
Crónica y análisis: cómo operaron aeropuerto, hoteles y ciudad durante el apagón peninsular; qué funcionó, qué falló y qué inversiones públicas/privadas urgen antes de temporada alta.
El apagón del 26 de septiembre no solo apagó luces; estresó el “sistema nervioso” del turismo en el Caribe mexicano: aeropuertos que activaron protocolos de contingencia, semáforos fuera de sincronía, hoteles con backups al límite y servicios urbanos operando a golpes de generadores. Hoy, con el servicio restablecido, vale responder dos preguntas prácticas: ¿cómo se sostuvo la operación turística en las primeras horas? y ¿qué infraestructura eléctrica necesita blindaje para que un evento parecido no vuelva a comprometer check-ins, seguridad y reputación del destino.
El Aeropuerto Internacional de Cancún activó su plan de continuidad con prioridad a sistemas críticos —iluminación de pista, comunicaciones, screening—; las aerolíneas ajustaron turnos y ventanas para absorber demoras sin dejar que escalara a cancelaciones masivas. En hotelería, los generadores tomaron el control de cargas críticas (elevadores, bombeo, cocinas, routers y back-office), mientras las áreas no esenciales —lavandería, climatización extensiva, albercas— se dosificaron para conservar diésel. En ciudad, la salida de semáforos tensó corredores turísticos; ahí se notó la diferencia entre esquemas de semaforización inteligente con respaldo propio y cruces que dependían por completo de la red.
El balance de 24 horas después: la ocupación mantuvo su pulso, las operaciones aéreas se normalizaron, y el hueso logístico del destino probó que puede sostener golpes de 3–6 horas si la contingencia llega con combustible disponible, protocolos ensayados y jefaturas que priorizan cargas con frialdad.
La Península es particularmente vulnerable cuando se afectan troncales de 400 kV. Ese cuello se sintió en el corredor Cancún–Playa del Carmen–Tulum, no tanto por falta de generación local en el instante, sino por la capacidad de transporte para mantener voltajes, frecuencia y potencia reactiva dentro de rangos. Para el huésped, la traducción fue inmediata: lobbies a media luz, Wi-Fi intermitente, procesos de check-in más lentos y sistemas de cobro que dependían de redes celulares saturadas. En centros comerciales y restaurantes, algunos POS migraron a procedimientos offline con cierres diferidos; en hospitales y clínicas, los planes de triaje se activaron con normalidad.
Funcionó la segmentación de cargas: hoteles que ya tienen tableros con priorización automática evitaron “baches” internos al pasar a respaldo. Funcionó también el enlace directo con distribuidores de diésel, programado a slots por zona hotelera. Lo que falló fue la variabilidad en los tiempos de arranque y transferencia: equipos con mantenimiento diferido tardaron minutos decisivos en estabilizar, y algunos edificios carecían de UPS suficientes para proteger switches y equipos de misión crítica durante el “salto” a planta.
Para la red pública, el mandato es claro: anillos y redundancias en 400/230/115 kV hacia los nodos metropolitanos, compensación reactiva y automatismos de restauración que eviten microcortes sucesivos. Para el sector privado, hay tres vectores de alto retorno:
Respaldos dimensionados por criticidad, no por metraje: elevadores, IT core, bombas y cocina deben quedar cubiertos por al menos 6–8 horas con load shedding programable.
Microrredes con baterías en resorts y hospitales ancla: estabilizan picos, ahorran diésel y aseguran arranques limpios.
Contratos de respuesta a la demanda en coordinación con el suministrador: permite alivianar carga en minutos críticos con incentivos claros.
El Caribe mexicano compite en experiencia. Cuando ocurre un evento de esta naturaleza, la reputación no la decide el apagón en sí, sino la velocidad de recuperación y la consistencia del servicio ofrecido pese a la falla. La narrativa para turoperadores y OTAs debería apoyarse en tiempos de restablecimiento medidos, en estándares de respaldo adoptados por cadenas y en el compromiso público con refuerzos de transmisión ya calendarizados. Sin ese relato —y sin la obra—, la próxima temporada alta llegará con la sombra de la duda.
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