Guía técnica para evaluar claims de producción en refinerías (incluida Dos Bocas) y traducirlos a implicaciones reales: importación, inventarios, disponibilidad y riesgo.
Cuando un gobierno o una empresa afirma un “salto” en refinación, el mercado mexicano suele reaccionar con dos reflejos igual de incompletos: creerlo como victoria industrial o descartarlo como propaganda. Ninguno sirve para decidir compras, inventarios o coberturas. La forma profesional de leer un claim de refinación es tratarlo como una auditoría operativa: lo que se dice debe convertirse en variables medibles que expliquen disponibilidad real de gasolina y diésel, y su efecto sobre importaciones.
El ejemplo más visible es el claim de que Dos Bocas ronda 300 kbpd. El número por sí solo no dice si hay producto para el mercado, ni si el sistema se estabilizó. Una refinería puede “llegar” a un pico de proceso y, aun así, no reducir importaciones si la operación es intermitente, si el slate no es el adecuado, si hay limitantes en unidades de conversión o si la producción comercial no cumple especificación de forma consistente.
La capacidad de diseño es un dato de placa. Sirve para dimensionar, no para abastecer. La capacidad operativa es la que realmente cuenta y está determinada por cuellos de botella, integridad mecánica, disponibilidad de utilities y confiabilidad de sistemas críticos. La auditoría inicia con una pregunta sencilla: cuando se afirma “X kbpd”, ¿se habla de capacidad de diseño, de proceso de crudo, de corrida promedio, o de un máximo momentáneo?
Una refinería moderna puede tener una capacidad nominal alta y aun así operar limitada por una sola unidad: generación eléctrica, hidrógeno, azufre, agua desmineralizada, antorcha o compresores. Si esa unidad es el límite, el claim puede reflejar una ventana corta de operación, no un nuevo régimen estable.
Mecanismo → implicación → decisión: si el número se basa en diseño o en un pico, la implicación es volatilidad de suministro; la decisión es no asumir reducción estructural de importaciones y mantener cobertura de continuidad.
La utilización es la métrica básica que los claims suelen esquivar. No basta con “procesar”; importa cuánto tiempo se procesa y con qué estabilidad. Una auditoría útil no mira un día o una semana, mira continuidad. La pregunta de control es: ¿qué porcentaje del mes operó la refinería cerca del nivel reportado?
En operación real, una refinería puede alternar rampas y caídas por arranques, ajustes, fallas menores, problemas en tratamiento o restricciones ambientales. Esas oscilaciones son normales en comisionamiento, pero fatales para el mercado si se venden como “capacidad alcanzada”. Para México, lo relevante es si hay una curva plana y repetible, no un pico.
Mecanismo → implicación → decisión: baja utilización con picos altos equivale a inventarios impredecibles; la decisión es comprar con ventanas más amplias, no con estrategias just in time.
Un claim de “barriles por día” suele referirse a crudo procesado, no a productos terminados. El slate importa porque define rendimientos y dificultad operativa. Cambiar de crudo o ajustar mezclas para optimizar rendimientos puede estabilizar operación, pero también cambiar el balance de gasolinas y diésel o la carga de contaminantes para unidades de tratamiento.
Auditar el slate es auditar el balance de productos. Si el objetivo implícito es reducir importación de gasolinas, se requiere una combinación de operación y conversión que realmente privilegie cortes ligeros y cumplimiento de especificación. Si el slate o la configuración empuja a combustóleo o a intermedios, el impacto en importaciones puede ser marginal aunque el proceso total suba.
Mecanismo → implicación → decisión: un slate que empeora rendimientos comerciales eleva el riesgo de “producción no vendible”; la decisión es mantener contratos de importación de respaldo y vigilar diferenciales de producto, no solo barriles.
En refinación, el valor no es solo producir, es sostener. Los paros y rampas son la firma de la operación. Si una refinería atraviesa periodos recurrentes de ajuste, su contribución al mercado se vuelve intermitente y obliga a cubrir huecos con importaciones o con inventarios que consumen capital de trabajo.
Para una auditoría ejecutiva, hay dos preguntas operativas críticas: cuántos días de paro equivalente hubo, y qué tan pronunciadas fueron las rampas. Una operación con rampas violentas suele traer más que volatilidad: incrementa riesgo de fuera de especificación, pérdidas por recirculación, consumo extraordinario de utilities y estrés de equipos.
Mecanismo → implicación → decisión: rampas frecuentes se traducen en disponibilidad errática; la decisión es elevar inventario mínimo y diseñar coberturas de margen para periodos de fricción.
Una refinería puede reportar proceso y aun así no entregar producto comercial consistente. El mercado mexicano no se abastece con barriles genéricos, se abastece con gasolinas y diésel en especificación, con estabilidad en azufre, volatilidad, densidad, octanaje y propiedades críticas de diésel.
El punto de auditoría es incómodo pero indispensable: ¿cuánta de la producción es “on spec” y cuánta requiere corrección, mezcla o reproceso? Cuando una planta está en estabilización, el volumen puede existir, pero el volumen vendible es otra historia. Y ese diferencial es el que explica por qué importaciones no caen aunque “suba” la refinación.
Mecanismo → implicación → decisión: fuera de especificación implica dependencia de blending externo o importación para corregir pool; la decisión es proteger la cadena con acceso a componentes y no apostar a un solo origen.
La auditoría madura aterriza al dato que realmente importa: rendimiento a productos valiosos. La pregunta no es “cuánto crudo”, sino “cuánta gasolina y diésel netos”. Para México, el indicador operativo más relevante es el netback de productos terminados: cuánto producto comercial sale después de autoconsumo, recirculación, pérdidas y necesidades internas.
En una planta nueva o ajustándose, el autoconsumo energético puede ser alto y las pérdidas por re-tratamiento también. Esto reduce el volumen neto disponible para el mercado. Es aquí donde los claims suelen inflar expectativas: confunden throughput con entrega.
Mecanismo → implicación → decisión: altos consumos internos reducen el aporte neto al mercado; la decisión es no planear recortes de importación sin evidencias de rendimientos estabilizados.
El cierre de la auditoría no es una conclusión política. Es una conexión de variables: si el sistema refinador es estable, con productos en especificación y rendimientos consistentes, el efecto debería verse en importaciones netas y en estabilidad de inventarios comerciales. Si no se ve, hay dos opciones: el aporte es menor de lo que se dice o el mercado está absorbiendo el volumen en otras prioridades (por ejemplo, corrección de inventarios, sustitución de componentes, cambios logísticos o compromisos internos).
Para decisión ejecutiva, el criterio es simple: un “boom” real de refinación debe traducirse en menor necesidad de importación marginal en momentos de alta demanda, menos estrés logístico en terminales y mayor resiliencia ante eventos en la Costa del Golfo. Si el sistema sigue reaccionando con compras urgentes y cambios de última hora, el claim todavía no es un régimen, es una campaña.
La utilidad de esta guía no es desacreditar números. Es ponerlos a prueba con un marco que conecta ingeniería con disponibilidad. Un comité de compras, logística o riesgo puede usar estas métricas para definir si reduce importaciones, si aumenta inventarios o si cambia su estrategia de coberturas. En refinación, creerle a un pico es caro. Dudar sin medir también.
La auditoría profesional trata la frase pública como hipótesis. La operación la confirma o la desmiente.
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