Descubre cómo los Sistemas de Almacenamiento de Energía (SAE) están revolucionando el sistema eléctrico en México. Desde baterías a gran escala hasta aplicaciones industriales, esta guía explica su impacto en la integración de renovables, la eficiencia energética y la reducción de emisiones. Una lectura esencial para ingenieros, tomadores de decisiones y empresas del sector.
Imagina que pudieras guardar la electricidad como si fuera agua, almacenándola en lagos, presas, tinacos o incluso botellas. Ahora imagina usar esa energía justo cuando más la necesitas, sin depender de su generación inmediata ni de “pozos” de electricidad. Eso, en esencia, es lo que logran los Sistemas de Almacenamiento de Energía (SAE): capturan energía en momentos en que sobra y la liberan cuando hace falta, equilibrando el sistema.
El almacenamiento de energía no es algo nuevo. Desde nuestra infancia hemos usado baterías en relojes, linternas, juguetes, grabadoras, walkman, etc. La diferencia es que ahora esa misma tecnología puede emplearse a gran escala para alimentar ciudades enteras. Hoy, tanto el mundo como México están cambiando la manera de generar electricidad. Las fuentes renovables como el sol y el viento ganan importancia, pero no siempre están disponibles (el sol no brilla de noche y el viento no siempre sopla). Al mismo tiempo, la demanda eléctrica sube y baja constantemente, creando momentos de exceso o escasez de energía.
En este contexto, los SAE juegan un papel clave para integrar mejor las energías limpias y también para hacer más eficientes las plantas eléctricas de combustibles fósiles, como las de ciclo combinado de gas natural. Así es: también ayudan a generar ahorros sustanciales en sistemas convencionales que no tienen energías renovables. Es decir, un SAE bien aplicado puede hacer más limpio, económico y confiable incluso al parque generador actual.
Piensa en un auto que solo usa gasolina: su rendimiento varía según la velocidad, el tráfico y el terreno. Ahora imagina que lo conviertes en un auto híbrido instalándole una batería y un motor eléctrico. ¿Qué sucede? Sin cambiar de combustible, consume menos gasolina, tiene mayor autonomía, más potencia y opera con más eficiencia. En resumen: menores costos de combustible y mantenimiento. Ahora imagina sustituir la gasolina por energía solar, ¿qué tal? Mucho mejor, ¿verdad? Si además aumentamos la cantidad de baterías, lo convertimos en un auto 100% eléctrico, eliminando por completo las emisiones de ese vehículo.
Lo mismo ocurre en el sistema eléctrico. Si una planta a gas opera sola, debe acelerar y frenar constantemente para seguir los altibajos del consumo (como conducir en tráfico pesado). Pero si la combinamos con un sistema de almacenamiento, este actúa como su “batería y motor eléctrico”: absorbe las variaciones, reduce los picos de demanda y le permite a la planta operar a un ritmo más constante y eficiente. Es decir, convierte una planta convencional en una planta híbrida, más moderna, limpia y confiable.
Esta sinergia entre generación convencional y almacenamiento está transformando la industria eléctrica en el mundo. Cambia la forma en que generamos, transmitimos, distribuimos y usamos la energía, y es fundamental para que México avance hacia un sistema eléctrico más económico, seguro y sostenible.
Un SAE es una tecnología que permite guardar electricidad en momentos de baja demanda o alta generación, para luego liberarla cuando más se necesita. Aunque hoy las baterías de iones de litio son las más comunes en esta función, existen muchas otras tecnologías de almacenamiento, por ejemplo:
Baterías de flujo (flow batteries) – usan líquidos electrolitos para almacenar energía.
Almacenamiento térmico – acumula calor o frío para generar energía después.
Almacenamiento hídrico – por ejemplo, bombeo hidroeléctrico que sube agua a una presa cuando sobra energía y la turbina cuando falta.
Aire comprimido – almacena energía en forma de aire a presión en cavernas o tanques.
Volantes de inercia – dispositivos giratorios que almacenan energía cinética.
Hidrógeno verde – produce hidrógeno mediante electrólisis con excedentes de energía, para luego usarlo en generar electricidad.
Más allá de simplemente “guardar y entregar” energía, los SAE pueden interactuar activamente con la red eléctrica para mantenerla estable, confiable y eficiente, contribuyendo además al combate contra el cambio climático. En otras palabras, son sistemas dinámicos que apoyan la operación de la red en tiempo real.
