El gobierno de Claudia Sheinbaum prepara un centro estratégico de carga y almacenamiento de combustibles integrado al Tren Maya de carga, con el objetivo de reducir costos logísticos, atender la falta de terminales en la península y estabilizar precios en Quintana Roo.
El anuncio llegó tras un recorrido presidencial por Quintana Roo. En zonas donde la gasolina rebasa los 24 pesos por litro, incluso en estaciones de marca Pemex, Claudia Sheinbaum confirmó que su administración trabaja en un proyecto que podría modificar la estructura logística del sureste: un nuevo centro de carga y almacenamiento de combustibles integrado al Tren Maya de carga.
La idea surge de una observación sencilla pero determinante. Hoy, gran parte del combustible que abastece a la península llega por mar a Progreso, en Yucatán, una terminal que carga con la responsabilidad de ser prácticamente el único punto de suministro para toda la región. Desde ahí, miles de pipas recorren cientos de kilómetros hasta el sur de Quintana Roo, acumulando costos operativos que se reflejan directamente en el precio final para los consumidores.
La mandataria explicó que el proyecto se desarrolla junto con ingenieros militares y el Agrupamiento Felipe Ángeles. La intención es que esta nueva infraestructura forme parte de la red logística del Tren Maya de carga, permitiendo que el combustible llegue por vía férrea a zonas hoy aisladas del suministro eficiente.
La falta de terminales ha sido uno de los factores estructurales que mantienen elevados los precios en la península. El transporte por pipa, al requerir recorridos largos y múltiples traslados intermedios, incrementa costos y provoca diferencias de precio que no corresponden al costo real del producto, sino a la logística que lo sostiene.
El centro de almacenamiento permitiría reducir tiempos, distancias y costos de distribución. No es solo una obra de infraestructura; es un reordenamiento logístico regional que podría equilibrar el mercado de combustibles en la península, disminuir la dependencia de un solo punto y dar mayor resiliencia ante interrupciones marítimas o climáticas.
El anuncio también adelanta una transformación más profunda del Tren Maya de carga. La infraestructura ferroviaria no solo moverá mercancías, sino que podría convertirse en un eje de distribución energética para el sureste. Con una terminal integrada, el ferrocarril funcionaría como corredor de abastecimiento hacia Quintana Roo y sus municipios turísticos, así como hacia Campeche, Chiapas y Tabasco.
En la práctica, esto implica un efecto multiplicador: menor costo de transporte, mayor competencia logística, más liquidez regional para nuevas inversiones y, eventualmente, precios más estables para consumidores y flotillas.
La pieza crítica será la capacidad de almacenamiento. En un mercado donde la volatilidad del precio responde no solo a los combustibles, sino a la logística, un nuevo nodo puede amortiguar variaciones y dar certidumbre a estaciones de servicio, distribuidores independientes y cadenas comerciales.
El mensaje de Sheinbaum es claro. Si la infraestructura es el problema, el Estado intervendrá para corregirlo. No se trata únicamente de controlar precios, sino de atender una falla estructural: la península opera con una red logística mínima para una demanda creciente, turística, dispersa y de alto impacto económico.
El centro de almacenamiento también abre una puerta para discutir modelos mixtos de operación entre Pemex, empresas privadas y el propio sistema ferroviario del Tren Maya de carga, una combinación que podría replicarse en otras regiones con rezagos similares.
La lógica política está sobre la mesa. Reducir costos logísticos no solo impacta el precio final del combustible; influye en transporte público, cadenas productivas, turismo, movilidad y en la percepción regional de eficiencia del gobierno federal.
Si el proyecto se concreta, el sureste mexicano podría dar un salto hacia un esquema más equilibrado de suministro, con mayor redundancia y menor vulnerabilidad. En un mercado donde los precios responden tanto a la competencia como a la infraestructura, este nuevo centro podría convertirse en un punto de inflexión.
La estrategia también confirma una visión más amplia: el Tren Maya de carga será más que un ferrocarril. Será un corredor energético y logístico capaz de incidir en la estructura de costos y en la competitividad de toda la península.
Para Quintana Roo y los estados vecinos, el proyecto no solo busca bajar precios. Busca modificar las bases físicas que determinan esos precios. Y en logística energética, eso siempre es más importante que cualquier acuerdo voluntario.
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