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14 mil gasolineras no alcanzan: la CNE revela un déficit nacional que reconfigura el mapa energético mexicano

La CNE reconoce un padrón de 14 mil estaciones y un déficit de 21 mil gasolineras en México. El diagnóstico expone desiertos gasolineros, saturación urbana y las zonas grises de la transición CRE a CNE.

14 mil gasolineras no alcanzan: la CNE revela un déficit nacional que reconfigura el mapa energético mexicano

Cuando un regulador habla de “déficit” en un mercado que durante años se vendió como abierto y sobredimensionado, la palabra pesa. La Comisión Nacional de Energía ha integrado un padrón cercano a 14 mil estaciones de servicio y, al mismo tiempo, reconoce que el país necesitaría del orden de 21 mil adicionales para alcanzar estándares de cobertura por habitante. El dato rompe la narrativa de una supuesta sobreoferta y obliga a mirar el retail de combustibles como lo que es: una infraestructura desigual, con corredores saturados y amplias franjas del territorio operando en desventaja energética.

En esa fotografía, los 375 permisos otorgados este año son menos un trofeo y más una señal de corrección tardía. La transición desde la extinta CRE dejó meses de parálisis en autorizaciones, con trámites que se acumularon en un limbo administrativo mientras se desmontaban estructuras viejas y se improvisaba el nuevo andamiaje de la CNE. El resultado fue un mercado atrapado entre un discurso de apertura y una realidad de ventanillas cerradas, donde proyectos listos para construir quedaron detenidos, particularmente en regiones que ya arrastraban subcobertura histórica.

Un regulador nuevo sobre un mapa viejo

La CNE no nace sobre una hoja en blanco. Hereda expedientes, criterios técnicos y pasivos de la etapa CRE, pero con un mandato más amplio que mezcla planeación energética, supervisión comercial y coordinación con otras autoridades. En esa transición se han creado zonas grises que todavía se sienten en la trinchera: solicitudes de permiso que no encajan del todo con los formatos nuevos, verificaciones de NOM 016 que se hicieron bajo un criterio y hoy se evalúan con otro, expedientes donde las piezas fiscales, ambientales y técnicas no se hablan entre sí.

La coordinación con la autoridad ambiental y fiscal es indispensable, pero también añade fricción. El regulador de energía necesita que cada estación demuestre cumplimiento industrial y ambiental, mientras Hacienda exige trazabilidad fiscal completa. Integrar esas capas en un solo sistema ha significado, en la práctica, pedir documentación adicional, corregir expedientes y alargar los tiempos de resolución. La consecuencia es que una parte de la nueva oferta de estaciones sigue “en tránsito” administrativo, aunque el déficit de cobertura sea evidente en el mapa.

Al mismo tiempo, la vigilancia de la calidad de combustibles bajo la NOM 016 y los esquemas de seguridad de suministro se aplican con intensidad desigual. Hay regiones donde la presencia regulatoria es constante y las verificaciones son parte de la rutina, y otras donde la estación de servicio más cercana está a decenas de kilómetros y la inspección llega tarde, si llega. Ese contraste vuelve a la CNE juez y parte de un problema estructural: necesita acelerar permisos donde la cobertura es baja, pero también reforzar control y trazabilidad donde han proliferado prácticas irregulares.

Desiertos gasolineros: cuando el mapa en blanco sí importa

El padrón de 14 mil estaciones esconde tanto saturación como vacío. La noción de “desiertos gasolineros” ayuda a nombrar esa segunda parte: municipios enteros con una sola estación para miles de habitantes, tramos carreteros donde el conductor aprende a calcular el tanque con margen porque sabe que no habrá otra bomba en decenas de kilómetros, regiones rurales donde la logística de abasto se estira hasta volverse frágil.