Un sistema de almacenamiento de energía bien implementado aporta múltiples beneficios al sistema eléctrico, entre ellos:
Balance entre generación y consumo: Ayuda a que siempre fluya la cantidad correcta de energía en la red, evitando apagones o fluctuaciones peligrosas al absorber excesos y suplir déficits.
Integración de energías renovables: Permite que la electricidad solar o eólica recolectada cuando hay sol o viento se use más tarde cuando no los hay, maximizando su aprovechamiento.
Reducción de costos del sistema eléctrico: Disminuye la necesidad de encender plantas de respaldo costosas y contaminantes para cubrir picos, optimizando el despacho de las plantas existentes.
Ahorros para usuarios industriales: Empresas con baterías pueden reducir sus cargos por demanda máxima y consumir más energía en horas baratas, recortando sus facturas.
Reducción de emisiones: Al minimizar el uso de centrales fósiles ineficientes y aprovechar más las renovables, los SAE contribuyen a la descarbonización del sistema eléctrico.
Mejora en la calidad del suministro: Ayudan a mantener el voltaje y la frecuencia de la red dentro de parámetros seguros, protegiendo equipos y evitando variaciones bruscas.
Existen aplicaciones especializadas donde los sistemas de almacenamiento brindan un valor técnico enorme al operar junto con la red eléctrica. Algunas de las principales son:
Regulación de frecuencia: La electricidad debe fluir a una frecuencia constante (60 Hz en México). Si la frecuencia sube o baja mucho, los equipos eléctricos pueden dañarse. Los SAE pueden responder en milisegundos para corregir desviaciones de frecuencia, algo que ni siquiera las plantas más modernas logran hacer tan rápido.
Rampa de potencia: Cuando una planta solar reduce repentinamente su generación (por ejemplo, al pasar una nube), un SAE puede entrar en acción casi instantáneamente para suavizar esa caída, entregando energía almacenada y evitando problemas en la red por cambios bruscos.
Transmisión virtual: En zonas donde las líneas de transmisión están saturadas, los SAE pueden almacenar energía localmente en horas de baja carga y liberarla en otro momento de alta demanda. Así actúan como una “línea de transmisión virtual”, evitando o posponiendo la construcción de costosas nuevas líneas físicas.
Despacho económico (arbitraje): Un almacenamiento permite comprar o absorber energía cuando está barata (por ejemplo, al mediodía con abundante solar) y vender o inyectarla cuando está cara (por la noche). Este arbitraje mejora la eficiencia y competitividad del sistema al aplanar costos y precios.
Servicios auxiliares (o conexos): Además de las aplicaciones anteriores, los SAE pueden prestar a la red una serie de servicios especializados para mantener la estabilidad y confiabilidad. Estos servicios auxiliares incluyen funciones como control fino de frecuencia, voltaje e incluso reinicio de la red tras apagones. En la siguiente tabla se resumen algunos de los servicios auxiliares clave que los SAE pueden ofrecer al sistema eléctrico:
Servicio auxiliar (conexo) | Función técnica que brinda el SAE |
---|---|
Regulación primaria | Ajuste rápido de la frecuencia ante pequeñas desviaciones instantáneas. |
Regulación secundaria | Mantenimiento del equilibrio frecuencia-potencia por más tiempo. |
Control de tensión | Inyección o absorción de potencia reactiva para estabilizar voltaje. |
Black start | Capacidad de reiniciar la red desde cero en caso de un apagón total. |
Rampa de potencia | Aumento o disminución rápida de potencia entregada (rampas suaves). |
Reserva giratoria | Soporte inmediato de energía en caso de falla repentina de una planta. |
No todos los sistemas de almacenamiento se usan de la misma manera. Según su escala y ubicación, podemos diferenciar dos grandes categorías:
Conexión: Están conectados directamente a la red eléctrica nacional (alta tensión).
Función principal: Estabilizar el sistema completo apoyando a operadores del sistema (transmisión) y generadores. Actúan como activos del sistema eléctrico nacional.
Ubicación típica: Se instalan en zonas estratégicas, por ejemplo donde hay alta generación renovable o convencional, o en nodos con congestión en las líneas de transmisión.
Operadores: Son operados por grandes generadores, empresas transportistas (transmisión) o por proveedores de servicios especializados que coordinan con el operador del sistema eléctrico.
Conexión: Se instalan en las propias instalaciones de usuarios industriales o comerciales (fábricas, hospitales, centros comerciales, parques industriales, etc.), conectados a la red interna del cliente.
