La MEXDC advierte que el crecimiento sin precedentes de los centros de datos en México enfrenta su principal límite en la infraestructura eléctrica. Entre 2025 y 2030, la industria invertirá 18 mil mdd y sumará 1,516 MW, pero transmisión, distribución y regulación energética avanzan más lento que la demanda digital y de IA.
El ecosistema digital mexicano está creciendo más rápido que la infraestructura que lo sostiene. La Asociación de Centros de Datos en México (MEXDC) proyecta que entre 2025 y 2030 se invertirá una cifra récord de 18,000 millones de dólares, suficientes para sumar 1,516 MW de capacidad adicional en data centers, desde hyperscalers hasta edge distribuidos.
La cifra es gigantesca si se considera que, antes de los proyectos inaugurados este año, el país apenas operaba 236 MW en producción, con otros 200 MW en construcción. La industria pasará de ser un segmento especializado a convertirse en uno de los principales consumidores industriales del Sistema Eléctrico Nacional (SEN).
Pero ese ritmo de expansión tiene un riesgo central —y la propia industria lo reconoce—: la energía es el mayor cuello de botella, no la demanda digital ni la disponibilidad de capital.
“México tiene suficiencia de generación, pero la transmisión y la distribución son el punto sensible. Ahí debemos enfocar inversiones urgentes”, advirtió Amet Novillo, presidente de la MEXDC y director de Equinix México.
A nivel técnico, el problema no está en cuántos megawatts puede generar el país —México tiene capacidad instalada suficiente y potencial renovable subutilizado— sino en cómo transportar esa energía hacia los campus de cómputo, que requieren certidumbre 24/7, redundancia y calidad energética.
Tres hechos estructurales ponen presión sobre la red:
Los grandes nodos de data centers —Querétaro, Estado de México, Bajío y Norte— dependen de líneas saturadas o sin refuerzos suficientes. La red actual fue diseñada para industria tradicional, no para clusters digitales de altísima densidad energética.
Empresas como MTP, EdgeNet y otros miembros de la MEXDC están desplegando centros de borde en norte, Bajío, sureste y frontera. Eso convierte a la industria en un consumidor intensivo en prácticamente todo el territorio, complicando la planeación regional del SEN.
Las modificaciones normativas en interconexión —incluidas reglas de planeación vinculante, criterios de capacidad y requisitos adicionales de CFE— hacen que cada proyecto de data center tenga que integrarse a un proceso más estricto y largo.
El resultado: la energía disponible existe, pero no está donde se necesita, ni en la forma en que la industria la requiere.
La respuesta del sector ha sido pragmática y, en muchos casos, innovadora:
La nueva regulación abre espacio para que los centros de datos generen parte de su energía en sitio, especialmente con gas natural, bajo esquemas de autoabasto con permisos vigentes.
Esto reduce riesgos, pero tiene límites:
No sustituye la necesidad de conexión al SEN.
Requiere infraestructura propia y CAPEX elevado.
Depende de la disponibilidad local de gas natural.
Varios operadores están financiando infraestructura estratégica:
Un socio de la MEXDC construye una subestación de 400 MW, que luego será cedida para fortalecer la región.
Otros están pagando líneas, transformadores y equipos que posteriormente operará la CFE.
Esto convierte a la industria en inversionista directo de infraestructura pública, algo inusual en otros sectores.
Los grandes proyectos están negociando modelos híbridos en los que CFE, empresas privadas y gobiernos estatales colaboran para resolver saturaciones locales.
La lectura estratégica:
La industria está financiando aquello que el Estado no puede construir con velocidad suficiente.
El crecimiento de los centros de datos suele asociarse, en el imaginario público, con la probabilidad de apagones. La MEXDC rechaza esa idea:
“Si hay un apagón, no es porque los data centers se estén acabando la energía”, dijo Novillo.
En la práctica, los data centers:
Tienen consumo contratado y limitado.
No pueden exceder el nivel autorizado por CFE.
Deben pagar obras de refuerzo si la autoridad determina insuficiencia local.
El riesgo de apagones no se origina en los centros de datos, sino en líneas de transmisión saturadas y en una red que crece más lento que la demanda productiva.
La MEXDC admite que sus proyecciones de 1,516 MW hacia 2030 no incluyen a fondo la ola de infraestructura para inteligencia artificial generativa, que requiere densidades de energía muy superiores a las de los data centers tradicionales.
Eso implica que los 1,516 MW proyectados son, en realidad, la estimación conservadora. Si México se convierte en hub de IA:
La demanda eléctrica podría duplicarse.
La infraestructura actual quedaría corta en menos de cinco años.
La competencia con Brasil, Chile y Estados Unidos crecería.
Los tiempos de interconexión serían un factor decisivo para atraer o perder proyectos multimillonarios.
En palabras de Novillo:
“México tiene talento y ganas, pero la infraestructura eléctrica hay que desarrollarla rápido para montarnos en esta ola.”
La expansión de los centros de datos abre oportunidades —empleo, nearshoring digital, modernización de la red— pero también revela riesgos:
Saturación del SEN y retrasos de interconexión.
Sobrecostos para operadores que deben pagar infraestructura que no les corresponde.
Pérdida de competitividad frente a países con redes más flexibles.
Confusión regulatoria en permisos de generación, transmisión y refuerzos.
Modernización rápida de la red impulsada por capital privado.
Atracción de proyectos de IA y nube de altísima densidad.
Desarrollo de talento especializado y empleos bien remunerados.
Potenciación del Bajío y el Norte como hubs digitales globales.
El mensaje de la MEXDC es claro: México tiene la oportunidad de convertirse en uno de los principales hubs digitales del continente, pero la energía será el techo de su crecimiento.
La demanda digital, la IA y la nube están creciendo más rápido que la red de transmisión y distribución. Y aunque la industria está financiando infraestructura, el país necesita un marco regulatorio más ágil, planificación eléctrica moderna y una visión de Estado para no perder inversiones esenciales.
La pregunta que México debe responder en los próximos dos años es simple pero decisiva:
¿Puede el Sistema Eléctrico Nacional evolucionar a la velocidad que exige la economía digital?
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