En esos desiertos la falta de estaciones no es solo un problema de conveniencia, es un riesgo operativo. Un accidente en la única planta de almacenamiento que alimenta a la zona, un bloqueo carretero o una falla mecánica en las pipas y la región entra en estrés inmediato. La competencia tampoco existe como mecanismo disciplinador: cuando hay una sola estación en decenas de kilómetros a la redonda, la referencia de precios es casi simbólica y el consumidor concentrado tiene pocas alternativas reales. El margen comercial se construye más sobre la ausencia de rivales que sobre la eficiencia logística.

La CNE, al poner en blanco y negro el déficit, está diciendo algo incómodo: el mapa de estaciones que conocemos responde más a la lógica histórica de Pemex y a decisiones comerciales de corto plazo que a una planeación territorial de cobertura. Hubo décadas de desarrollo gasolinero alineado a ejes carreteros prioritarios, puertos, ciudades medias y grandes centros urbanos, mientras amplias franjas rurales y periferias metropolitanas quedaron al margen. El nearshoring y la nueva geografía industrial han hecho aún más visible ese rezago.

Donde sobra y donde falta: un mercado abierto con costuras

El contraste con las zonas de abundancia es igual de revelador. Existen corredores urbanos e industriales con estaciones prácticamente en cada crucero, marcas compitiendo por imagen, programas de lealtad y diferencias mínimas de precio, mientras a pocas horas de distancia la cobertura es precaria. En esos mercados saturados, el “déficit nacional” se lee al revés: hay inversionistas atrapados en plazas donde el pastel de demanda ya no crece al ritmo esperado y donde la competencia erosiona márgenes hasta dejarlos en niveles apenas sostenibles.

La transición de CRE a CNE congeló muchos de los planes de expansión de los últimos años y empujó a parte de la inversión hacia zonas de confort: estados con infraestructura consolidada, redes de transporte robustas y demanda asegurada. Ahora el regulador dice, en los hechos, que esa estrategia está agotada. Si el mercado quiere crecer de manera ordenada, deberá mirar hacia los desiertos gasolineros, aunque el retorno no sea tan inmediato como abrir una estación más en un corredor con tráfico garantizado.

La discusión de fondo es si la CNE será capaz de usar la información del padrón para guiar de verdad la expansión. Eso implica algo más que autorizar permisos: significa definir criterios claros de prioridad territorial, señalar abiertamente regiones donde la cobertura ya es suficiente e incluso disuasoria para nuevos proyectos, y acompañar con regulación inteligente el desarrollo de infraestructura de almacenamiento y transporte que haga viable invertir en zonas hoy marginales.

Déficit en tiempos de nearshoring

El diagnóstico llega en un momento en que la presión sobre el sistema energético se multiplica. El nearshoring está elevando la demanda de combustibles en corredores industriales del norte y del Bajío, pero el crecimiento regional es desigual. Hay parques industriales de última generación que se abastecen desde redes modernas y terminales bien conectadas, y al mismo tiempo municipios vecinos que dependen de una sola estación y de una logística al límite.

Esa asimetría recae también sobre el midstream. Terminales y ductos que fueron diseñados para abastecer un cierto número de estaciones están viendo rebasadas sus proyecciones en algunas zonas, mientras en otras cargan sobreinventario porque la expansión de retail no se materializó al ritmo previsto. El déficit de estaciones a nivel nacional coexiste con bolsillos de infraestructura ociosa, una combinación que revela fallas de coordinación entre planeación, permisos, mercado y política industrial.

Para operadores, reguladores e inversionistas, el mensaje de la CNE es más que un dato estadístico. Significa que el mapa energético del retail combustibles tendrá que reconfigurarse si el país quiere sostener la narrativa de atracción de inversiones, competitividad regional y seguridad de suministro. Catorce mil estaciones no alcanzan cuando la demanda se concentra en corredores específicos y grandes áreas quedan fuera de la red. El desafío es evitar que el déficit se convierta en la nueva excusa estructural para explicar desabastos, precios dispares y riesgos operativos que, a estas alturas, ya se conocen demasiado bien.

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