El Gas LP entra a diciembre con un replanteamiento silencioso del mapa de precios máximos: algunas regiones bajan centavos, otras suben y una mayoría queda congelada en niveles altos. Este artículo compara la semana del 23 al 29 de noviembre con la del 30 de noviembre al 6 de diciembre, explica qué estados pagan más y quién recibe menos presión, y analiza cómo la metodología de precios máximos redefine la planeación de hogares y PYMES
La fotografía del Gas LP al cierre de noviembre fue clara: un rango nacional de precios máximos que se movía, según la región, entre poco más de 18 pesos y casi 23 pesos por kilogramo, con equivalentes por litro alrededor de 10 a casi 12 pesos. El país llegaba a la semana del 23 al 29 de noviembre con una dispersión marcada entre zonas urbanas bien conectadas y regiones aisladas, en particular en la península de Baja California Sur y algunas áreas del sureste.
La nueva lista para la semana del 30 de noviembre al 6 de diciembre no rompe ese patrón, pero sí lo reacomoda. El piso nacional baja algunos centavos, mientras el techo se estira ligeramente, con reportes que colocan el rango general entre aproximadamente 17.8 y 23.1 pesos por kilogramo, según la tabla oficial y los resúmenes de medios. Esto significa que, en la práctica, hay regiones que comienzan diciembre con una ligera respiración y otras que consolidan su lugar en la parte alta del espectro.
Si se mira por bloques regionales, el comparativo entre ambas semanas deja tres grupos claros:
Regiones que suben
Una parte de las zonas más alejadas de los grandes centros logísticos, donde el transporte y la seguridad encarecen la cadena, ve ajustes al alza de algunos centavos por kilo.
En municipios con orografía complicada o baja densidad de población, ese sobrecosto se refleja en cilindros de 20 kilos que rebasan con holgura los 430 o 450 pesos, incluso cuando el promedio nacional sugiere otra cosa.
Regiones que bajan ligeramente
Algunas plazas del centro y sur experimentan reducciones marginales, típicamente de diez o veinte centavos por kilo, asociadas a movimientos en la referencia internacional y a ajustes finos en las estimaciones de costo logístico.
Para un hogar o negocio pequeño, el impacto absoluto es modesto, pero señala que la metodología también corrige hacia abajo cuando las variables de referencia lo permiten.
Regiones estables en niveles altos
Zonas como Ciudad de México y buena parte del Estado de México se mantienen prácticamente congeladas entre una semana y otra, con precios por kilo alrededor de 19.6 y por litro cerca de 10.6 pesos en los municipios de referencia. Puebla y otras entidades del centro muestran un comportamiento similar, con variaciones mínimas en sus regiones tarifarias.
En el extremo más costoso, Baja California Sur sigue encabezando la lista con precios por kilo que rebasan los 23 pesos, reflejo de una logística marítima cara, distancias largas y menor competencia efectiva. En el extremo más bajo, algunas regiones del interior del país, cercanas a ductos y terminales de almacenamiento, se benefician de precios kilo por debajo de 18 pesos.
El mensaje es claro: del cierre de noviembre a la primera semana de diciembre no hay un giro dramático, pero sí un reacomodo silencioso donde cada centavo cuenta y perfila quién pagará más y quién podrá respirar un poco en el arranque del invierno.
Para un hogar que depende del cilindro de 20 o 30 kilos, el comparativo entre las semanas del 23 al 29 de noviembre y del 30 de noviembre al 6 de diciembre se traduce en algo muy tangible: el costo de la recarga en diciembre no baja de manera significativa frente a noviembre y, en muchas plazas, se mantiene en la parte alta del año.
En las zonas con precios más elevados, un cilindro de 20 kilos se sigue moviendo en el rango de 430 a casi 460 pesos, mientras que en regiones más baratas el mismo cilindro puede costar alrededor de 360 o 380 pesos. Esa brecha de hasta cien pesos por recarga define, en la práctica, qué tan flexible es la economía de un hogar para absorber otros gastos de fin de año.
