiento desigual de la demanda y vulnerabilidad ante fenómenos climáticos.
El gobierno apuesta por el gas como solución inmediata, pero el verdadero reto será integrar generación, transmisión y almacenamiento en una estrategia coherente, resiliente y sostenible.
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