Función principal: Ahorro y respaldo local. Permiten a la empresa reducir su tarifa eléctrica (evitando picos de demanda, aprovechando tarifas horarias) y garantizan energía continua en caso de apagones (respaldo crítico).
Participación en la red: En algunos casos, estos SAE industriales también pueden vender servicios a la red o participar en esquemas de energía distribuida (donde la regulación lo permite), aportando beneficios tanto al usuario como al sistema eléctrico en general.
Para entender el alcance de esta tecnología, veamos algunos ejemplos internacionales de éxito. En todo el mundo se están instalando SAE de diversos tamaños, y México no será la excepción. Algunos casos notables:
California, EE. UU.: Es el líder mundial en almacenamiento de baterías. Ha sobrepasado los 15,500 MW de capacidad en baterías instaladas para apoyar la integración renovable, evitar apagones y estabilizar el mercado eléctrico. (Para ponerlo en contexto, el estado de Texas ocupa el segundo lugar en EE. UU. con casi 10,000 MW). Estos sistemas van desde grandes baterías en centrales solares hasta miles de baterías residenciales conectadas a la red.
Chile: Cuenta ya con cerca de 1,000 MW de almacenamiento en operación y alrededor de 2,000 MW en construcción, además de otros proyectos en desarrollo. Por ejemplo, en 2025 Chile inauguró el BESS “del Desierto” (200 MW) junto a un parque solar en Atacama, diseñado para almacenar energía solar al mediodía y entregarla en la noche. El ministro de Energía Diego Pardow destacó que este proyecto ayudará a Chile a superar los 950 MW de capacidad de almacenamiento operativa mucho antes de lo previsto, facilitando el uso pleno de sus renovables en la red.
Australia: Más de 5 GW (5,000 MW) en baterías ya operan en Australia y otros 8 GW están en construcción, usadas para apoyar altas penetraciones renovables, conformar plantas virtuales, potenciar esquemas de bombeo hidroeléctrico, evitar apagones y estabilizar el mercado. Baterías emblemáticas como la Hornsdale Power Reserve (instalada en 2017 con 100 MW, luego ampliada a 150 MW) han demostrado una respuesta ultrarrápida y un control de frecuencia muy eficiente. Por ejemplo, Hornsdale logró reducir los costos del servicio de regulación de frecuencia en un 91% (de $470 a $40 USD/MWh) y respondió a variaciones de la red en 100 ms frente a 6,000 ms de los generadores convencionales previos. Esta rapidez en estabilizar la red evidenció el enorme potencial de los SAE para reemplazar servicios que antes daban las plantas fósiles. La inversión en nuevas baterías en Australia sigue en auge: a fines de 2024 había 8.7 GW de capacidad en construcción, superando incluso toda la capacidad ya operativa en ese país.
Capacidad de sistemas de almacenamiento en baterías en algunas regiones del mundo (operativa vs. en construcción). Podemos observar cómo California aventaja por mucho a países enteros en capacidad instalada, mientras que Australia y Chile también tienen importantes proyectos en desarrollo.
México tiene un consumo eléctrico en constante crecimiento cada año. Además, cuenta con un recurso abundante de energía solar y eólica, con miles de megawatts instalados en parques renovables. Sin embargo, para aprovecharlas plenamente y evitar desperdicios, los SAE se vuelven fundamentales. Por ejemplo, si al mediodía hay más generación solar de la que se puede usar, un almacenamiento podría guardar ese excedente en vez de desperdiciarlo, liberándolo por la noche cuando la demanda sube.
El sistema eléctrico mexicano enfrenta desafíos específicos donde el almacenamiento puede ayudar, tales como:
Sobrecarga en redes de transmisión: Hay regiones con líneas eléctricas saturadas que limitan el envío de energía desde donde se produce hasta donde se consume. Un SAE instalado localmente puede aliviar esa congestión al almacenar energía en horas valle y entregarla en horas pico.
Crecimiento de la demanda industrial: La industria mexicana demanda cada vez más energía confiable y de calidad. Los SAE permiten a los grandes usuarios garantizar suministro continuo (evitando pérdidas millonarias por apagones) y reducir sus costos eléctricos aprovechando mejor las tarifas horarias.
Reducción de emisiones contaminantes: México se ha comprometido a disminuir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Al facilitar una mayor penetración de renovables y optimizar las plantas existentes, el almacenamiento ayuda a recortar el uso de centrales fósiles, avanzando hacia las metas climáticas.
