En 2024, el país quemó 5.7 bcm de gas natural, retrocediendo en sus metas climáticas y comprometiendo la seguridad energética. La nueva administración promete revertir la tendencia con proyectos de captura y control.
México cerró 2024 con un incremento en la quema y venteo de gas natural, alcanzando 5.7 mil millones de metros cúbicos, frente a 5.5 bcm en 2023. La intensidad también subió a 8.5 m³ por barril, lo que coloca al país entre los nueve mayores emisores globales de metano por esta práctica. El problema no es menor: mientras se desperdicia gas en plataformas, México importa más del 70% del que consume.
El repunte obedece a una combinación de factores: infraestructura obsoleta, falta de capacidad de compresión y retrasos en reparaciones críticas, como las registradas en la plataforma Zaap-C, donde Pemex postergó mantenimientos urgentes pese a fugas masivas de metano. Estas omisiones no solo agravan el impacto ambiental, sino que también representan riesgos de seguridad industrial.
Cada metro cúbico quemado es energía perdida y dinero que se esfuma. Expertos estiman que el gas desperdiciado equivale a 2,000 millones de dólares anuales. Si se capturara, podría sustituir hasta 8.5% de las importaciones desde Estados Unidos, reduciendo la vulnerabilidad ante choques externos como el congelamiento texano de 2021 o tensiones comerciales.
México ratificó su adhesión a la iniciativa global “Cero Quema Rutinaria para 2030” y Pemex incluyó en su Plan de Sostenibilidad la meta de reducir 30% las emisiones de metano y eliminar el venteo rutinario. La administración de Claudia Sheinbaum ha prometido acelerar proyectos de captura, modernizar el sistema SCADA y rehabilitar ductos para reducir la dependencia del transporte por pipas.
Pemex calcula que alcanzar cero quema rutinaria requerirá más de 2,000 millones de dólares en inversiones, una cifra modesta frente a los más de 15,000 millones que México gasta cada año en importaciones de gas. Además de mejorar la seguridad energética, la captura de gas flared generaría ingresos adicionales, reduciría emisiones y mejoraría la reputación de Pemex ante inversionistas que exigen criterios ESG.
Reducir el flaring no es solo una obligación ambiental: es una estrategia económica y geopolítica. Cada molécula de gas aprovechada fortalece la soberanía energética y reduce la exposición a riesgos externos. Para la nueva administración, cumplir esta promesa será una prueba de liderazgo climático y de gestión eficiente en un sector que sigue siendo columna vertebral de la economía mexicana.
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