El valor del comercio energético entre EUA y México bajó a 57 mil mdd en 2024 por menor producción y precios; refinados lideran con 64% del total.
El valor del intercambio energético entre ambos países se redujo a 57 mil millones de dólares en 2024, impulsado por menores precios y caída en la producción mexicana. El reto para 2025: mayor sensibilidad de precios internos a los diferenciales de importación.
El comercio energético entre Estados Unidos y México cerró 2024 con un valor estimado de 57 mil millones de dólares, el nivel más bajo desde 2020. La cifra representa una caída del 21% respecto a 2023, atribuida a dos factores: menor producción petrolera en México y precios internacionales más bajos para crudo y refinados.
Del total, el 64% correspondió a exportaciones de productos refinados desde Estados Unidos hacia México, por un valor de 37 mil millones de dólares. La razón es clara: el sistema de refinación mexicano sigue rezagado, lo que obliga a importar gasolina, diésel y gas LP para cubrir la demanda interna. En contraste, las exportaciones mexicanas de crudo a Estados Unidos se redujeron 34%, con un promedio de 464 mil barriles diarios, 37% menos que en 2023.
Mientras el petróleo retrocede, el gas natural consolida su papel estratégico. Las exportaciones estadounidenses hacia México alcanzaron 6.4 Bcf/d en 2024, un incremento del 4% en volumen, aunque con una caída del 31% en valor por menores precios. Este flujo es vital para la generación eléctrica y la industria mexicana, y se espera que aumente en 2025 con la entrada en operación de proyectos de licuefacción en puertos mexicanos.
La caída en el valor del comercio no implica menor dependencia, sino todo lo contrario: México seguirá importando más del 70% de los combustibles que consume. Esto significa que los precios internos serán cada vez más sensibles a los diferenciales internacionales y a los costos logísticos. Además, la saturación de ductos y la falta de almacenamiento estratégico elevan el riesgo de volatilidad en caso de disrupciones.
El auge del nearshoring incrementa la demanda eléctrica e industrial, lo que refuerza la necesidad de gas natural barato y estable. Sin embargo, la infraestructura mexicana enfrenta cuellos de botella en transmisión y almacenamiento, lo que podría limitar el aprovechamiento de esta oportunidad si no se acelera la inversión en redes y terminales.
Analistas anticipan que 2025 será un año de ajustes: Pemex buscará estabilizar su producción, mientras que la CFE y privados avanzarán en proyectos de gasoductos y LNG. El reto será equilibrar seguridad energética, competitividad y transición hacia fuentes más limpias en un contexto de alta interdependencia con Estados Unidos.
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