En resumen, los SAE ofrecen una solución flexible, limpia y económica frente a estos retos. Actúan como un comodín energético: aportan energía donde y cuando se necesita, estabilizan la red, evitan inversiones innecesarias en plantas o infraestructura adicional y permiten integrar más energías limpias sin comprometer la confiabilidad.
A pesar de sus beneficios, en México los sistemas de almacenamiento de energía aún enfrentan retos importantes para su plena adopción:
Reconocimiento regulatorio limitado: La regulación vigente todavía no reconoce a cabalidad todos los servicios que los SAE pueden ofrecer. Figuras clave en el desarrollo del sistema eléctrico (SENER, CFE, el regulador CRE, el operador CENACE, etc.) están apenas comenzando a ajustar las normas para incorporar estos sistemas de forma abierta.
Desconocimiento en la toma de decisiones: Muchos tomadores de decisión desconocen los beneficios y el potencial económico de esta tecnología que está revolucionando la industria a nivel mundial. Esto puede traducirse en falta de apoyo o prioridades equivocadas al planificar la expansión eléctrica.
Remuneración e incentivos poco claros: Aún no existe plena claridad de cómo se remunerarán los servicios que brinde un SAE al sistema (p. ej., regulación de frecuencia, reserva, etc.). Sin mecanismos claros de pago, es difícil para inversionistas justificar proyectos de almacenamiento a gran escala.
Modelos de negocio en desarrollo: Dado que es algo novedoso en el mercado eléctrico, los modelos para hacer rentables a los SAE (ya sea vía ahorro, arbitraje, venta de servicios auxiliares, diferimiento de inversiones en redes, etc.) siguen evolucionando. Hace falta demostrar casos de negocio sólidos adaptados a México.
Además, persisten algunos mitos o percepciones equivocadas sobre los sistemas de almacenamiento que frenan su adopción. Veamos algunos de estos mitos y la realidad detrás de ellos:
“Son demasiado costosos y no rentables.” — Falso. Si bien requieren inversión, sus costos han bajado drásticamente y los beneficios que generan (ahorros, ingresos por servicios, evitar compras de energía cara) pueden superar con creces sus costos en muchos escenarios.
“Son peligrosos.” — Falso. Con las normas y sistemas de control actuales, los SAE (particularmente las baterías modernas) son muy seguros. Siguen estrictos estándares de protección y se instalan con sistemas de enfriamiento, extinción de incendios y monitoreo que minimizan riesgos.
“Ocupan mucho espacio.” — Falso. Una instalación de baterías puede ser modular y compacta. Por ejemplo, decenas de MW pueden caber en contenedores dentro de un patio industrial. En comparación, otras infraestructuras energéticas ocupan mucho más espacio por MW entregado.
“Solo sirven para respaldo.” — Falso. Además de proporcionar respaldo en apagones, operan a diario optimizando el uso de la energía, estabilizando la red y brindando servicios a los operadores del sistema.
“No funcionan con energías fósiles.” — Falso. Como vimos en la analogía del híbrido, un SAE acoplado a una planta de gas o diésel puede mejorar su eficiencia y reducir sus emisiones, sin importar que la fuente original sea fósil.
“Duran muy poco.” — Falso. Las baterías actuales tienen vidas útiles de 10-15 años o más (dependiendo del uso y la química), y otras tecnologías de almacenamiento pueden durar décadas. Además, se pueden reciclar y repotenciar.
“Es una tecnología no madura.” — Falso. Miles de SAE ya operan con éxito en el mundo, desde baterías hasta hidro-bombeo. La tecnología es madura y sigue mejorando, pero ya demostró su eficacia técnica y económica en infinidad de aplicaciones reales.
Para dimensionar el rápido avance de esta tecnología en los últimos años, a continuación se presentan algunos hitos y eventos clave tanto globales como nacionales:
2017: Entra en operación la Hornsdale Power Reserve en Australia, la batería de iones de litio más grande del mundo en su momento (100 MW). Meses después demuestra su eficacia al responder en milisegundos a un apagón, estabilizando la red mucho más rápido de lo que pudieron las plantas convencionales. Este proyecto marcó un parteaguas, mostrando al mundo el potencial de los SAE a gran escala.
2023: Se inaugura en México la primera etapa de la central solar Puerto Peñasco (Sonora), incluyendo 12 MW en baterías de respaldo. Es la primera gran batería operativa en el país, precursora de proyectos mayores. Además, otros países latinoamericanos como Chile ya integran SAE en sus redes para impulsar la transición energética.
