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PVIRCE 2025–2030: los 28,004 MW que reordenan el mapa de generación en México

Análisis premium del PVIRCE: 28,004 MW a 2030, prioridad por red, renovables con BESS y criterios de prelación para proyectos estatales y privados.

PVIRCE 2025–2030: los 28,004 MW que reordenan el mapa de generación en México

El PDSE aterriza el corto plazo con un compromiso medible: 28,004 MW nuevos a 2030. No es una cifra decorativa; es la columna vertebral de la oferta eléctrica en un periodo donde la confiabilidad y la descarbonización ya no admiten discursos, solo obras. El Estado toma la delantera en volumen y ritmo, mientras que la ventana para particulares se define desde la planeación vinculante, con reglas de prelación y la red como árbitro silencioso.

El primer dato que cambia la conversación es la composición del portafolio. El bloque estatal asegura tracción y certidumbre de ejecución, con proyectos anclados a nodos y corredores donde la red puede absorber nueva energía. Del lado privado, la oportunidad se delimita con bisturí: proyectos con contrato de interconexión que ya demostraron viabilidad, y un segundo bloque instruido desde la planeación para ser desarrollado por particulares, siempre que aporten a la confiabilidad del sistema. El mensaje es claro: ya no basta con traer potencia barata; ahora hay que llegar al lugar y al momento correctos.

Por tecnología, el PVIRCE privilegia la expansión fotovoltaica y eólica, respaldadas por equipos de control y, cuando el balance lo exige, almacenamiento en baterías para aplanar rampas y sostener el perfil de tensión. No se trata de forzar renovables en corredores saturados, sino de ubicar megawatts donde mejoran el despacho. En paralelo, los ciclos combinados mantienen un rol de base flexible, con una hoja de ruta que contempla pilotos de mezcla de hidrógeno en la segunda mitad del horizonte, cuando la madurez tecnológica y la economía de combustible lo permitan.

La geografía del PVIRCE también cuenta una historia. En el Noreste y el Bajío, la señal es de expansión industrial con demanda firme: ahí el desarrollo exige sincronía fina con refuerzos en 115/230/400 kV y con obras de transformación. En el Occidente, la integración de renovables depende de resolver cuellos de botella específicos y de la disponibilidad de BESS que eviten curtailment crónico en horas pico. En la Peninsular, cada megawatt debe dialogar con el refuerzo de transmisión y la modernización de subestaciones; de otra forma, los rendimientos financieros se erosionan aun con buen recurso solar.

Para promotores y financiadores, el PVIRCE reconfigura la gestión de riesgo. La obtención del Anexo Técnico deja de ser una carrera a ciegas: se premia la alineación con la planeación, la calidad del estudio de interconexión y el aporte tangible a estabilidad y potencia reactiva. Para grandes consumidores, el plan dibuja un mercado con más oferta en nodos correctos, abaratando costos marginales en ventanas horarias críticas y ampliando el menú de PPAs corporativos bancables, especialmente cuando el proyecto acopla renovable con almacenamiento.

En ejecución, 2026 aparece como el año de la selectividad inteligente: avanzar solo donde los estudios y la red lo soporten. Los proyectos que lleguen con expedientes limpios, modelación electrotécnica y económica robusta, y compromisos de control de calidad de energía tendrán prioridad real. La planeación deja de ser un documento accesorio y se convierte en el pasaporte para construir.

Qué mirar a corto plazo.

Tres señales tácticas definen el “go/no-go” en los próximos doce meses: la programación de refuerzos de transmisión y transformación vinculados al nodo del proyecto; la necesidad de compensación reactiva y posibles exigencias de control (STATCOM/CEV); y la disponibilidad de BESS en sitios donde el perfil de carga/renovable lo justifique. Proyectos que integren estas tres piezas desde el inicio reducirán reprocesos y mejorarán su bancabilidad.

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