Para las PYMES y los comercios intensivos en GLP, como restaurantes, panaderías, tortillerías o talleres con hornos, estas variaciones semanales son mucho más que una curiosidad. Configuran su estructura de costos:
un negocio que consume varios cilindros a la semana enfrenta una volatilidad que, aunque se mida en centavos por kilo, puede representar miles de pesos al mes;
la imposibilidad de almacenar grandes volúmenes por seguridad y espacio limita la capacidad de “aprovechar” semanas más baratas;
la falta de contratos de mediano plazo o mecanismos de fijación de precios hace que la planeación de caja dependa de listas semanales que cambian cada sábado por la noche.
En pequeñas industrias que usan GLP como insumo térmico, los ajustes entre una semana y otra obligan a construir escenarios de presupuesto donde se asume un rango anual, no un precio fijo. La lección que deja este tránsito de noviembre a diciembre es que la metodología de precios máximos ha convertido el Gas LP en un costo regulado, pero no inmóvil.
Mirando a 2026, hogares y PYMES necesitan incorporar tres ideas:
el precio máximo no garantiza un nivel bajo, solo fija un techo regulatorio sobre el que el mercado se mueve;
las variaciones semanales seguirán presentes mientras la fórmula dependa de referencias internacionales y costos logísticos actualizados;
la única protección real es mejorar eficiencia, revisar consumos y, cuando sea posible, explorar opciones de equipamiento más eficiente o cambios en procesos.
La política de precios máximos de Gas LP nació como una respuesta de emergencia para contener incrementos desordenados y márgenes considerados excesivos. Con el tiempo, se ha convertido en un componente estructural del mercado, administrado ahora por la CNE, que semana a semana define, por región y medio de venta, el techo que los distribuidores pueden cobrar.
El comparativo entre la semana del 23 al 29 de noviembre y la del 30 de noviembre al 6 de diciembre deja ver varias dinámicas regulatorias:
La fórmula reacciona con relativa rapidez a cambios en los referentes internacionales y en el tipo de cambio, lo que explica ajustes simultáneos en muchas regiones.
La estructura regional mantiene diferencias importantes, que reflejan costos de transporte, almacenamiento y seguridad, pero también niveles de competencia y eficiencia en cada plaza.
Los precios en zonas urbanas densas tienden a ser más estables, mientras que en regiones alejadas o con poca infraestructura la volatilidad relativa es mayor, aun cuando se mantenga dentro de un rango acotado.
Desde la perspectiva regulatoria, esto plantea un dilema de fondo. La metodología ha sido efectiva para frenar incrementos súbitos y acotar márgenes, pero también ha trasladado a los consumidores la volatilidad de las referencias internacionales, solo que envuelta en listas oficiales semanales. La discusión hacia 2026 no es si mantener o no el esquema, sino cómo afinarlo para equilibrar protección al consumidor, viabilidad de los distribuidores y certidumbre para quienes necesitan planear compras con horizonte de meses y no de días.
Algunas líneas de debate que ya se escuchan en el sector son:
revisar si todas las regiones requieren la misma frecuencia de actualización o si ciertos corredores podrían tener referencias mensuales para facilitar planeación;
fortalecer la transparencia sobre cómo se integran los costos logísticos y de seguridad en cada zona, para evitar suspicacias y dar más información a estados y municipios;
crear instrumentos de información y educación financiera específicos para PYMES intensivas en GLP, que hoy navegan con la misma tabla que un hogar, pero con riesgos de negocio mucho mayores.
El paso del cierre de noviembre a la primera semana de diciembre no trae una revolución de precios, pero sí confirma una tendencia: el Gas LP seguirá siendo un insumo caro y volátil para buena parte del país, aunque esté regulado, y la calidad de la regulación se medirá cada vez menos por la cifra del sábado y cada vez más por la capacidad de dar certidumbre a quienes cocinan, producen y ofrecen servicios con este combustible como columna vertebral de su operación.
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