2024: El regulador mexicano (CRE) publica el acuerdo A/113/2024, que formaliza la integración de los SAE en el Sistema Eléctrico Nacional. Esta nueva regulación permite que baterías y otros almacenamientos operen en distintas modalidades (junto a centrales, en red de transmisión/distribución, en centros de carga, e incluso de forma autónoma), abriendo la puerta a más proyectos e inversiones en almacenamiento.
2025: California alcanza 15.7 GW (15,700 MW) de almacenamiento en baterías instalado, un crecimiento exponencial desde los ~770 MW que tenía en 2019. Este estado se consolida como uno de los mercados de almacenamiento más grandes del mundo (solo superado por China), demostrando que es posible escalar la tecnología rápidamente con las políticas e incentivos adecuados.
2025: Chile inaugura el BESS “del Desierto” de 200 MW en el desierto de Atacama, el primer sistema de baterías a gran escala independiente de Latinoamérica. Con este y otros proyectos, Chile ronda ya 1 GW en operación y se encamina a múltiples gigavatios en los próximos años, posicionándose como pionero regional en la adopción de SAE para integrar renovables y mejorar su red.
Los Sistemas de Almacenamiento de Energía se han convertido en una de las herramientas más poderosas y versátiles para modernizar los sistemas eléctricos en todo el mundo. En el caso de México, representan el puente entre el sistema que tenemos y el que necesitamos para el futuro. Con los SAE es posible aprovechar mejor las energías limpias, mejorar la eficiencia de las plantas convencionales, evitar apagones, reducir costos y construir una red mucho más resiliente y sostenible.
Lejos de ser un lujo caro, estos sistemas generan ahorros sustanciales y pueden bajar el costo de la energía al optimizar la infraestructura existente. También evitan realizar inversiones multimillonarias en nuevas centrales eléctricas o nuevas líneas de transmisión que, gracias al almacenamiento, podrían no ser necesarias. En resumen, el almacenamiento permite hacer más con menos: más energía útil y limpia con menos recursos, menos emisiones y menor costo.
Son, en muchos sentidos, el eslabón clave que conecta la red eléctrica actual con la visión de un sistema eléctrico eficiente, económico y 100% confiable que México aspira tener.
Para acelerar la adopción de los SAE en México y maximizar sus beneficios, proponemos una hoja de ruta con próximos pasos concretos:
Impulsar un marco regulatorio claro: Desarrollar regulación específica que permita la participación plena de los SAE en todos los niveles del sistema eléctrico (generación, transmisión, distribución, consumo). Esto incluye definir cómo se pagarán los servicios que ofrezcan y eliminar barreras normativas existentes.
Fomentar proyectos piloto estratégicos: Realizar proyectos piloto de almacenamiento en zonas clave (por ejemplo, redes aisladas, corredores industriales, regiones con renovables) para demostrar en campo su utilidad. Estos pilotos servirán de referencia y generarán datos locales sobre desempeño y rentabilidad.
Ofrecer incentivos a la industria: Crear incentivos (fiscales, tarifas preferenciales, apoyos financieros) para que industrias y comercios adopten sistemas de almacenamiento. Premiar a quienes inviertan en SAE que beneficien tanto al usuario como a la red (p. ej., reduciendo demanda pico) acelerará la masificación de la tecnología.
Incluir SAE en la planeación energética: Incorporar formalmente al almacenamiento de energía en los planes estatales y federales de transición energética. Las proyecciones de capacidad instalada futura deben considerar objetivos de almacenamiento (así como hoy existen metas de renovables), y las subastas o licitaciones eléctricas deberían abrir espacios para proyectos de baterías u otras tecnologías de almacenamiento.
Promover conocimiento y capacitación: Lanzar campañas de difusión y programas de capacitación sobre el funcionamiento y beneficios de los SAE, dirigidos tanto al público general como a funcionarios, ingenieros y actores del sector energético. Un mayor entendimiento disipará mitos y generará aceptación, preparando el terreno para una adopción más rápida de estas soluciones innovadoras.
Con acciones decididas en estos frentes, México podrá aprovechar el enorme potencial de los Sistemas de Almacenamiento de Energía, posicionándose a la vanguardia de la revolución energética que está en marcha a nivel mundial. Es el momento de almacenar energía hoy para usarla en el mañana, construyendo así un futuro eléctrico más brillante y sustentable para todos.
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